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'El latido del deporte de Salamanca'. Capítulo 2. Especial. Como la sonrisa de un protagonista que transmite sin necesidad de palabras. Que habla con sus gestos, su mirada.
En el pabellón de Würzburg, una instalación convertida en su segunda casa, charlamos sobre lo que para él supone ver y hacer deporte. Eneko entra a la pista con motivación. Su mirada se dirige hacia los dos asientos -privilegiados- correspondientes a sus abonos. Detrás siempre su fiel acompañante, el pilar sobre el que sujetarse física y mentalmente. Gracias a él entiende el baloncesto, controla el marcador y, lo más importante, es capaz de acceder a la instalación. Álvaro. Nos sentamos.
«Es nuestra quinta temporada. No nos perdemos un partido. Eneko tiene un calendario en verano en el que va tachando los días para poder ver a Avenida otra vez. Ahí apunta todos los partidos», relata Álvaro, mientras que Eneko se expresa mediante palabras y gestos. «Viene porque le gusta el equipo femenino, el baloncesto y la afición, el ambiente», explica.
Eso sí, tiene una jugadora favorita. «La número 6». Eneko se comunica por números. Silvia Domínguez, añade Álvaro, quien reconoce que se tiene que aprender siempre todos los números para poder comentar la jugadora de la que hablan.
Eneko cuenta que necesita a Álvaro para poder acceder a la instalación, poca apta para personas con movilidad reducida, pero para la que Avenida trata de poner todas las facilidades posibles. También lo requiere para seguir el marcador. Pero el acompañamiento es mutuo. Uno aprende del otro y el otro del uno.
«Somos un cuadro», dice entre risas Álvaro. «Eneko y yo hablamos a nuestra manera. De hecho, si viene alguien, como estoy acostumbrado a que Eneko me hable poquito, hasta me molesta. Es una forma de ver el baloncesto de forma diferente. La discapacidad te demuestra que hay muchas formas de ver el deporte, muchas formas de entenderlo con otro tipo de corazón».
Un acompañamiento mutuo. «Yo no vendría si no fuera con Eneko. Es verdad que después hemos ido enganchando a más gente. Ahora vienen mi mujer y mis hijos».
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En cuanto a animar, no hay diferencias. Bufanda arriba y como cualquier aficionado español... «lleva un entrenador dentro». Todo el rato dice «¡arriba, arriba!»
Además de indicar y cabrearse de vez en cuando, también tiene el «don» de fijarse en detalles que quizás otros no verían. «Sigue todos los procesos del partido».
«Yo disfruto con cualquier deporte», se deja entender Eneko. «Durante su vida ha sido muy importante y ahora mismo también lo es. El deporte debe ser para todos y todos tenemos que tener la oportunidad de ver deporte», reflexiona Álvaro.
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Eneko juega al fútbol con la Fundación AVIVA, práctica baloncesto y hace natación. Sin embargo, esta oportunidad va más allá. «No solo debe ser accesible el practicarlo, sino el verlo. Eneko antes no podía venir. A mí me gusta y nos acompañamos mutuamente. Me encanta ver que hay gente en el pabellón con discapacidad. Y eso es gracias Avenida también que nos permite acceder por la pista y nos selecciona una localidad con mejor visión. En un fondo, por ejemplo, no podría seguirlo».
Y va más allá: «Creo que con el baloncesto las personas con discapacidad conectan muy fácil. Es cierto que la duración es más corta que en un partido de fútbol, venir al pabellón... es una suerte y encima de élite».
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