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La tarde del Viernes Santo de este año quedará marcada por el ruido de la lluvia en las calles. Por primera vez desde 2018, las procesiones que tradicionalmente llenan de devoción y fervor cada rincón de Salamanca se han visto obligadas a suspender su salida por las inclemencias del tiempo.
La lluvia, que empezó a caer con fuerza desde primeras horas de la tarde, se hizo imparable para las cofradías, quienes vieron, con pesar, cómo sus pasos y sus oraciones se quedaban atrapadas a causa del agua. Este año, la esperanza de que el cielo despejase se han convertido en testigos mudos de un Viernes Santo sin el esplendor de las imágenes procesionales que suelen recorrer las calles de la ciudad.
La primera en caer fue la procesión del Santo Entierro, cuya salida estaba prevista a las 17:00 horas desde la Iglesia de la Veracruz. Sin embargo, la lluvia obligó a modificar el programa. En lugar de la tradicional salida, solo se pudo llevar a cabo el solemne acto de El Descendimiento a las 16:30 horas, junto a la Cruz del Humilladero del Parque de San Francisco. La imagen de Cristo Nuestro Bien, junto a las de los ladrones Dimas y Gestas, y el Santo Sepulcro, fueron las protagonistas en un pequeño recorrido en los alrededores de la iglesia, sin la multitud de devotos que años anteriores acompañaba a las imágenes en su caminar.
A las 18:00 horas, la procesión de Nuestro Padre Jesús Nazareno y el Santo Entierro también se suspendía tras una espera de cuarenta minutos, mientras la lluvia no cesaba. La situación se repitió para las procesiones de El Huerto de los Olivos y la Congregación de Jesús Rescatado, que, aunque esperaron con esperanza de que el tiempo mejorara, se vieron obligadas a quedarse en sus templos, sin poder procesionar.
La tradición, que por años ha marcado el pulso espiritual de la ciudad, se ha visto así truncada por un fenómeno meteorológico que, aunque predecible, no ha dejado indiferentes a los más devotos y fieles de la Semana Santa.
Mientras tanto, a las puertas de las iglesias, la imagen de los admiradores expectantes se ha hecho presente. Decenas de personas, muchas de ellas con paraguas y abrigos, se agolpaban esperando que la lluvia cesara y pudieran finalmente ver las imágenes procesionales salir. Las colas eran largas, y el sonido de las gotas cayendo sobre los paraguas se mezclaba con las conversaciones apagadas de quienes, resignados pero esperanzados, aún aguardaban en el frío de la tarde.
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