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Ismael Martín Mora en la plaza de toros de Salamanca, La Glorieta J. M. García
Relato charro

El torero de Salamanca que sueña con devolver a la ciudad su grandeza taurina

Ismael Martín Mora es una joven promesa del toreo que con sólo 22 años ha despertado pasiones entre los aficionados salmantinos gracias a su técnica y destreza en el ruedo

Viernes, 7 de noviembre 2025, 14:05

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Desde que su abuelo le llevaba a ver a los toros, supo que su destino estaba en el ruedo.

Nacido en Zúrich (Suiza) en 2003 y criado entre los ruedos de Salamanca, Ismael Martín descubrió los toros en La Glorieta, sentado en las rodillas de su abuelo. Tras fallecer su abuelo, se alejó temporalmente del mundo taurino hasta que uno de sus primos, alumno de la Escuela de Tauromaquia de Salamanca, le volvió a acercar al entorno. A los 9 años ingresó en la Escuela, donde permaneció hasta los 19. En 2022 debutó con caballos y en 2024 tomó la alternativa en Burgos -se convirtió de novillero a matador-, consolidándose como una de las jóvenes promesas del toreo salmantino.

- ¿En qué momento te das cuenta de que quieres dedicarte al toreo?

Desde que entré a la Escuela de Tauromaquia de Salamanca nunca pensé en dedicarme a otra cosa que no fuera el toreo. Estaba inscrito en actividades extraescolares como baloncesto o fútbol, pero lo que realmente me llenaba era intentar ser torero. Al principio lo vivía como un juego, aunque con el tiempo aquel juego se convirtió en mi profesión y acabó haciéndose realidad. Me di cuenta de ello cuando los adultos comenzaron a tomarme más en serio. Al ser un niño, te hace madurar muy pronto en la profesión. Me di cuenta de que realmente quería ser matador de toros. Apenas con 10 u 11 años, tras uno o dos años en la escuela, ya sabía con certeza que ese era mi destino.

- ¿Exige mucho la profesión?

Sí, se te mete el gusanillo pero también la presión. En 2017, con tan solo 14 años, maté a mi primer becerro en Turleque (Toledo) y desde entonces no he dejado de torear. No ha habido ningún año en el que no haya toreado menos de 10 festejos. Incluso durante la pandemia, época que frenó las carreras taurinas pero que a mi me permitió madurar, tanto en lo personal como en lo profesional. Más tarde, en mi etapa con caballos como rejoneador, pude pisar plazas de primera categoría como Sevilla, Madrid o Valencia. Ese mismo año, tras participar en San Isidro, tomé la alternativa en Burgos. Fue un sueño hecho realidad, algo de lo que me siento muy orgulloso después de todo el esfuerzo que ha hecho mi familia para que yo pudiera estar allí. Cuando entré en la Escuela de Tauromaquia de Salamanca, decidimos volver desde Suiza para que yo pudiera cumplir mi sueño. Actualmente atravieso mi segunda temporada como matador. Es algo muy bonito vivir como torero, hacer lo que más te gusta, y más aún después de todo el esfuerzo que ha hecho mi familia para ello.

- ¿Cómo es un entrenamiento de torero? ¿Tu día a día?

Mi rutina comienza entre las 8 y las 8:30 de la mañana, con carrera y ejercicio físico hasta las 10:30 o 11. Después practico toreo de salón con dos banderilleros, uno de los cuales actúa como mi «coach», aconsejándome en su técnica. Sobre la una de la tarde concluye el entrenamiento de salón. Tras la comida, retomo el trabajo, aunque de forma más relajada, completando así una jornada de entrenamiento que dura prácticamente todo el día.

- ¿Qué es lo que más te ha costado de esta rutina?

Lo más difícil ha sido el entrenamiento físico. Necesito a alguien que esté encima de mí para arrancar, pero una vez empiezo me encanta hacer circuitos, cambios de ritmo y correr. Me considero constante y disciplinado, pero reconozco que un apoyo externo es fundamental. Por ello cuento con un preparador físico al que considero un gran respaldo.

- ¿Cómo es el proceso de conocer al toro antes de una lidia?

Lo conozco en el campo, aunque no siempre me gusta ver al que voy a torear. Lo que sí disfruto es visitar la ganadería cuando me llaman para tentar, informarme sobre el encaste, el semental o el origen del toro. Para mí, conocer diferentes encastes y ganaderías me amplía la visión del toreo. Creo que eso es muy bonito y me gustaría que el aficionado también pudiera acceder a esa información.

- Una de las cosas que más sorprende es tu técnica de correr hacia atrás. ¿Cómo te preparas para ello?

Lo hago como una forma de dar variedad al tercio de banderillas. Se trata del llamado «par de la moviola», inventado hace tiempo y poco frecuente en la actualidad. El último matador que lo utilizó con regularidad fue mi padrino de alternativa, El Fandi. Es un par muy espectacular, a la gente le gusta mucho y no se suele ver, por eso decidí entrenarlo e incorporarlo a mi faena. Aunque físicamente exige fuerza, técnicamente no me resulta complicado.

- ¿Qué sientes al estar frente al toro? ¿Qué se te pasa por la cabeza en ese momento?

Es un sentimiento extraño pero muy bonito. Es cuando me expreso ante el público. Soy muy vergonzoso en otros actos, pero delante del toro me abstraigo de todo; siento que estamos solos él y yo. Estoy concentrado en cómo debe salir la faena, cómo darle el muletazo, cómo picar o poner las banderillas para que aguante hasta el final. Parece difícil olvidarse de que miles de personas te están mirando pero, para mí, es el momento en que soy más feliz. También improviso mucho, pero siempre estoy preparado para adaptarme a la embestida de cada toro, con el objetivo de que la faena alcance un nivel que el público perciba como un verdadero espectáculo.

- ¿Has sentido miedo alguna vez?

Gracias a Dios, miedo como tal no, pero sí respeto. Todos los toreros sentimos algo de miedo, aunque más antes de salir a la plaza que delante del toro. Le temo más a lo que pueda pasar en el ruedo y a cómo se reciba la faena. Es miedo al fracaso, realmente.

- ¿Te gustan los animales?

Me fascinan. Tengo un gato y un perro, y siempre he convivido con animales. Son compañía. De hecho, me encantaría tener una finca para poder tener más.

- ¿Eres supersticioso? ¿Tienes alguna manía antes de salir al ruedo?

Mucho, y cada vez más. Mis manías empiezan en la comida: en Salamanca sólo como un filete, que nunca termino aunque tenga hambre. Luego subo a la habitación, monto la capilla con las vírgenes, rosarios y mi colgante siempre en el mismo orden y lugar. Al vestirme, comienzo por la pierna derecha, lo mismo al ponerme la chaquetilla. Antes de salir del hotel, abrazo uno por uno a los miembros de la cuadrilla deseándoles suerte. Ya en la plaza, entro con el pie derecho y procuro atender siempre al público que me espera en la puerta. Justo antes de salir, en el patio de cuadrillas, me coloco a la izquierda y miro el reloj para saber la hora de inicio. Además, piso tres veces con la pierna derecha y toco la madera.

- ¿Algún símbolo o rasgo personal con el que te gustaría que te recordaran?

Me gustaría que me recordaran por mi forma de ser y mi manera de torear. Que la gente recuerde que Ismael Martín sabe poner banderillas, pero también sabe torear con variedad y conectar con el público. Eso es lo que busco: que mi toreo evolucione y llegue cada vez más.

- ¿Qué sientes al escuchar los aplausos de miles de personas? ¿Crees que puedes devolver a Salamanca el esplendor taurino de antaño?

Ojalá. Es muy difícil igualar a maestros como El Viti, El Niño de la Capea o Julio Robles, pero en los últimos años están saliendo jóvenes toreros salmantinos con muchas ganas, como mi compañero Marco Pérez, Raquel Martín como mujer torero, Julio Norte o El Mene. Hay una cantera muy buena, y eso mantiene vivo el interés del aficionado. Recuerdo especialmente mi última corrida, en la que sustituí al maestro Manzanares. Sentí cómo la gente se volcaba conmigo y con Marco. Lo bonito es esa rivalidad sana que al público le recuerda un poco a la de los maestros Robles y Capea. Aunque creo que aún es pronto para compararnos a ese nivel, esa competencia es lo que les atrae.

- ¿Qué sientes al salir por la puerta grande? ¿Lo habías imaginado?

Sí. Desde que empecé, creo que nunca he salido andando. En 2019 le corté el rabo a un novillo de Esteban Isidro y desde entonces siempre he salido por la puerta grande. Salamanca me ha acogido con un cariño especial. Antes de que salga el toro siento esa cercanía del público, como si me abrazaran y tranquilizaran. Gran parte de la responsabilidad que llevo se me quita al verles tan entregados conmigo.

- ¿Guardas tus logros? ¿Alguna oreja, algún rabo?

Sí, desde que empecé. Guardo el rabo que corté en Salamanca en 2019. En 2023, como novillero con caballos, corté tres orejas y la cabeza de mi segundo novillo, que conservo en casa. También guardo la cabeza del toro del concurso de Garcigrande, tras cortarle dos orejas, y la de un toro de García Jiménez, recuerdo de mi primera corrida con el maestro Morante de la Puebla. Además, conservo la cabeza del toro de mi alternativa: fue muy bravo y me hizo sentir cosas muy especiales. para mí es un trofeo único.

- ¿Tienes algún ídolo de la profesión?

Siempre me ha inspirado el maestro José Tomás. Hoy en día mi mayor referente es El Fandi, el espejo en el que me miro, aunque también admiro a los maestros Morante de la Puebla, Manzanares y Talavante. Intento recoger aspectos de sus tauromaquias, no para parecerme a ellos, sino para enriquecer mi estilo y seguir creciendo.

- ¿Dónde te gustaría torear? ¿Cuál es tu gran sueño?

Mi sueño, como el de todos los que empezamos, es llegar a Madrid, que me embista un toro y poder salir por la puerta grande de Las Ventas. Es una meta clara que tengo clavada en el corazón. Quiero seguir triunfando en todas las plazas, pero siento que necesito esa en concreto para seguir creciendo.

- En una frase, ¿qué es para ti torear?

Para mí, torear es el mayor sentimiento que puedo expresar sin palabras, sólo con gestos. Que la gente perciba lo que quiero transmitir es lo más bonito. Cuando pego una tanda de derechazos o un natural bueno y veo al público de pie aplaudiendo, no lo cambio por nada.

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