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Cuando era niño siempre decía que jamás sería peluquero porque no le gustaba cómo le trataban. Ahora, después de cuarenta años cortando el pelo a hombres y con una jubilación activa, se niega a dejar su trabajo. «Me encanta lo que hago», reconoce Álvaro, que regenta una peluquería de caballeros en el barrio del Oeste desde hace más de tres décadas. Empezó de joven como aprendiz -«porque antes era así»- y estuvo durante cuatro años absorbiendo prácticas de un profesional hasta que fue él quien se hizo experto en conocer las cabezas de los clientes.
Tanto, que ya son cuatro las generaciones que han pasado por la peluquería Álvaro. «Ahora me vienen los bisnietos de los abuelos que ya han fallecido», asegura. Los clientes que entonces se movían inquietos en la silla con temor a la tijera ahora dan la mano a sus hijos y ese es el mayor reconocimiento del éxito de esta peluquería de barrio. «Es difícil que alguien que lleva años conmigo se cambie de peluquero», aseguro. Y es que establecer un vínculo con un peluquero de confianza que sólo con entrar por la puerta ya sabe cuál es el corte habitual no es sencillo.
Negocios de toda la vida
Sin embargo, cuando se entabla esa conexión, trasciende la relación profesional. Precisamente eso le pasa a Álvaro con sus clientes de toda la vida que, después de décadas yendo a cortarse el pelo a este local, un día la vejez les impide seguir con su rutina. «En casos de clientes que son muy mayores y ya no pueden venir, o enfermos, voy a su casa o a las residencias a cortarles el pelo. Es una forma de devolverles todos estos años», asegura. Esa generosidad mutua forjada a lo largo del tiempo y que se demuestra también en los malos momentos. «Me creo obligado a hacerlo», explica.
Es ese resultado personal lo que le hace contestar que sí sin dudar a la pregunta de si volvería a ser peluquero. «Ahora disfruto más», añade. Aunque reconoce que montar ahora una peluquería de caballeros es complicado. «Si es mixta hay más variedad porque las mujeres frecuentan más la peluquería», añade. Sin embargo, a pesar de esta afirmación que resulta evidente, las barberías en Salamanca y en otras ciudades parecen emerger constantemente.
Las barberías florecen en las ciudades. Cada vez más negocios de este tipo anuncian su apertura en las calles y profesionales de toda la vida, como Álvaro, se preguntan cómo han aprendido a cortar el pelo. «Ahora en una semana ya saben cortar, yo estuve casi cinco años para conocer todos los tipos de cabezas», explica. No es tanto el tipo de corte, es que hay «miles de cabelleras distintas y ahora parece que en una semana ya saben cortar todos los tipos de pelo», añade.
Sólo de aprendiz ya forjó «el callo de manejar las tijeras con los dedos» y ahora lamenta que la forma de trabajar haya cambiado. «A día de hoy no sé cómo enseñan pero en un mes no pueden aprender, eso se lo digo a cualquiera: sólo los años te hacen la experiencia», apunta contundente. Y después de más de cuarenta años con las tijeras en la mano, está claro que ninguna cabeza se le resiste e intenta que ningún chaval reniegue de los peluqueros como hacía él por cómo le trataban.
«Madrugaba para que me atendieran rápido y siempre salía tarde, eso me sirvió para implantar siempre las citas en el negocio», asegura. Aunque reconoce que si tiene un hueco libre, «le arregla sin problema», esa organización le ha servido para intentar que el cliente nunca se vaya decepcionado. «Siempre los intento cuidar». Esa afirmación explica que, a pesar de los años, los cambios de tendencia, la competencia, sigan eligiendo a Álvaro para que le coja con boli en su pequeña agenda la próxima hora.
Después de más de cuarenta años ha visto las idas y las vueltas de todas las modas, Álvaro lo tiene claro: «Todo está inventado». «Lo que piden ahora es el corte de los marines que entonces era algo que estaba asociado a la Policía Militar», explica. Ahora las connotaciones han cambiado y, aunque el corte es similar, se incorporan algunos detalles que entonces eran impensables. «Ahora hay gente especializada en hacer dibujos pero no es un corte de pelo», puntualiza. Porque en lo que a cortes de pelo se refiere y después de casi medio siglo forjando el callo, pocos se le resisten.
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