El palacio renacentista de Salamanca, hogar de una familia ducal que mantiene vivo el linaje
El palacio de Monterrey es una joya de piedra dorada que pertenece a la Casa de Alba y guarda grandes obras de artes
«El alma de un lugar se conserva cuando hay vida en él. Una casa deshabitada pierde su alma»
Esta frase resume a la perfección el espíritu del Palacio de Monterrey, uno de los grandes ejemplos de la arquitectura renacentista española y máxima expresión del estilo plateresco. Ubicado en la calle Bordadores, este edificio fue contstruido en 1539 por orden de don Alonso de Acevedo y Zúñiga, III conde de Monterrey. Está hecha en la característica piedra dorada de Villamayor.
En un principio, fue concebido como un ambicioso palacio con cuatro torres y ocho patios. Sin embargo, su alto coste -unos 10 millones de maravedíes- y las circunstancias familiares impidieron su finalización. Tras la muerte del conde y su heredero, fue su viuda quien se opuso a continuar con las obras, por lo que solo se levantó parte del diseño original. A pesar de quedar inacabado, el palacio ha servido de inspiración para otros edificios emblemáticos de España como la Academia de Caballería de Valladolid, el Museo Arqueológico de Sevilla o el Palacio de la Diputación de Palencia. En 1929 fue declarado Monumento Nacional.
Usos y remodelaciones
Durante la Guerra de Independencia, el palacio fue utilizado como hospital militar, lo que provocó graves daños en su estructura. En el siglo XIX, parte del edificio fue cedido a la Escuela de Nobles y Bellas Artes de San Eloy. Con el matrimonio de la VIII condesa de Monterrey y el X duque de Alba, pasó a formar parte de la Casa de Alba.
En el siglo XX, los duques don Luis y doña Cayetana emprendieron una profunda restauración para devolverle su antiguo esplendor. Hoy, el palacio no es solo una joya arquitectónica visitable: es la residencia del actual duque de alba, Carlos Fitz-James Stuart y Martínez de Irujo en la ciudad. Los relojes siempre en hora, los dormitorios cerrados al público y los guardianes que habitan de forma permanente el palacio, lo mantienen aún con mucha vida.
Sala de la duquesa
1 /
Subiendo las escaleras desde el recibidor hasta el vestíbulo de la segunda planta, encontramos la sala de la duquesa o salón verde. Este espacio guarda parte de la colección artística del palacio, alberga algunas de sus piezas más valiosas, especialmente relacionadas con Santa Teresa de Jesús quien mantuvo una estrecha amistad con la duquesa de Alba en aquella época, doña María Enríquez de Toledo y Guzmán, esposa del gran duque Fernando Álvarez de Toledo.
Destaca entre ellas, un tesoro excepcional: tres de las diez llaves que abren el sepulcro de la santa, repartidas entre la priora del convento de Alba de Tormes, la orden carmelitana en Roma y la Casa Real. La sala también conserva una chimenea original del siglo XVI con el escudo del conde de Monterrey, un retrato de Santa Teresa y otro del gran duque Jacobo Fitz-James Stuart.
Sala del Gran Duque
1 /
Como en todas las residencias de la Casa de Alba, el palacio reserva una gran sala al Gran Duque de Alba, uno de los personajes más ilustres del linaje Álvarez de Toledo -apellido original de la familia-, perdido en el siglo XIX tras la muerte sin descendencia de la XIII duquesa, inmortalizada por Goya. El ducado pasó entonces a su sobrino, el duque de Berwick, James Fitz-James Stuart, cuyo apellido perdura hasta hoy.
El Gran Duque, representado en un retrato de Alonso Sánchez Coello, está considerado como uno de los mejores generales del mundo y estuvo al servicio de Carlos V y Felipe II. Estratega y humanista brillante y protector de figuras como Santa Teresa de Jesús, su vida terminó marcada por un conflicto personal con la monarquía: defendió a su hijo don Fadrique, que se negó a casarse, impuesto por la reina Ana, con una dama. El gesto fue considerado una ofensa por Felipe II que encarceló al hijo y exilió al duque. Sin embargo, poco después lo necesitó para liderar la batalla que incorporó Portugal a la Corona española. El duque terminó sus días en Lisboa, apartado de su familia.
Salón principal
1 /
Esta estancia, hoy cerrada y acristalada, fue originalmente una galería al aire libre que servía como solana o zona de paso para las damas. Durante las reformas realizadas en los años 40 y 50 se decidió cerrarla e incorporarla como parte habitable del palacio, ya que solamente era funcional la planta inferior.
El proyecto fue encargado al arquitecto Cabañes, quien respetó la estética renacentista original inspirándose en la Universidad de Alcalá de Henares, diseñada por el mismo Rodrigo Gil de Hontañón, autor también del palacio.
La joya de esta sala son dos paisajes del pintor José de Ribera, descubiertos por sorpresa en 1982 por doña Cayetana en los sótanos del palacio. Incicialmente atribuidos a autores italianos, durante su restauración apareció la firma de Ribera. Se trata de sus únicos paisajes conocidos, dos piezas exclusivas dentro del panorama artístico del Siglo de Oro.
Comedor
1 /
Esta estancia mantiene su función original: es donde come el actual duque cuando se hospeda en el palacio. Destaca el alfarje mudéjar de madera policromada, original del siglo XVI, una pieza comprada por doña Cayetana al Convento de las Dueñas en el siglo XX.
A ambos lados de la mesa se conservan armarios con vajillas inglesas que aún se utilizan, una de ellas de la firma Pickman, de la antigua Cartuja inglesa. Presidiendo la sala, cuelga una peculiar obra del pintor holandés Melchior de Hondecoeter, conocido como «el Rafael de las aves». Una escena cargada de tensión muestra a un ave rapaz saliendo del marco, amenzanado a los polluelos, mientras el gallo y las gallinas intentan defenderlos. Completan la decoración dos tapices flamencos del siglo XVII, tejidos en seda y lana, que representan escenas mitológicas de la diosa de la caza, Diana.
Cuarto de estar
1 /
Más pequeño y sobrio que el salón principal, este espacio de uso privado ofrece un ambiente cálido y acogedor. Probablemente era la estancia más utilizada por doña Cayetana, ya que cumple la función de cuarto de estar diario, en contrastre con el salón principal reservado para recepciones y reuniones formales.
Antiguamente conocido como el «cuarto del televisor», conserva elementos qu reflejan su carácter íntimo y funcional: una chimenea más sencilla, radiadores visibles, paredes con papel pintado y un pequeño espacio tipo ropero, en claro contraste con otras salas del palacio.
Baño talaverano
El baño de la planta está bañado en azulejos de Talavera de la Reina del siglo XVIII que fueron traídos del palacio del Conde-Duque de Olivares y se colocaron en los años 50. Tanto la grifería como los lavabos son de Ruiz de Luna, la casa más importante del municipio manchego.
Despacho del duque
1 /
Esta sala de estilo inglés funciona como despacho y sala de lectura. Conserva el papel pintado original, un techo más bajo que el resto del palacio y una chimenea singular, la única hecha en mármol rosa italiano. Sobre el escritorio destaca un poema manuscrito de Miguel de Unamuno, cuyo retrato cuelga justo encima. El escritor vivía muy cerca del palacio, solía observar la torre desde su balcón y la convirtió en inspiración para varios de sus poemas. Además, existió una relación personal entre Unamuno y la familia: el duque don Jacobo intercedió para que el escritor recuperara su cátedra, en reconocimiento a su figura intelectual.
Dormitorio del Rey
1 /
Ubicado en la torre de entrada, este dormitorio ocupa una suite que se extiende por toda la estrcutura. En una de sus camas durmió el entonces príncipe Don Juan Carlos I, en los años 50-60. Su abuelo, el rey Alfonso XIII, también se alojó en el palacio antes de las grandes reformas, cuando los dormitorios aún estaban en la planta inferior. Espacios que ahora ocupan las habitaciones privadas y cerradas al público donde duerme la familia cuando visita la ciudad.
Los bancos o 'poyos' bajo las ventanas recuerdan que esta zona fue originalmente un corredor de damas, donde aprovechaban la luz natural para leer, bordar o conversar. Subiendo unas escaleras estrechas de madera, se llega a la parte superior de la suite, donde incluye un baño privado, todo un lujo para su época, con moqueta y estilo inglés, así como un armario que hace las veces de vestidor. Desde allí, otra escalera empinada conduce al torreón o terraza privada de la suite.
Torreón
1 /
Esta terraza privada ofrece una de las mejores vistas del casco histórico de Salamanca. Se divisa la Universidad Pontificia, parte de la catedral, el convento de Las Úrsulas, la iglesia de la Purísima y, por supuesto, la propia arquitectura del palacio.
Llaman la atención los sombreretes de las chimeneas, únicos en la ciudad. A diferencia de lo común en la arquitectura española de la época, el palacio adoptó un modelo inspirado en la tradición francesa: chimeneas altas y muy decoradas, símbolo visible del poder de la familia. Cuanto más alta y ornamentada la chimenea, mayor era el estatus del linaje. Están ricamente decoradas con elementos platerescos: el escudo de los Fonseca, medallones, crestería tallada y figuras como un león sujetando el blasón del conde. Como en otras estancias nobles del palacio, el torreón conserva su alfarje original -restaurado- del siglo XVI.
Zona de servicio: pasillo de las celdas
Esta zona, construida a finales del siglo XIX y comienzos del XX, alberga los dormitorios del antiguo servicio. A diferencia de las estancias nobles, diseñadas para impresionar, la arquitectura responde a criterios puramente funcionales: pasillos estrechos para optimizar el espacio, tuberías y radiadores a la vista, siguiendo el modelo británico de las zonas de servicio.
1 /
Los dormitorios son amplios y se conservan casi intactos. Todos tienen luz natural gracias a su orientación hacia el jardín y mantienen su mobiliario original: cama, armario, mesilla y silla. En algunas puertas, se observa un pequeño agujero en la parte inferior, probablemente utilizado como gatera para los gatos del personal. El pasillo está decorado con láminas enmarcadas de la revista «Blanco y Negro», realizadas por varios artistas destacados de la época.
Al fondo, una puerta da acceso directo al jardín y una escalera interior conecta con las plantas superiores, permitiendo al servicio moverse por el palacio sin ser vistos. Esto responde a una lógica precisa, casi como una tela de araña cuidadosamente tejida para garantizar la eficiencia sin interrumpir la vida familiar del palacio.
Zona de servicio: pasillo de los espacios de trabajo
Este pasillo concentra los antiguos espacios de uso doméstico y logístico. Comenzando por el lavadero que conserva su pila original y las cuerdas del tendedero, más adelante el cuarto de estar, un comedor y un dormitorio privados y cerrados al público, ya que, cuando el duque se aloja en el palacio, su servicio utiliza estas estancias.
Uno de los espacios más singulares es el cuarto frío, una antigua casi anti cocina que funcionaba como nevera o congelador antes de la existencia de los electrodomésticos. En esta se almacenaba hielo, carne, pescado y conservas, y también se realizaban los despieces previos a la cocina. Hoy en día, el servicio lo utiliza como despensa.
Lavandería
Cocina
Anti cocina o sala fría
1 /
Junto a él se encuentra la cocina, de leña y del siglo XX, aunque ya no se usa para cocinar aún se calientan o montan platos en ella. La estancia alberga utensilios originales: una colección completa de sartenes y cazuelas bañadas en bronce -con sus tapas y moldes-, un molinillo antiguo de café con rodillo y una colección de pesas.
Al final del pasillo, una puerta cerrada conduce a la vivienda de la guardesa del palacio, quien reside allí junto a su familia de forma permanente.
Otros detalles que no sabías
Postales gigantes: en el vestíbulo superior del palacio, frente a las escaleras, hay cuatro cuadros de autores de la escuela de Canaletto con paisajes venecianos muy realistas que llaman la atención. Estas «vedutas» -vistas en italiano- las solían adquiri aquellos extranjeros que participaban en el «Grand Tour» -recorrido por las principales urbes europeas que ayudaban a completar la formación de jóvenes aristócratas del siglo XVII- a modo de postales gigantes y de recuerdo de su estancia en las ciudades, principalmente en Venecia.
Mangueras antiincendios: cuando aún no existían los extintores ya había una legalidad contra incendios y se exigía que ciertos edificios de gran magnitud tuvieran mangueras antiincendios. Por eso, el palacio conserva todavía las originales de época repartidas por los diferentes pasillos.
Reloj del comedor: a modo de «cuco» el reloj del comedor, situado frente a la mesa, bajo la pintura de las aves, tiene un titilar peculiar que da las horas, los cuartos y las medias.
Montaplatos: al igual que en muchos restaurantes modernos, el palacio cuenta con un montaplatos ubicado en la torre central. Este sistema conecta la cocina y la zona de servicio con un office anexo al comedor, lo que permite que la comida llegue de forma rápida y directa para ser servida en el momento. Está hecho de madera y originalmente era manual mediante un sistema de poleas pero, con el tiempo, se ha modernizado y es eléctrico. Cuenta con un botón conectado a una campana que avisa al comedor de que «la comida está lista». Además, incluye un pedal inferior que permite subir o bajar la plataforma.
Cadenas: por encima de la puerta de entrada al palacio, hay una cadenas que señalan que el Rey Alfonso XIII ha dormido allí. El único rey que ha dormido en este palacio.
Las antiguas caballerizas y sótanos del palacio, por los que se accede bajando unas escaleras bajo la zona de servicio, se mantienen permanentemente cerrados al público manteniendo así ocultos sus secretos.