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¿Deberes en verano? Un clásico de las broncas familiares

¿Deberes en verano? Un clásico de las broncas familiares

Cómo sobrevivir a ellos y alternativas para que sigan aprendiendo

Domingo, 21 de julio 2024, 00:06

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Si lo pensamos fríamente, es casi incomprensible que asociemos las vacaciones de verano a un oasis de paz y tranquilidad que nos resarce del estrés de todo el año. Porque si algo tienen las vacaciones, sobre todo en su acepción más familiar, es que suelen ser una etapa llena de broncas. ¿Por qué pasa esto justo cuando estamos (se supone) más relajados y sin las presiones del día a día?

Desde el punto de vista de la Psicología lo tienen muy claro: cambia el escenario (solemos estar en otro sitio) y también los roles familiares (quién hace qué). Y a esto hay que sumar que puede haber más gente que de costumbre a nuestro lado y metiendo baza: los abuelos, el cuñado... Así cualquier conflicto se sale de madre. ¿A alguien le suena?

Begoña Sánchez Orduña, psicóloga del hospital Vithas de Vitoria, lo tiene claro: «Crean conflicto y tensión en familia en una época en la que debería pasar lo contrario, que deberíamos aprovechar para fomentar actividades que fortalezcan los vínculos familiares». Hay estudios, indica, que señalan las actividades académicas de los chavales durante el verano como un detonante de desencuentros.

«Es normal. Que si te corrijo yo lo que haces o te lo corrige tu padre. Encima, lo haremos distinto a los profesores y eso genera problemas –apunta la experta–. Además, no todos los progenitores tienen los conocimientos pedagógicos y didácticos necesarios. Y esto produce mucha frustración en los adultos y también en los hijos». En este contexto, frustración significa, en lenguaje de andar por casa, gritos a cascoporro.

Ojo con la autoestima

Algunos padres y madres parece que también dan de vacaciones a la prudencia, la sensatez y la empatía y juegan con eso tan típico de 'mira, Menganito no tiene que repasar ni hacer nada porque ha estudiado durante el curso, no como tú'. 0 con el 'hasta que no termines tus tareas de hoy no vas a la playa o a la pisci'. «Esto puede hacer un daño enorme a su autoestima», alerta Begoña Sánchez Vithas. En este sentido, Rosa María Peris, , añade que los chaveles nunca se deben ver los deberes o los estudios como un castigo ni los adultos usarlos como moneda de cambio en plan 'si te pones con las mates una hora te dejo ir a la verbena con los amigos'. lk«Los que van mal en mates y lengua tienen ya de por sí la autoestima más baja, así que cuidado con los comentarios», dice la profesora Rosa María Peris.

¿Más motivos de bronca a causa de los deberes? Sí, el de quién les convence de sentarse a hacerlos. Es decir, quién asume la tarea de vigilante. Lío asegurado. Y, claro, el niño o adolescente aprovecha el jaleo para escaquearse. A río revuelto...

Otro motivo de fricción: a qué hora deben desarrollar los chavales estas tareas. Cada miembro de la familia dará su opinión –incluso el vendedor de helados que pasaba por allí, si se le deja– y el 'afectado' no querrá hacerlas nunca, claro. Y seguirá comprobando que ese caos, esa falta de normas y de control de los adultos, le conviene. Pero no es así. «Los niños y jóvenes necesitan rutinas y horarios. También en vacaciones. Aunque deben ser más flexibles, claro», aclara Sánchez Orduña. Dos consejos: intentar consensuar todo con los chavales y que no tengan que estar, a poder ser, más de 30 o 45 minutos concentrados.

Qué hacer... pero con ellos

  • La lista de la compra Pueden ayudarnos a hacerla para repasar ortografía.

  • Hora de escribir Escribir un pequeño cuaderno de viaje con los sitios que visitamos (¡con dibujos!) es muy recomendable. Lo mismo que salir a la naturaleza y hacer un cuaderno de campo con animalitos y plantas que veamos.

  • Pequeños cálculos

    Pedirles que nos ayuden haciendo cuentas a la hora de comprar y también si jugamos a las cartas.

  • Leer... ¡de todo! Cómics, cuentos, lo que quieran. Puede hacerse en familia (la 'hora de leer') y, si son pequeños, es muy recomendable leer con ellos, que nos cuenten las historias a nosotros.

  • Idiomas Se puede jugar a traducir palabras a otro idioma y aprender cada día alguna nueva.

  • Cocinar con ellos

    Cocinar con ellos
    Hacer alguna receta. Así leen, calculan cantidades, pesan...
    Visitar museos
    No hace falta que sea el Louvre. Hay muchos pequeñitos donde pueden aprender un montón.
    Ir con ellos a la biblioteca
    Es una gran experiencia.Elegir qué quieren leer es de gran ayuda
    Aprender de los abuelos
    El verano es buena ocasión para que los abuelos les cuenten 'cosas de antes' y que ellos pregunten.

Lo que ocurre a veces es que uno de los progenitores se pone muy estricto y el otro aboga por la libertad total.Seguimos sumando motivos para la bronca. O, simplemente, puede suceder que no sepamos elegir el mejor momento para que el 'afectado' haga sus deberes. Pero, si hay que hacerlos porque el centro educativo los ha puesto, ¿qué hora es la mejor? «¡Cuanto antes! ¡A primera hora de la mañana!», aconseja vivamente Rosa María Peris, profesora de la Facultad de Educación de la Universidad Internacional de La Rioja (UNIR). Así ya no tendrá todo el día a los adultos recordándole que tiene que ponerse a ello. ¿Otro buen momento que nos recomienda Peris si nuestros hijos son de los que se levantan con medio cerebro dormido y el otro medio de vacaciones? «La hora de la siesta, que ellos no se la suelen echar y están tranquilos. Pero, desde luego, hay que evitar eso de 'hasta que no acabes no sales' con lo que nos 'amenazaban' a nosotros», apunta. Un consejo de la experta es que, en la medida de lo posible, los chavales repasen o hagan deberes junto a otros para ver así que no son los únicos. Ya... ahora estamos pensando que lo que va a haber en esas citas 'académicas' es cachondeo y más cachondeo. Pues sí, un poco, seguro, pero compensa, «porque no se desmotivan».

Invasión de su espacio

Está claro que lo de poner a los hijos a repasar en verano es una fuente inagotable de discusiones caseras. «Muchos padres no están de acuerdo en la manera de gestionar el tiempo de tareas escolares y discuten, lo que crea un ambiente tenso que los niños aprovechan para evitar sus responsabilidades. En otros casos, el conflicto surge cuando los padres invaden excesivamente el espacio del niño, supervisando demasiado sus deberes. Equilibrar estas situaciones es complicado, pero uno de los consejos más valiosos es escuchar a los chavales, hacerles responsables e implicarles en otras maneras de aprender», indica la psicóloga María Padilla de Capital Psicólogos.

es la posición que España ocupa en el ranking de países que más deberes ponen a los niños –calculado en horas semanales–, según estudios de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos)

Pero es que este tema también suscita encendidos debates fuera de las familias, entre la comunidad académica y los profesionales de la salud mental. Están quienes dicen que en los dos meses y medio de vacaciones los peques y adolescentes pierden hábitos de estudio y conocimientos que luego les hacen empezar el curso flojos, por lo que trabajar un poco en verano es necesario, especialmente si sus notas no son muy boyantes. Y están quienes consideran, por el contrario, que no tiene sentido machacar a los menores con estas tareas, sobre todo teniendo en cuenta que terminan el curso reventados porque la mayoría, según destacan algunos psicólogos, no han dispuesto ni de cuatro horas libres a la semana, de modo que el verano debería servir para 'resetear' y descansar.

Las expertas aportan sus opiniones al respecto. La profesora de la UNIRRosa María Peris, al margen de otras consideraciones, cree que «si al crío le cuestan las matemáticas o la lengua, sí que debería trabajarlas un poco, pero no necesariamente con libros».Más bien aboga por usar el día a día para poner en práctica las competencias matemáticas (hacer las cuentas al ir al súper, por ejemplo) y leer libros. «Los cuadernillos de vacaciones no los veo necesarios. Suponen una mayor carga de obligación –más de lo mismo, otro libro, como durante el curso– y, encima, con ellos no hay 'feedback', no los van a corregir en el cole al volver. Es mejor repasar jugando». En este sentido, la psicóloga Begoña Sánchez Vithas opina que, a no ser que vayan mal en el cole, no es necesario repaso alguno. Y, en caso de que hayan tenido malos resultados, bastaría con actuar «un par de semanas antes, no todo el verano, sobre todo si fallan en las asignaturas troncales, es decir, Matemáticas y Lengua». «Lo mismo que hacemos con los horarios al final del verano, para que se adapten a la rutina de curso, podemos hacerlo con los hábitos de estudio... ir reintroduciéndolos poco a poco».

Diego Redolar Profesor de Neurociencia de la UOC

«En dos meses y medio no se olvida lo aprendido»

«El periodo estival es totalmente necesario para hacer un parón en lo que se llama sobrecarga cognitiva: durante todo el curso, los peques han usado sus redes neuronales a tope, según se ha demostrado. Y les viene bien parar», indica Diego Redolar, profesor de Neurociencia de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC). Asimismo, cree que, además de esta parte física que es necesario relajar, hay otra razón de peso para hacer el paréntesis sin cargas escolares en verano: el componente motivacional. «El parón permite que en septiembre estén más motivados para empezar nuevos planes e iniciar el curso con ganas. Esto depende del sustrato nervioso del refuerzo, el núcleo accumbens y corteza prefrontal», señala.

Tal y como explica el experto, la clave es el tiempo que dura el parón. «Un mes o mes y medio sería el mínimo necesario para que puedan hacer ese descanso y que el curso que viene les parezca motivador, pero con casi tres meses... sí corremos el riesgo de que hábitos y rutinas se diluyan y luego cueste más retomarlas en septiembre», admite.

Leer mucho, lo mejor

Lo ideal es que los chavales se tomen un mes o mes y medio «de no hacer absolutamente nada que les sobrecargue cognitivamente». Pero, finalizado este periodo, sí que habría que establecer «alguna rutina». Redolar considera que lo más acertado desde el punto de vista de la neurociencia es «ir disminuyendo la actividad cognitiva poco a poco, luego descansar y, finalmente, volver a introducirla de manera progresiva antes de empezar el curso». Pero se apresura a lanzar una aclaración: «Leer no es una sobrecarga cognitiva: ¡hay que seguir haciéndolo!».

¿Y en dos meses y medio no olvidarán todos los contenidos aprendidos en clase? «Si están bien consolidados, no. Lo que más se pierde son los hábitos».

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