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Tic, tac. Aunque las miradas están puestas en Bakú (Azerbaiyán), donde en unas semanas da comienzo la COP29, en el horizonte asoma Belem, Brasil y la Conferencia de las Partes número 30 de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático. Y no es una cumbre climática marcada en rojo en el calendario por ser un número redondo, ni tan siquiera por llegar 10 años después de la firma del Acuerdo de París, lo es porque los países que rubricaron este documento han de presentar su hoja de ruta para lograr el objetivo de limitar el calentamiento del planeta a 1,5 grados con respecto a la era preindustrial.
El artículo 4, párrafo 2 de la declaración final de la COP21 celebrada en París establecía que cada Parte ha de preparar, comunicar y mantener las sucesivas contribuciones determinadas a nivel nacional que se proponga lograr. «Adoptarán medidas nacionales de mitigación con el fin de alcanzar los objetivos de esas contribuciones», destaca el texto.
Son las llamadas, en el lenguaje climático, las NDC o Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional y desde 2015 han llegado dos versiones. En 2025 es el momento de la tercera. Y hasta ahora no se ha cumplido con lo prometido. Se han publicado sí, pero «los planes de descarbonización son insuficientes», advertía Naciones Unidas hace justo un año en los prolegómenos de la COP28. Ahora alerta: «La siguiente ronda de NDCs pueden ser los documentos más importantes que se elaboren en un contexto multilateral en lo que va de este siglo».
Por ello, el Programa de Naciones Unidas para el Medioambiente en su último informe titulado 'Emissions Gap Report 2024: No more hot air ... please!' establece cuatro pilares sobre los que las Partes han de construir estos planes de descarbonización. No son los únicos 'guardarraíles' que han de seguir, ya que de la cumbre climática de Dubái de 2023 surgió el Global Stocktake, el documento de mínimos que han de adoptar todos los países firmantes del Acuerdo de París.
«Las naciones deben comprometerse colectivamente a reducir un 42% de las emisiones anuales de gases de efecto invernadero para 2030 y del 57% para 2035 en la próxima ronda de Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (CDN), y respaldarlas con medidas rápidas», alertan los autores del 'Emissions Gap Report 2024: No more hot air ... please!'.
Para ello, el Pnuma advierte que «los planes tienen que ser más ambiciosos», señalan. Eso implica un análisis más detallado de las medidas y los riesgos para atraer la inversión, especialmente, privada. «Al presentar proyectos detallados y viables -señalan-, los países pueden involucrar de manera más efectiva a inversores tanto públicos como privados, asegurando que los fondos necesarios se dirijan donde más se necesitan».
El equipo dirigido por Inger Andersen, directora ejecutiva del Programa de Naciones Unidas para el Medioambiente, estima que, sólo en los países en desarrollo, son necesarios entre 455.000 millones y 584.000 millones de dólares anuales hasta 2030 para cumplir con los objetivos marcados hace casi una década.
Un cuantioso montante que estará sobre la mesa de negociación a partir del 11 de noviembre en el Estadio Olímpico de Bakú y que se deberá plasmar en la declaración final de la COP29. «Son cruciales las fuentes de financiación nacionales como internacionales para cerrar la brecha de mitigación», explican los autores del estudio.
Las dos últimas recomendaciones, el Pnuma las centra en asegurar una transición justa para que sea equitativa y apoye a las comunidades afectadas. «Deben incluir estrategias de inversión integrales, reentrenamiento de la fuerza laboral y participación comunitaria», señalan. Los autores recuerdan que todo esto tiene un alto coste y unas barreras estructurales que superar.
Bajo el escenario actual de planes de descarbonización de las casi 200 partes que rubricaron el Acuerdo de París en la COP21 de 2015, el planeta se dirige a un calentamiento entre los 2,6 y 3,1 grados con respecto a la era preindustrial según los cálculos de la CMNUCC. «Esto tendría efectos devastadores para las personas, el planeta y las economías», destacan.
Mes a mes, año a año y cumbre tras cumbre, las voces climáticas se han repetido y han sido claras: «Falta ambición». Desde 2015, solo 63 de 1.500 políticas climáticas mundiales que se han promulgado han logrado reducir significativamente la contaminación. «Las NDC son la clave de las inversiones limpias. Las NDC tienen que incorporar planes de inversión que den una señal clara al mundo, a los inversores y a los donantes, de cómo los países planean abordar el cambio climático», aseguró a principios de este año Simon Stiell, secretario general de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Estos planes se conocerán en noviembre de 2025 durante la COP30 que se llevará a cabo en Belén (Brasil, y tendrán un horizonte temporal que llegará hasta 2035. Estos planes se basarán en los resultados del primer balance mundial (Global Stocktake, en inglés) que se acordó en la cita climática de 2023 en Emiratos Árabes Unidos y que, por primera, vez señaló a los combustibles fósiles como los responsables e instaban, entre otras muchas medidas, a las Partes de la CMNUCC a abandonar su uso.
Este documento puso de manifiesto que los esfuerzos para mantener el aumento de la temperatura media mundial por debajo de 1,5 grados son insuficientes. La respuesta de los países al balance mundial también incluyó la necesidad de redoblar los esfuerzos para aumentar la resiliencia ante los inevitables efectos del cambio climático. «Las nuevas NDC tienen que ser ejecutables, desbloquear financiación, impulsar desarrollos transformadores y garantizar que nadie se quede atrás», señaló Stiell.
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