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Situaciones límite. Momentos inimaginables. Vidas difíciles de definir. La situación que atraviesa Venezuela es trágica, como las vidas de sus ciudadanos, muchos de ellos obligados a emigrar. Dejar atrás su familia, a sus amigos, el trabajo de toda una vida, para poner punto y aparte a su historia. Más que cambiar, hablamos de reconstruir de volver a vivir.
Es lo que se desprende de las palabras de Yeimary, quien acaba la charla con un «gracias por querer escucharme». La situación vivida en su país le obligó a trasladarse a España, donde lejos de lo esperado, sigue sin poder dormir tranquila. No tiene casa, no tiene trabajo y no porque no quiera, sino porque le resulta imposible por problemas administrativos conseguir el asilo. La página está caída continuamente y las llamadas son rechazadas. Lleva así cuatro meses.
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«Nuestra situación económica era insostenible -la suya y la de su pareja-. No nos daba para comer por mucho que trabajáramos. Era imposible. Así que decidimos vender nuestro coche y nuestra casa, todo lo que teníamos, para poder comprar los pasajes y llegar a Salamanca, donde tenemos unos amigos. Con ellos vivimos desde hace cuatro meses», comienza a contar la joven venezolana de tan solo 25 años.
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Pero, sus intenciones se vieron frustradas al ver casi imposible conseguir los papeles de asilo en el país. Un trámite que es necesario conseguir en el primer mes. «El proceso suele estar entre la dos y tres semanas. Llevo cuatro meses intentando conseguir una cita y no soy la única, hay muchas personas en la misma situación que yo. Supuestamente, está colapsada, pero es mucho tiempo. No puedo trabajar, ni alquilar un piso, sin papeles no podemos hacer nada», explica.
¿Cómo conseguís subsistir? «Con el dinero ahorrado que conseguimos de vender el coche y el hogar. Pero ese dinero se va acabando. Seguimos con la angustia de saber qué hacer y qué está por venir. Solo quiero poder realizar correctamente los trámites para poder empezar a trabajar», continúa.
Se ven obligados a acudir a roperos solidarios, a asociaciones, forman parte del Círculo Hispanoamericano de Salamanca, pero su ayuda de poco sirve cuando sin un papel por delante tienen las manos atadas.
«Tenemos muchos amigos venezolanos. Acudimos a la comisaría de Policía Nacional y nos dicen a todos lo mismo, que pidamos una cita. 'Seguid intentándolo hasta que lo logréis', nos dicen, y nada más», finaliza.
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