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Llegar, dejar las llaves y olvidarse. En los parking más tradicionales de Salamanca todavía se atiende personalmente a clientes, muchos de ellos vecinos y usuarios de toda la vida, que dejan en manos del personal sus coches en locales de donde se los pueden llevar lavados o con la batería cambiada. Son los garajes de lavado y engrase, un eco del pasado con un pequeño ramillete de supervivientes que se enfrentan a un nuevo reto: el cierre del centro al tráfico.
Según los datos del Observatorio Urbano de Salamanca, en la capital se contabilizan 4.925 aparcamientos, garajes y cocheras con las que cuenta la ciudad, de los cuales 2.200 con garajes colectivos convencionales, aproximadamente la mitad son cocheras y sólo 19 son aparcamientos públicos. De los 2.200 garajes de viviendas y locales, sólo once mantienen todavía el antiguo servicio de lavado y engrase y dos de ellos están en el perímetro que se cerrará al tráfico.
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Son una mínima parte de la oferta de aparcamiento, pero constituyen la resistencia de un modelo de negocio que ahora se va a ver afectado por las futuras restricciones a la circulación que, a partir del próximo día 1 de enero, tiene que poner en marcha el Ayuntamiento. Negocios con cuatro y cinco décadas a sus espaldas que tendrán que adaptarse, una vez más, a los cambios que ha sufrido la circulación en el centro de Salamanca.
La ordenanza está en fase de redacción y a falta de concretar muchos detalles importantes: si habrá alguna limitación en función de etiqueta DGT, las excepciones a la norma, los plazos y fechas... Sí se sabe que habrá permisos para residentes y otros servicios, que podrán acceder sin temor a las multas de las cámaras azules. Entre las autorizaciones, las de usuarios de parking o para ir a hoteles, lo que despeja bastante las incógnitas para los parking del centro, pero no del todo.
45 años abiertos
En la plazuela de la biblioteca Gabriel y Galán abre sus puertas desde hace 45 años Garaje Hispano, uno de los últimos con lavado y engrase del centro de Salamanca. No es el único negocio de este tipo en la zona, a pocos metros existe otro. Lo regenta Jesús, natural de Rollá, que recuerda incluso el día en el que llegó aquí: el 1 de julio de 1978.
Mientras se come una manzana, asegura que todavía no piensa en jubilarse y que el local seguirá abierto. Dentro, algunos coches tan veteranos como el negocio. Su capacidad es de unos veinte vehículos en la planta superior, a la que se accede por una pequeña rampa. En la planta inferior tiene un lavadero, «pero no lo uso porque estoy solo».
Sí que mecaniquea todavía y da ese servicio. Un pequeño taller, baterías, latas de aceite... atestiguan la actividad. Su clientela está formada por vecinos de toda la vida de este barrio, del mismo bloque donde tiene su garaje; él mismo vive puerta con puerta, de la de su garaje a la del portal.
Cree que no le afectará la limitación a la circulación de coches porque no está en el perímetro interior de la ZBE. La Zona de Bajas Emisiones afectará fundamentalmente a la almendra central de Salamanca, casi todo calles ya peatonalizadas donde el tráfico es, teóricamente, limitado, pero donde acceden vecinos, emergencias, taxis, carga y descarga...
Peatonalizaciones
Otros 45 años abierto lleva Garaje Le Mans en la plaza de Los Bandos, uno de los más céntricos de la ciudad. Es otro de esos negocios 'de toda la vida', pero con cierta renovación generacional. Verísimo lleva trabajando aquí 15 años junto con varios empleados.
El parking cuenta con 110 coches en una planta que se aprovecha al máximo. Este es uno de esos garajes donde todavía te aparcan el coche para optimizar el espacio disponible. Hay confianza entre los clientes habituales y también se transmite a los ocasionales.
Todavía hacen lavado de coches, de hecho, están prestando un servicio en el momento de la visita. La mayoría son clientes de toda la vida. También cobran, a la actual gerencia le gusta que sea un servicio tradicional.
Su única planta está decorada con alguas frases clásicas de la sabiduría popular de Salamanca escritas sobre sus llamativas vigas amarillas. En una pequeña vitrina sobreviven recuerdos de los primeros tiempos: una secadora para las balletas, aceiteras para engrasar, un cartel en chapa de una carrera...
«Sabemos que van a seguir entrando coches porque para ir al parking está permitido», dice Verísimo, al que no le preocupa la afluencia de clientes porque hace años que está abierto en una zona que ha ido sufriendo más y más limitaciones al tráfico, vinculadas a la peatonalización. Sin embargo, sí hay un problema que se puede acentuar.
«A veces tenemos que ir a buscar clientes, trabajamos con hoteles, que se pierden desde que cortaron el acceso de Gran Vía, y el GPS les manda por la calle Zamora», comenta. Un problema que ya tienen todos los aparcamientos, comunitarios, públicos y particulares, en el centro y que se va a acentuar.
Vehículos con años
El acceso al centro va a ser un gran problem para Garaje Azucena. Al frente de este pequeño local está Roberto, que hace siete años tomó el relevo de su padre, que estuvo 40 años en el negocio. Cuenta con 35 plazas en un garaje que es de la comunidad de vecinos y propietarios, que son la mayoría de clientes, aunque hay algunos ocasionales.
Todavía hacen alguna tarea de mecánica y lavado de coches. Roberto cree que con el cierre al tráfico «nos va a ir mal, con el tiempo tendremos que cerrar, va a ser mal para mí y mal para el centro porque la gente dejará de venir». Su reflexión va más allá de la restricción por la ZBE municipal, ya que considera que en el futuro las normativas no permitirán seguir circulando con coches veteranos.
Asegura que, con las restricciones, perderá clientes que dejan ocasionalmente el coche y que los propietarios también están preocupados, especialmente los que tienen coches más antiguos, porque en algún momento prohibirán circular con ellos. Él mismo señala su coche particular, un bonito coupé plateado con más de 20 años.
Asegura que antes la Policía Local tenía una web para comunicar las entradas, porque la zona es peatonal hace años, y evitar multas a los clientes, pero que dejó de funcionar; ahora lo hace enviando un mail con las matrículas, pero «cuando me voy de vacaciones, ¿qué hago?».
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