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Cernícalos en uno de las cajas nido. SH

Cien cajas nido de lechuza y cernícalo para luchar contra los topillos en Salamanca

El Grupo de Rehabilitación de Fauna Autóctona y su Hábitat (GREFA) lleva ocho años desarrollando un proyecto para el control biológico de estos roedores en la localidad de Macotera

Ana Carlos

Salamanca

Martes, 16 de julio 2024

Los enemigos de mis enemigos son mis amigos. Ese podría ser el lema en el control biológico de plagas. En las últimas décadas se ha avanzado mucho, por ejemplo, en el control de insectos como los pulgones soltando para ello a algunos de sus enemigos naturales, como es el caso de mariquitas, crisopas o avispas parasitoides. Los buenos resultados hacen que esta estrategia esté cada día más extendida en la agricultura para la producción de frutas y verduras.

Pero si hay una especie que trae de cabeza a los agricultores en Salamanca y toda Castilla y León es el topillo campesino. Este año, además, las condiciones para su reproducción por la cantidad de alimento de la que dispone hace que se prevea un verano complicado, pero sobre todo en la comarca agraria de Tierra de Campos, que engloba parte de las provincias de Valladolid, Palencia y Zamora. En Salamanca, es muy probable que haya más abundancia que otros años, pero en términos generales no se espera que produzca tantos daños en la zona citada.

Este topillo está considerado en Europa como uno de los vertebrados que mayores daños causa a la agricultura y cuenta con muchos enemigos naturales: empezando por las pequeñas musarañas, los lagartos, las culebras, las comadrejas; rapaces como el ratonero, el búho chico, la lechuza, el mochuelo, los cernícalos primilla y vulgar, el aguilucho cenizo; incluso el lobo y el zorro. Todos ellos comen topillos en mayor o menor medida. Sin embargo, a partir de los años 60, la simplificación de los paisajes con las concentraciones parcelarias y otros cambios en la gestión agrícola y ganadera han eliminado el refugio de estas especies predadoras.

Con mayor disponibilidad de alimento y menos fauna que pueda controlarla en el campo, estos roedores herbívoros que hasta los años 50 vivían solo en los sistemas montañosos del norte de la meseta y el Pirineo, han ido colonizando Castilla y León y otros lugares de la mitad norte de la península.

Una lucha con la naturaleza como aliada

El fuego y el veneno fueron utilizados durante años como fórmulas para intentar evitar las plagas de topillos. Pero además de que ahora son prácticas que están prohibidas, está demostrado que eran contraproducentes. Se ha comprobado que las cunetas y regatos acuchillados con motoniveladora, tratados con herbicida, quemados o deforestados vuelven a ser recolonizados por los topillos al poco tiempo. Y además sus depredadores y las especies cinegéticas que vivían en estos espacios tardan mucho más tiempo en poder volver a ocuparlos.

Por eso desde hace años se ha entendido que la solución no es trabajar de espaldas a la naturaleza, sino restablecer el equilibrio perdido y hacerlo en alianza con algunos de los depredadores más eficaces contra los topillos, como es el caso de la lechuza, el cernícalo vulgar y el mochuelo europeo. Es así como en 2009 el Grupo de Rehabilitación de Fauna Autóctona y su Hábitat (GREFA) comienza a trabajar en Castilla y León con su Proyecto del Control Biológico del Topillo Campesino, con el respaldo del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico (MITECO), en colaboración de la Junta de Castilla y León y ayuntamientos de distintas localidades de la comunidad.

Una lechuza en una caja nido. SH

Más de 900 topillos para alimentar un nido de lechuzas

Esta iniciativa llegó a Salamanca en 2016, en concreto a Macotera. Allí se instalaron un centenar de cajas nido de cernícalo vulgar y lechuza. Lorena Hernández, bióloga de GREFA responsable de las zonas de control biológico de Salamanca, Zamora y sur de Valladolid explica que durante el periodo reproductivo las lechuzas pueden capturar más de 900 topillos por nido. Y en años como este, con alta cantidad de alimento disponible pueden tener hasta dos nidos en un mismo año para sacar adelante dos puestas diferentes. Por su parte, el cernícalo vulgar necesita unos 700 topillos por nido, y durante su vida adulta consumen hasta tres topillos diarios, lo que supone más de mil ejemplares al año. En ambos casos, las cifras son importantes no solo por la cantidad de topillos que eliminan, sino por el potencial reproductor que frenan.

700 topillos

necesita el cernícalo vulgar por nido

La elección de lechuzas y cernícalos para el proyecto, además de por esta capacidad de captura, también está pensada por sus diferentes horarios de caza, ya que las primeras son nocturnas y los segundos diurnos. Es una lucha durante las 24 horas del día.

Pero el proyecto no consiste únicamente en colocar las cajas nido y esperar a que las aves hagan su trabajo. La iniciativa tiene una importante actividad de investigación con el objetivo de mejorar las prácticas a fin evitar las plagas de estos micromamíferos y así evitar pérdidas económicas para los agricultores.

Un 78% de ocupación de los nidos este año

De este modo, entre dos y tres veces al año se visitan las cajas para ver su estado y porcentaje de ocupación que este año en Macotera es del 78%. Se hace un seguimiento de la cría para calcular cuántas aves salen adelante y se analizan las causas de las posibles pérdidas de los pollos. Para tratar de no molestar demasiado a las aves utilizan un sistema de cámaras con pértigas conectadas al teléfono móvil y así poder ver en interior de los nidos con los huevos y los pollos. En el caso de los nidos de lechuza, se puede comprobar cómo éstas suelen tener dentro una «despensa» de topillos acumulados para alimentar a sus pollos cuando lo requieren sin necesidad de tener que salir en ese momento a cazar.

En estas especies, la capacidad reproductiva está muy vinculada con la alimentación disponible, especialmente en el cernícalo, por ello a la densidad de topillos en cada momento. Si el año 2022 no fue bueno para la reproducción, y 2023, con la brutal sequía la reproducción fue muy escasa. Este año se espera una alta reproducción de los cernícalos, que tienen una respuesta más rápida a estos cambios.

En cifras, en 2021 se ocuparon 74 de las 100 cajas nido existentes, 14 por lechuzas y el resto por cernícalo, lo que supone que eliminaron unos 51.800 topillos de su entorno. En 2022 la ocupación fue de 75 nidos, con un potencial de eliminación entorno a los 52.500 ejemplares. Sin embargo, como en 2023 con la sequía había menos topillos, los nidos ocupados solo fueron 52, que pudieron acabar con unos 36.400 topillos.

En la segunda revisión a los 78 nidos ocupados este año en Macotera, que tuvo lugar el pasado jueves, los dos equipos de trabajo pudieron comprobar cómo algunas parejas de lechuza estaban sacando adelante dos puestas en nidos diferentes. Y en algún caso para ello habían expulsado a los pollos de cernícalos que se estaban instalados en el nido más cercano para ocuparlo, causando su muerte. Todos estos datos sirven para aprender y seguir mejorando.

Además, se recogen egagrópilas para examinarlas posteriormente. Las egagrópilas son bolas formadas por los restos de los alimentos que no son digeridos por algunas aves carnívoras y que son regurgitadas. El contenido de las mismas (pelos, huesos o exoesqueletos de insectos principalmente) ofrece mucha información sobre la alimentación de cada ave y para conocer las relaciones de predación. En las de las lechuzas es muy sencillo identificar los cráneos de varios ejemplares de topillos, su alimento predilecto. En las de cernícalo vulgar, en cambio lo que se aprecia son los restos del pelaje y un color más oscuro que cuando se alimentan de insectos, cuyos restos de exoesqueletos son fáciles de apreciar.

Recuperar la biodiversidad en medios agrarios

Fernando Garcés, secretario general de GREFA, destaca que el actual proyecto de control biológico del topillo campesino en Castilla y León es la primera piedra de un proyecto mucho más ambicioso y de futuro que sería recuperar la biodiversidad en medios agrarios.

Los efectos de las plagas de topillo son más graves en las zonas en las que se ha alcanzado una mayor simplificación del paisaje. Cuando desaparecen linderos, cunetas y regatos con vegetación natural por ser labrados o el uso de herbicidas, se frena la posible recuperación de los depredadores de los topillos y de otras especies.

«En España hay millones de hectáreas de olivar, viñedo y cereal, donde la biodiversidad ha perdido peso específico por la intensificación ahora hay un proceso para poder revertir esa situación en colaboración con los agricultores, que son realmente los protagonistas de esta revolución verde», afirma.

Actualmente se está trabajando en muchos proyectos que demuestran que la presencia de biodiversidad en los medios agrarios no es incompatible con la productividad. «El concepto de que como hay bichos hay menos productividad está obsoleto, ya está más que demostrado que no es verdad», apunta. Ahora se ha comprobado que toda esta fauna auxiliar puede ayudar. «Al final estamos buscando alianzas, tanto con insectos, fauna auxiliar que acaban con plagas de pulgones, como con predadores o vertebrados que contribuyen también a restablecer los equilibrios ecológicos en los medios agrarios», insiste.

El futuro pasa porque conservación y agricultura vayan de la mano y porque se acometan acciones encaminadas a la mejora. «Son acciones muy puntuales como esta de colocación de cajas nido, pero también la creación de charcas, el fomento de muros, o de majanos para reptiles, la colocación de refugios para insectos, recuperar linderas entre cultivos, como tratamos de mostrar en la parcela demostrativa que tenemos en Villalar de los Comuneros. Hay muchas acciones de bajo coste y que están dentro de la PAC 23-27 pero que son el futuro de una agricultura más sostenible», concluye.

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