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El monte Fuji, la montaña más alta de Japón, ha estado desnudo hasta hace dos días. El 6 de noviembre, la fecha más tardía en los últimos 130 años (los registros comenzaron en 1894), cayeron por fin los primeros copos de la temporada en su legendaria cumbre, la que remata el símbolo más sagrado del país nipón. La nieve después del verano llega, de media, el 2 de octubre, así que la fuerte precipitación de este miércoles terminó con lo que ya se vislumbraba como un drama nacional. La icónica imagen de la montaña ya vuelve a lucir blanca en su parte superior.
«Es la primera vez que en noviembre no vemos nieve en el monte Fuji y eso nos hace sentir muy extraños», asegura en The New York Times Takefumi Sakaki, un funcionario de la ciudad de Fujiyoshida, de 53.000 habitantes y situada al pie de este volcán, que continúa activo, aunque con poco riesgo: la última erupción data de 1707, hace más de tres siglos.
El 2024 rompe el récord anterior, notificado en 1995 y 2016, cuando la primera nieve llegó el 26 de octubre. El año pasado la nieve blanqueó la cima el 5 de octubre, pero la mayor parte del agua helada desapareció a principios de noviembre debido a las altas temperaturas.
Situada a 3.776 metros de altura, la cima del monte Fuji está casi siempre cubierta de nieve, pero en los meses de julio y agosto se permite el acceso de los escaladores y senderistas. Los meteorólogos japoneses, que no consideran que haya nieve en la cumbre hasta que se hace firme, apuntan al cambio climático como la causa del retraso de la nevada.
«La temperatura en octubre en la cima del monte Fuji fue más cálida de lo habitual», afirmó la agencia meteorológica nacional JMA. Si 2023 fue el año más caluroso en la historia de Japón, 2024 puede incluso superar los registros, con días de septiembre que marcaron más de 35 grados.
La nieve ha ayudado a conferir al monte Fuji su aura espiritual, política y cultural durante la historia de Japón. Para las tradiciones sintoísta y budista, la montaña evocaba la inmortalidad; para los shogunes, los líderes militares del periodo Edo (entre los siglos XVII y XIX), recordaba la estabilidad del país; los emperadores de la primera mitad del siglo XX la convirtieron en un símbolo del nacionalismo y de la superioridad japonesa sobre sus rivales y tras la Segunda Guerra Mundial sirvió para recuperar el dañado honor del país. Katsushika Hokusai, el gran pintor y grabador japonés, realizó los cuadros más reconocidos de esta montaña, '36 vistas del monte Fuji', entre los que se encuentra el famoso 'Bajo la ola de Kanagawa', siempre con nieve en la cumbre.
Las vistas del monte Fuji desde las ciudades de Fuji o de Fujiyoshida son una de las postales típicas de Japón, pero en los días sin nubes la montaña puede observarse desde la capital, Tokio, que está a cien kilómetros del volcán.
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