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Desde la calle Torres Villarroel de Salamanca hasta Umphang, en la provincia de Tak en Tailandia, hay aproximadamente 10.024 kilómetros. Una distancia que no dice mucho y que, de manera casi segura, prácticamente ningún salmantino se ha preguntado alguna vez. Sin embargo, todo cobra sentido si ligamos a estos dos puntos del mundo un nombre, el de Francisco García Moro.
Paco García Moro (alias con el que se le conoce profesionalmente), nació y creció en Salamanca. En la capital charra, estudió en el colegio Félix Rodríguez de la Fuente y en el instituto Francisco de Rojas para después graduarse como arquitecto en la Universidad Politécnica de Madrid (UPM) y completar su primer proyecto en el poblado tailandés de Umphang, uno de los sitios más recónditos del país asiático. Pero, antes de llegar al territorio fronterizo con Myanmar, el charro viajó por otras partes del globo adquiriendo experiencia con diferentes proyectos y estudios: su primer salto fue con 23 años a Hong Kong y de ahí a India, Brasil, Malasia, Singapur, Macao... hasta llegar a Bangkok en 2014, ciudad en la que fue contratado como profesor en la Universidad Chulalongkorn, una de las más prestigiosas de la capital tailandesa.
Como relata Paco, Bangkok y Tailandia son lugares en los que existen muchas realidades dentro de una misma, pudiendo percibirse como casi «dos países distintos». Desde personas muy ricas que pueden codearse con los grandes millonarios árabes, hasta personas en situación de extrema pobreza que se venden a mafias y a negocios de los bajos fondos para poder sobrevivir. Tanto la riqueza como la situación de falta de recursos han sido experimentadas por el salmantino, que en unos meses pasó de estar rodeado de alumnos de las clases acomodadas de Tailandia a convivir con refugiados, granjeros y niños que habitan en uno de esos parajes a los que se les puede definir como «el fin del mundo». Este cambio de visión le ha servido para «apreciar lo que uno tiene» y la «riqueza del mundo».
Umphang es un poblado situado en la provincia tailandesa de Tak, muy cerca de la frontera con Myanmar, a apenas 20 kilómetros. Este país, también conocido como Birmania, vive en una situación de guerra civil desde mediados del siglo XX y que en la actualidad, se centra en la lucha entre los rebeldes y el ejército bajo las órdenes de la junta militar que rige la nación. El territorio cerca de Umphang está controlado por los rebeldes de la Unión Nacional Karen y, debido al conflicto armado, existen numerosos campos de refugiados (que pueden acoger a más de 10.000 individuos )y tensiones que provocan que esté muy controlada la salida y la entrada de personas. Solo unos pocos pueden acceder a estas zonas, como es el caso de los sacerdotes y misioneros Javieranos. Uno de ellos, Reynaldo Tardielly, fue el que, tras presenciar una conferencia del charro en Bangkok, contactó con Paco García Moro para la construcción de una iglesia en Umphang.
El Oratorio de San Javier es el primer proyecto del salmantino y fue inaugurado y consagrado el pasado 17 de diciembre. La edificación sirve para articular la comunidad católica del lugar, algo muy importante para estas comunidades en las que la religión adquiere un peso que no se puede percibir en grandes ciudades. Como explica García Moro, a su llegada a Umphang, las misas y otras celebraciones religiosas se hacían en las propias casas de los habitantes o en construcciones que no podían albergar mucha gente. Con esta iglesia, crecerá la participación religiosa de los pobladores y ayudará a que se eviten situaciones nada agradables, como el secuestro de menores de la zona para mantener negocios de prostitución y trata de personas de mafias en casinos y otros lugares en Birmania.
La forma de esta iglesia está basada en el cangrejo protagonista del milagro de San Francisco Javier en las Islas Molucas. En este, tras un naufragio en el que estuvo presente el santo, el animal emergió del mar sosteniendo un crucifijo que pertenecía al religioso. Para conseguir la estructura, Paco se sirvió de la madera de los árboles Ta-khian (famosos en el folclore de Tailandia por estar ligados a la leyenda del espíritu Nang Ta-khian) y representó al crustáceo de la manera más literal posible sin perder los motivos propios de este territorio e integrándolo de la manera menos invasiva posible con el paisaje. Ocho meses de una obra que fue posible gracias a la ayuda de los lugareños, especialmente de un artesano ex-rebelde que aprendió su oficio en la cárcel, para llevar a un poblado a más de 12 horas de Bangkok, afectado por una guerra y con solo una vía (la llamada 'carretera de la muerte') como acceso, una construcción que una y ayude a una pequeña comunidad.
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