42 pacientes atendidos en Salamanca por su conducta suicida: «Las personas no quieren morirse, pero sí dejar de sufrir»
A través de las sesiones grupales, los pacientes comprueban que no están solos, que no son juzgados y que tienen un sitio en el que poder hablar, algo que les resulta liberador
La Gerencia de Atención Especializada en Salamanca lidera un programa para dar respuesta a la conducta suicida. Desde abril, momento en el que se puso en marcha, han conseguido parar los intentos autolíticos en los 42 pacientes que han sido atendidos.
El programa de Alta Resolución para el Manejo de la Conducta Suicida, el único de este tipo activo en la Comunidad, está dirigido a la población mayor de 18 años y surge de la necesidad de dar respuesta a una problemática cada vez con mayor impacto en la salud pública.
El programa está liderado por un equipo multidisciplinar, conformado por dos equipos del área de Salud Mental, que pretenden dar respuesta al problema de una forma especializada y rápida y hacer un seguimiento estrecho a los pacientes que se derivan desde Urgencias.
El objetivo del Programa es poder mantener a los pacientes en la comunidad y darles estrategias y herramientas para que ellos puedan desarrollar su vida como cualquier otra persona. A través de las sesiones grupales que incluye la intervención, los pacientes comprueban que no están solos, que no son juzgados y que tienen un sitio en el que poder hablar, algo que les resulta liberador.
«Nadie que viva quiere morirse ni hacerse daño»
Así lo explica la enfermera especialista en Salud Mental de la Gerencia de Atención Especializada de Salamanca, Lourdes Ollero, quien resalta que el apoyo entre iguales, la validación emocional, el no sentirse juzgados, el poder hablar libremente y encontrar un entorno seguro es esencial para el éxito de la intervención.
En este sentido, apunta a que lo que tienen en común todos los pacientes atendidos es el sufrimiento interno tan intenso que no les deja disfrutar de una vida óptima, y tranquila como ellos quisieran. «Nadie que viva quiere morirse ni matarse ni hacerse daño. Las personas no quieren morirse, pero sí dejar de sufrir y muchos ven la muerte algo liberador, como un desahogo y un método de poder resolver sus problemas de forma rápida. Quieren dejar de sufrir», detalla, para insistir en la necesidad de eliminar prejuicios y la estigmatización de estas personas por parte de la sociedad.
Pacientes de entre 18 y 25 años
Del total de pacientes atendidos, la especialista alude a no olvidar que Salamanca es una ciudad universitaria por excelencia y por ello, su pico de pacientes está comprendido entre edades de 18 y 25 años. «Aunque la Universidad de Salamanca tiene un programa propio de atención psicológica a sus estudiantes, muchos al final son atendidos por nosotros», expone.
Los desencadenantes emocionales más importantes por los que se les consultan, sobre todo, son las reacciones adaptativas a problemas vivenciales del día a día o síndromes ansiosos de desesperanza, seguidos de problemas sentimentales, divorcios, infidelidades y rupturas sentimentales.
66,7% de las personas atendidas
pertenecen a la zona urbana
Con respecto a las zonas geográficas más consultadas, un 66,7 por ciento pertenecen a la zona urbana, seguido de zona rural y zona periurbana. «En cuanto a la distribución por sexo, no hemos encontrado ahora mismo diferencias significativas, con 50 por ciento de atención tanto en hombres como en mujeres. Con respecto a la toma de tóxicos, la mayoría de los pacientes atendidos, un 61,9 por ciento no toma tóxicos y el estado civil más consultado han sido solteros, seguidos de un 21,4 por ciento de pacientes que vivían en pareja», destaca.
Ollero ha participado esta semana en las II Jornadas de Investigación en Enfermería 'Envejecimiento y Cronicidad' que se celebraron en Soria, para dar cuenta del programa. Al respecto de las personas mayores atendidas, la especialista precisa que, de momento, del total, solo un diez por ciento tenía más de 65 años. En cuanto a la distribución por sexo, los más consultados han sido hombres, con un 60 por ciento, frente a un 40 por ciento de mujeres. Respecto a los desencadenantes emocionales, un 40 por ciento pertenece al concepto de duelo, otro 40 por ciento por dolor y un 20 por ciento por alteraciones emocionales de otro tipo.
La enfermera matiza que en este rango de edad existen las llamadas «realidades ocultas», ya que muchas veces se atribuye la muerte de ancianos a caídas accidentales o a errores en la toma de la medicación y es difícil determinar si realmente fue un suicidio, una caída accidental o ingirió más pastillas de forma intencionada.
Intervención
El equipo multidisciplinar participante realiza un «estrecho» seguimiento al pacientes que incluye consultas individualizadas y ofrece la posibilidad de participar en nueve sesiones grupales, impartidas conjuntamente entre los profesionales en Psicología y Enfermería. En el programa participan dos psiquiatras, dos psicólogos clínicos, dos enfermeras especialistas en Salud Mental y dos trabajadores sociales.
«Desde la consulta de Enfermería cuando nos llega la derivación de Urgencias del hospital, en un plazo máximo de 72 horas, tenemos un contacto telefónico con el paciente y una primera consulta presencial para establecer la relación terapéutica con él, es decir, creamos un espacio seguro y un vínculo para que pueda expresar sus emociones libremente, tener una buena validación emocional y, sobre todo, que no se sienta juzgado«, argumenta.
El equipo ofrece información al paciente y a la familia sobre el programa, que tiene una duración de tres meses. En esa primera consulta, se establece un plan de seguridad que realiza el propio paciente junto con los profesionales y sus familiares. «El plan de seguridad es una herramienta preventiva que se realiza de forma clara y concisa y que el paciente se lleva a su domicilio. La intención es que lo tenga disponible para que recurra al mismo en momentos de crisis«, manifiesta.
Los profesionales de Enfermería le dan una serie de recomendaciones iniciales, teléfonos de ayuda y una serie de recursos a los que el paciente pueda acudir en caso de tener ideas de muerte activas o prevea que se vaya a desencadenar una crisis. Además, firma un contrato terapéutico de tal forma que se responsabiliza de su propio proceso. «Queremos implicarlo dentro del proceso y que ellos también trabajen por su salud», precisa.
Desde Enfermería se realiza un seguimiento estrecho del paciente, tanto telefónico como presencial y se hace una coordinación interniveles, es decir, entre Atención Primaria, Atención Especializada y con los centros de Atención Sociosanitaria y, si fuera necesaria, con otros recursos como centros residenciales, hospitales de día, incluso con la Universidad de Salamanca.
«Este programa se lleva a cabo en el ámbito comunitario. El paciente sigue estando en su domicilio rodeado de su entorno social. El suicidio no es solo una enfermedad en sí misma, sino que se embarca dentro de un entorno familiar, social, económico y laboral», puntualiza.
Las enfermeras especialistas en Salud Mental se revelan como «pilar clave» de todo este proceso, ya que son las que primero reciben al paciente; se encargan de realizar el primer contacto tanto telefónico como presencial; y ofrecer las herramientas de apoyo y las estrategias de afrontamiento.
«La detección precoz es uno de los puntos importantes para prevenir este tipo de problemática tan importante a nivel de salud pública. Pretendemos implantar estrategias actualizadas y tener un abordaje integral multidisciplinar por eso en el programa participamos diferentes profesionales de muchas categorías».
En este sentido, sostiene que fortalecer las redes sociales en este tipo de pacientes y vincularlos al entorno, a la comunidad y al sistema sanitario es prioritario para poder hacer una buena detección precoz, actitud y enfoque preventivo. Los casos de suicidio, desgraciadamente, según apunta la enfermera, están en aumento, y por ello este tipo de programas se revelan como necesarios.