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«Haría falta saber a quién no hemos calzado de Salamanca», adelanta Pedro. Es un buen 'spoiler' de lo que ha sido y aún es Eurocalzados. Un negocio familiar que abrió sus puertas en 1982 y se convirtió en un referente del sector a nivel nacional. «Empezó como una empresa familiar que montamos mi hermano y yo», recuerda Pedro, propietario del establecimiento ubicado en la avenida Villamayor. De eso hace ya más de cuatro décadas, pero continúa siendo una negocio familiar que apuesta por la calidad y la confianza con el cliente. Precisamente, lo que les llevó al éxito en los noventa.
Un éxito que trataron de imitar otras zapaterías de toda España impresionadas por el funcionamiento de Eurocalzados. «Había dos cajas, doce personas trabajando, se formaban colas. Vinieron a ver cómo funcionaba esta tienda desde Barcelona», explica Pedro. Un 'boom' en toda regla que Pedro justifica con, además de una buena atención, una forma muy distinta de comprar. «No había una competencia real como la que hay ahora, ni la venta onlinne tampoco», explica Pedro.
Negocios de toda la vida
Aunque esos factores no existían entonces, lo cierto es que el mérito no es menor. No sólo consiguieron convertirse en una referencia, sino que tejieron una red de clientes habituales con una innovadora dinámica. Ahora hablaríamos de 'Newsletter', de suscribirse a una página para que lleguen descuentos o de tarjetas de compra. Sin embargo, Pedro inventó hace casi cuatro décadas un sistema de fidelización que derivó en lo que ahora se frecuenta. «Hicimos el carné de cliente, tenía 24 años y entendí que no se podía tratar igual al comprador habitual que al que compraba por casualidad», explica.
Con esa filosofía de agradecimiento al cliente, fue pionero en conseguir una relación más cercana. «Mandamos un sobre a 300 clientes ofreciéndoles productos rebajados antes de que empezaran oficialmente las rebajas», comenta Pedro. A mano, escribieron aquellas cartas para que les llegaran a esos compradores y pudieran aprovecharse con antelación de las ventajas. «No se puede tratar igual al que compra todos los zapatos de sus hijos aquí que a quien viene de casualidad», argumenta. Después de esto, apareció la tarjeta de El Corte Inglés y otras formas de distintas marcas para conseguir esa fidelidad tan anhelada.
El éxito de este comercio les llevó a pensar a lo grande e invertir en un espacio que permitiese todas las posibilidades. La tienda del Paseo de la Estación fue una referencia, pero tras ella, «la política ha sido de reinversión», reconoce Pedro. En sus inicios comenzaron con un stock muy ajustado, «cuatro zapatillas», resume; sin embargo, pronto se convirtieron en los proveedores para fabricantes y en el ejemplo de zapatería para buena parte de España. Una de esas grandes inversiones que anota el empresario es, precisamente, el local en el que ahora atienden a los clientes en la avenida Villamayor. «Se abrió en 1994 con la unión de dos locales, fue una inversión muy grande», asegura.
Espacio grande que permite un orden y una separación de espacios que ya los clientes conocen. Saben que el globo aerostático de la entrada preside la zona de niños, que más adelante está la de mujeres y, al fondo, la de hombres. Saben de su calidad, de las marcas con las que trabajan y de la atención. «Hemos intentado que cuando la gente necesite un zapato, se le venga a la cabeza Eurocalzados», asegura Pedro. Y, al parecer, lo han conseguido. «La gente valora esa atención, y es que hemos calzado a los bisabuelos de los niños que hoy vienen a probarse su primera calzadura», comenta emocionado.
«Lleva desde los ocho años viendo a proveedores y la gente la ha visto desde que era una niña», asegura emocionado Pedro. Ahora, paulatinamente, deja el relevo a su hija que apuesta por el negocio familiar para continuar dándole vida. «Para mí es un orgullo, ella ya asume más trabajo que yo y lo hace mejor, con esa ilusión que tienen que tener los comerciantes y que con los años se va perdiendo», asegura Pedro emocionado. Junto a su mujer, «un pilar imprescindible en el funcionamiento del negocio», dejan paso a una segunda generación que se enfrenta a tiempos difíciles pero que cuenta con el sostén de «un barrio ejemplar».
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