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El ecosistema de la dehesa, tan típico de Salamanca, está viendo amenazado uno de sus elementos naturales más característicos, las lagunas o charcas que, especialmente en el Oeste de la provincia, salpican los campos. Son un 'semáforo' de calidad del agua, imprescindibles para la biodiversidad, pero se están perdiendo y de los más de 1.100 de estos enclaves que se documentaron a finales del siglo XX, sólo una docena están catalogados y protegidos.
Los humedales de Salamanca están en peligro, incluso los que están documentados, entre los que la mitad han sido alterados y todos sufren los usos ganaderos y de la contaminación del agua, noticia este verano en Salamanca. La desecación y la presión que sufren, también por la falta de precipitaciones, amenazan la supervivencia de estos hábitats que son mucho menos escasos de lo que podría pensarse en Salamanca.
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Los primeros pasos en Castilla y León para elaborar un mapa de zonas de humedal se dieron en 1993 con un primer catálogo que recogía entonces tres enclaves en la provincia de Salamanca: la laguna de Boada, la laguna del Cristo (en Aldehuela de Yeltes) y la laguna de los Lavajales (en Rágama).
En aquel momento ya se calificó como intervenida y alterada la laguna de Boada, igual que la de los Lavajales, mientras que la del Cristo se consideraba bien conservada. Los usos ganaderos, en el primer caso, y la sobreexplotación del acuífero en el segundo eran las grandes amenazas.
Años después, en 2001, la Junta de Castilla y León ampliaba el catálogo de humedales de la provincia con otras nueve localizaciones entre lagunas y charcas, incluyendo ya el azud de Riolobos y el embalse de Santa Teresa. La lista incluía: la laguna de la Zarza Boada, la charca de la Cervera en Aldehuela de Yeltes, la Laguna Grande de Castillejo de Martín Viejo, la laguna de la Cervera Olmedo de Camaces, la charca del Campo Sando, la laguna de San Marcos en La Alberca, las lagunillas de Hoya Moros en Candelario, el embalse de Santa Teresa y el azud de Riolobos.
Sin embargo, ninguna se ha incorporado al Inventario Español de Zonas Húmedas, tampoco del resto de provincias de Castilla y León, aunque la Junta sí ofrece un inventario propio, pero igual que otras comunidades sus datos no están integrados con los del ministerio.
En total, una docena de humedales protegidos por la normativa autonómica que, no obstante, reciben presión de actividades y se encuentran amenazados. Y que no son los únicos porque, a lo largo de los años, se han ido perdiendo a pesar de su enorme valor y de su gran presencia en la dehesa.
Según el estudio publicado esta semana por la asociación Global Nature, poco más de 1.300 zonas húmedas están recogidas en el catálogo estatal. Sin embargo, su cifra es mucho mayor: la entidad ha localizado un total de 6.169 zonas en un trabajo de investigación. Eso supone que solo dos de cada diez de estos entornos están documentados por parte del ministerio, aunque sí figuran en otros de las comunidades o internacionales.
La entidad los ha reflejado en un mapa interactivo. Se presentan los datos básicos del Inventario Español de Zonas Húmedas (IEZH) que incluye la situación de conservación; los catálogos autonómicos publicados y que aún no han sido añadidos al inventario nacional; los puntos localizados e información disponible en 2006 de la Base Documental de los Humedales Españoles (BDHE), así como los humedales inscritos en Ramsar, la lista Humedales de Importancia Internacional. Según el Plan Estratégico de Humedales 2030, de los 76 lugares inscritos en la lista, 66 tienen información obsoleta.
En el caso de Salamanca, el estudio incluye esa docena recogidos por la Junta, pero el mapa registra decenas de los que no hay información en la provincia, donde existen y existieron muchos más. Los más conocidos se concentran en el Oeste como parte del ecosistema de dehesa.
Según el estudio 'Las lagunas de la España peninsular', obra de Miguel Alonso en 1998, en la provincia de Salamanca se han contabilizado más de 1.100 charcas o lagunas. Las de mayores dimensiones son la Laguna del Cristo, la Grande del Campanero, la de Tamames y la Grande de Larrodrigo.
El autor destaca los valores de la Laguna del Cristo. «Posee tramos de Phragmites y Eleocharis palustris en el litoral, un primer cinturon de musgos acuaticos y cardfitos (Chara fragqera, Nitella opaca), otro de Rarzurzculus y un tercero de Myriophyllum, Ceratophyllum, Potamogeton crispus y Potumogeton sp. El fondo (1,5 m) se encuentra cubierto de Spirogyra. En el plancton, domina Neolovenula alluaudi y en el litoral, el Simocephulion vetuli«, recoge.
Según el mismo estudio, el resto de las lagunas de esta zona tienen una estructura similar, aunque son de menor tamaño. Muchas de ellas se encuentran notablemente eutrofizadas por efecto del mismo ganado, especialmente las poco profundas. En las de mayor profundidad, el efecto del ganado unicamente se deja sentir en las oriIlas, de modo que en conjunto, las aguas pueden mantenerse limpias.
Sin embargo, subyacen otros peligros, como la sobreexplotación de los acuíferos, notable en la provincia. Y la contaminación, fundamentalmente por nitratos y productos que se usan en la agricultura. El informe SOS Acuíferos elaborado por Greenpeace cifró en el 28,12 por ciento las masas de agua subterráneas de la cuenca del Duero que están en mal estado químico.
En la imagen superior, a la izquierda las masas de agua subterránea en buen estado cuantitativo y sobreexplotadas. A la derecha, las masas de agua subterránea en buen estado químico y contaminadas, principalmente por nitratos.
Actualmente solo es posible conocer oficialmente el estado de conservación de los humedales que están dentro IEZH, es decir, solo de 1.352 humedales. En este sentido, las cifras son claras: el 47% de los humedales incluidos en el catálogo se encuentran en una situación de conservación desfavorable o han desaparecido. A ellos habría que sumar la incertidumbre sobre la situación de los cerca de 5.000 que han aflorado en el estudio de Global Nature.
«Hablamos de ecosistemas que representan el semáforo sobre el estado del ciclo del agua, unos espacios que, bien gestionados, son aliados frente al cambio climático y que protegen nuestra biodiversidad, que como sabemos están también en acelerado declive. Y se están perdiendo», explica el director de la entidad, Eduardo de Miguel, que insiste en que «no sabemos cuántos están en fase de destrucción, es una situación alarmante».
En el caso de Salamanca, cinco de las doce zonas húmedas catalogadas por la Junta están alteradas según la propia administración. La presión por los usos ganaderos, la sobreexplotación de los acuíferos y la contaminación, un problema que se ha revelado este verano en toda su crudeza en Salamanca, con la contaminación del agua del embalse de Almendra o los meses que lleva Cantalpino sin agua potable en sus grifos por culpa del metacloro.
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