La zapatería de Salamanca de los años 50 con clientes fieles de Miami

El cuco donde dormía Javier siendo un bebé se podía mecer desde el mostrador de la zapatería. Con tan solo once años, ya había hecho su primera venta. «Algo impensable ahora», asegura. Una infancia entre calzado. La misma que tuvo su padre. Y es que Calzados Club Verde sobrevive a una tercera generación vendiendo zapatos. «Mi abuelo alquilaba terrenos y los explotaba en la zona de Calzada de Don Diego», explica. Sin embargo, las ganas de acercarse a la capital hicieron que dejara el sector agrario por el comercio.

«Mi abuela quería venir a Salamanca y montaron una tienda en la calle San Pablo», añade Javier Martín. Corrían los años cincuenta y este joven matrimonio se lanzó de lleno a forjar su vida en la ciudad. «Se llamaba Almacenes El Pilar y en una parte tenían zapatería y en otra mercería», comenta. Ese primer negocio sentó las bases de lo que serían más de siete décadas asociados a la venta de calzado. «Mi padre estuvo trabajando en Bilbao y al volver empezó en la tienda que acabó comprando a mi abuelo y cambió el nombre por 'Ramasa', sus iniciales», explica.

Esa transacción supuso un cambio en el negocio. En el año 1969, abrieron la tienda en el paseo San Antonio -donde aún se encuentra- y durante un par de décadas, convivieron los dos locales. «Sobre el año 89 cerraron el local de San Pablo porque dejó de ser una zona tan comercial como antes y al estar de alquiler y no llegar a un acuerdo, decidieron dejarlo», comenta Javier. Apostaron así por el crecimiento en Comuneros y de eso, ya hace más de medio siglo. «Yo nací en mayo del 69 y esta tienda se abrió en abril, justo un mes antes de nacer yo», indica Javier.

Nacer entre suelas y cordones le sirvió para que, llegado el momento, no tuviera duda de a dónde quería encaminar su futuro. «Siempre tuve claro que quería seguir en el sector y le compré el negocio a mi padre», añade. Así dio comienzo la tercera generación de la tienda, con otro aspecto, otra filosofía y, también, otro nombre. «La forma de vender se tenía que adaptar a los nuevos tiempos», explica Javier Martín.

Y así lo hizo. Con los valores heredados de las dos generaciones anteriores y el aprendizaje para adaptarse a los cambios comerciales, Javier Martín dio un lavado de cara a la marca. Una actualización motivada también por la introducción en el mercado de novedades. «Hubo un cambio de tendencia cuando empezaron a venir los primeros zapatos chinos, mucho más baratos y ahí precisamente me decidí por apostar por todo lo contrario: zapato de calidad, firmas y de piel», añade. Un cambio de rumbo opuesto a lo que parecía funcionar que le ha asegurado la supervivencia.

«Nosotros funcionamos con personas a partir de 40 años y con gente que tiene problemas en los pies y requiere un zapato de calidad y que conozcamos qué es lo mejor para cada caso», añade. Toda una vida tras el mostrador es el aval para asegurar esa atención. «Eso crea una fidelidad que hace que vengan desde Miami, Suiza o México cada verano y se lleven calzado para allá», asegura. Precisamente, ese fue el objetivo con el que tomó Javier el relevo familiar, conseguir esa confianza con el cliente.

De ahí también que cambiara el nombre a 'Club Verde'. En el año 94 cuando cogió las riendas decidio a actualizar la mecánica, también quiso que el nombre fuera actual. «Comenzaban las franquicias y queríamos dar ese aire de fidelidad con lo de 'club' y verde porque la decoración era de ese color con un aire de esperanza y por el tema ecológico y queríamos transmitir esa idea», indica. Imitar esa idea de cadena con los valores intrínsecos de la esencia familiar le ha llevado, además, a contar con grandes marcas. «Si alguien que empieza de cero quisiera trabajar con las marcas con las que trabajo yo, sería prácticamente imposible», explica. Un sello de exclusividad y calidad cosechado a lo largo de las décadas.

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