Los viñedos de Salamanca, en el punto de mira del cambio climático
Algunas bodegas de la zona comienzan a notar los efectos de una climatología extrema y adelantan la vendimia
Desde hace unos años hay quien dice que ya no hay invierno, sólo menos calor o más frío. Las percepciones que muestra la sociedad no son sólo un sensor subjetivo, sino que están avalados por los datos que proporciona la Agenci Estatal de Meteorología sobre la evolución de las temperaturas en los últimos años. Sólo este año se ha registrado por primera vez en la historia, una temperatura superior a los 30 grados en abril. Un mes caluroso donde la media en Salamanca estuvo seis grados por encima de lo normal, -22,6 frente a los 16,5 grados normales-.
Con estos datos y teniendo en cuenta las temperaturas habituales del verano, se podría decir que este año se ha adelantado un mes y la temporada estival ha comenzado en mayo. Este adelanto del verano no sólo afecta a las personas o a los animales, sino también al campo y en concreto a los viñedos. El calor prematuro que año tras año va reduciendo la primavera ha hecho que la temporada de vendimia también se tenga que adelantar: «Antes empezaba a brotar la viña en mayo, y ahora a mediados de abril. Antes vendimiábamos a mediados o finales de septiembre y acabábamos en octubre, ahora empezaremos a principios de septiembre y seguramente no lleguemos a octubre», comenta Pilar Fernández, directora del Castillo del Buen Amor.
Casi un mes de adelanto dibuja la anormalidad actual en normalidad futura. El escenario es poco optimista aún más en una zona tardía como lo es Salamanca. «Hemos llegado a vendimiar en noviembre, y si seguimos adelantándonos va a llegar un punto que nos va a tocar vendimiar en agosto», teme Pilar Fernández. Unas consecuencias que podrían tener efectos tanto en la cantidad de la cosecha final e incluso también, en la calidad.
43 olas de calor
Son las registradas por Aemet en Salamanca desde 1975: catorce han sido desde 2016
El cambio climático afecta también al sector de la uva y aunque por el momento, «no se están notando cambios en el sector», como asegura Pilar Fernández, la atención es máxima para estar precavidos de cualquier alteración extrema relacionada con la climatología. Y es que los fenómenos extraordinarios cada vez son más comunes y ponen en riesgo toda la cosecha. «Con las heladas primaverales si la viña empieza a brotar demasiado pronto corremos el riesgo de que se eche a perder, o si hay lluvias descontroladas también puede afectar a la viña», comenta.
Las previsiones cuando empieza el año agrícola son poco fiables y no pueden servir de guía para los vinicultores porque, desde septiembre hasta abril que comienza la brotación, los valores pueden ser muy cambiantes. «Nos dijeron que iba a ser un año extremadamente seco, y no ha sido así. Tenemos que actuar sobre la marcha porque no podemos trabajar por previsiones seis meses vista», explica Carlos Capilla, director técnico de la Denominación de Origen Arribes.
Lo cierto es que los dos factores que afectan a esta situación, por un lado la zona, y por otro lado la climatología, no dependen del vinicultor. «Las viñas no se pueden cambiar de sitio y no podemos controlar el tiempo que hará», asegura. No obstante, sí que se preparan para un panorama donde los fenómenos extremos les obliguen a actuar. «Si empieza a granizar siempre pues pondremos redes para minimizar los daños, o si falta el agua tomaremos medidas para coger la mejor uva posible a final de la temporada».
Ante problemas, soluciones
Sin embargo, aunque el origen del problema no esté en la mano del vinicultor, sí que lo están las soluciones. «En la actualidad se implementa más la tecnología, el conocimiento y las prácticas enológicas; lo que la naturaleza no te lo da, ahora te lo da la ciencia», asegura Carlos Capilla. Al menos este año, las lluvias se han portado en este sector y las precipitaciones de los últimos meses han salvado la cosecha. «Veníamos de meses de poquísimo agua pero lo que ha caído es suficiente para que la viña coja fuerza para el resto de la temporada», añade la directora de Camino de Buen Amor.
Un buen año que dibuja lo que será un buen vino, aunque los meses más clave aún son una incógnita. «Nos quedan los meses más importantes para valorar la calidad de una cosecha aunque de momento la planta está fenomenal y el fruto está entero, sano y con una producción por encima de la media», comenta Carlos Capilla. Para que eso se mantenga, como apostilla Pilar Fernández es necesario que julio y agosto se desarrollen con normalidad sin grandes alteraciones climatológicas. «El escenario ideal a partir de ahora es buenas temperaturas, -no extremas-, con días de temperaturas algo más frescas y un poquito de agua para la perfecta maduración», acompaña Carlos Capilla. «Que todo sea normal, ni por defecto ni por exceso».
El vino del futuro
Contestar a la pregunta de cómo será el vino del futuro resulta algo arriesgado teniendo en cuenta que depende de múltiples factores. La Federación Española del Vino evalúa el impacto de la sequía y los efectos del cambio climático en el sector vitivinícola y para ello, se ha propuesto retomar y actualizar el 'Plan de Actuación para combatir el cambio climático en el viñedo' basado en emplear una serie de medidas de adaptación al cambio climático para las bodegas a medio y largo plazo.
Aunque aún es pronto para conocer los efectos reales que tendrá el cambio climático en el vino, sí se comienzan a apreciar cambios en los gustos del consumidor que dibujan también lo que será, al menos a corto plazo, el vino del futuro. «Las condiciones climatológicas no se pueden predecir pero por ahora sí los gustos del cliente y hay una mayor preferencias por vinos más ligeros, con menos olor, menos alcohol, más fáciles de beber y con una presencia suave de la madera», comenta Carlos Capilla. Pistas que «aunque no son tesis, sí indican por dónde va el mercado».