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A veces basta con girar la esquina de una calle cualquiera para encontrarte con un lugar que parece sacado de Internet. Calles con encanto, jardines escondidos, murales inesperados o rincones que parecen sacados de una película indie. Sitios donde la luz cae justo como debe, los colores encajan sin esfuerzo y cada detalle parece pensado para una foto perfecta. No necesitan filtros ni escenarios artificiales: su belleza está en lo auténtico, en lo que transmiten sin decir nada. Son esos espacios que podrías ver en Pinterest, Instagram o en la portada de una revista de viajes… y que, por suerte, también existen fuera de la pantalla.
En Salamanca, entre historia, piedra dorada y tapas al sol, hay rincones que sorprenden por lo bonitos que son. Algunos están a la vista de todos, pero pocos se paran a mirarlos con calma. Otros se esconden detrás de fachadas discretas o al final de una calle tranquila. Esta ciudad, conocida por su universidad y su patrimonio, también guarda una cara más visual, inspiradora y, por qué no, 'pinterestera'. Una belleza que no siempre aparece en las guías, pero que está ahí, esperando entre sombras, reflejos y paredes con historia. Y solo basta con saber dónde y cómo mirar.
La Casa Lis: modernismo entre piedras doradas - Entre tanta piedra dorada y arquitectura histórica, la Casa Lis irrumpe como una joya de cristal y color que nadie espera. Su fachada modernista, con vidrieras que cambian de tono según la luz del día, parece sacada directamente de un tablero de Pinterest sobre escapadas artísticas. Lo curioso es que, desde la ribera del río Tormes, la vista de la Casa Lis enmarcada por el puente de piedra y la vegetación parece de otro país. Dentro, el ambiente es igual de estético: vitrales que proyectan luces de colores, escaleras con detalles art nouveau y techos que parecen sacados de una peli francesa.
Y por la noche, cuando las luces interiores se encienden, la Casa Lis se transforma en un faro de color que destaca en el paisaje urbano. Es un contraste vibrante frente a la sobriedad de la piedra salmantina que la rodea. Además, sus jardines, cuidados con mimo, invitan a pasear y a detenerse en cada rincón, como si el tiempo se diluyera entre sus flores y sus fuentes. Es un lugar que no solo se ve, sino que se siente, y que ofrece una experiencia visual que difícilmente se olvida.
La calle Compañía: el encanto silencioso de la piedra - La Calle Compañía es una de esas calles que lo tiene todo sin presumir de nada. Empedrada, tranquila y con esa luz dorada tan típica de Salamanca, tiene como telón de fondo la imponente Clerecía y a un lado la fachada de la Universidad Pontificia. Es un lugar que no necesita filtros: la textura de los muros, las puertas antiguas de madera, los faroles… todo parece colocado con mimo. Al atardecer, cuando la luz cae en diagonal, esta calle se convierte en un túnel del tiempo con estética de editorial de moda o de película histórica.
Pasear por ella es dejarse envolver por la calma que solo un lugar con tanta historia puede ofrecer. Los pequeños detalles aportan un toque cálido y vivido que contrasta con la solemnidad de sus edificios. Además, el sonido de los pasos sobre el empedrado parece marcar el ritmo pausado que invita a detenerse y mirar. En definitiva, la Calle Compañía es ese rincón donde el tiempo parece detenerse para dejar que cada instante sea una imagen perfecta.
Puente Romano y skyline de la ciudad: postales que parecen renders - Si hay una imagen que resume la magia visual de Salamanca es la del Puente Romano con el skyline de la ciudad al fondo. Desde allí se puede ver la Catedral en todo su esplendor, elevándose sobre los tejados como si fuera una maqueta perfectamente diseñada. El contraste entre el puente de piedra, las aguas del Tormes y el cielo en tonos pastel al amanecer o en dorado al atardecer lo convierte en un lugar que parece irreal.
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A cada paso sobre el puente se siente la historia bajo los pies, mientras el murmullo del río acompaña la vista. Las barandillas, desgastadas por siglos de viajeros, enmarcan un paisaje que cambia con las estaciones, desde verdes intensos en primavera hasta la calidez otoñal. Además, por la noche la iluminación del puente y los edificios crea un reflejo dorado en el agua que parece suspendido en el tiempo. Es, sin duda, uno de esos lugares donde la realidad supera cualquier composición artística.
El Huerto de Calixto y Melibea: un jardín con alma de novela - Oculto entre las murallas y con vistas privilegiadas al Tormes y a las torres de la Catedral, el Huerto de Calixto y Melibea es uno de esos sitios que, si no te llevan, puede que nunca descubras por tu cuenta. Tiene bancos de piedra, plantas trepadoras, árboles que dan sombra y una calma difícil de encontrar en pleno centro. Es fácil imaginar allí a personajes literarios susurrando secretos o escribiendo cartas de amor porque cada rincón del jardín tiene un encanto natural, sin artificios. Y, por supuesto, esas vistas que parecen pintadas.
La luz que se filtra entre las hojas crea juegos de sombras que cambian con el día, haciendo que cada visita sea única. Además, el silencio invita a la reflexión o simplemente a desconectar del ruido urbano. Este huerto es un pequeño tesoro donde el tiempo parece detenerse, regalando momentos de serenidad en medio del bullicio salmantino.
Murales del Barrio del Oeste: arte urbano con sabor local - La ciudad no solo es piedra, historia y sobriedad porque el Barrio del Oeste rompe todos los esquemas. En cada esquina, persiana o fachada aparece un mural diferente, lleno de color, crítica, humor o simplemente belleza. Este barrio se ha convertido en una galería de arte al aire libre, pero sin perder su esencia local. Y se pueden encontrar desde retratos gigantes hasta ilustraciones minimalistas, frases potentes o collages con spray. Lo mejor es pasear sin rumbo fijo, dejarse llevar y descubrir qué nueva obra ha aparecido desde la última vez.
Cada mural cuenta una historia, refleja la voz de la comunidad o lanza un mensaje que hace pensar. Los colores vibrantes y las formas atrevidas contrastan con la arquitectura tradicional, creando un diálogo visual que despierta la curiosidad. El Barrio del Oeste es, sin duda, un espacio donde la creatividad urbana y la identidad local se funden para sorprender a quien lo recorra.
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