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Alberto Merino, propietario del bar Edelweiss en la Rúa Mayor. José Manuel García
Bares con historia

El bar de Salamanca abierto por un piloto alemán nazi, popular por sus patatas meneás

El bar Edelweiss, al final de la Rúa Mayor, fue cogido por un matrimonio de Salamanca hace medio siglo y ahora es una segunda generación quien mantiene vivo este mítico bar

Laura Linacero

Salamanca

Sábado, 12 de julio 2025, 12:34

El interior es pequeño, pero esconde una gran historia. La historia de Alberto y Rosa. Y de sus padres. Y de un matrimonio compuesto por una catalana y un alemán que dio nombre al bar Edelweiss en los años cincuenta. Los ojos de distintas épocas que nutren una mirada al pasado. «Lo abrieron una mujer de Barcelona y un piloto del ejército alemán que, por lo visto, participó en el bombardeo de Guernica», explica Alberto Merino, actual propietario del establecimiento junto a su hermana.

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Los padres de Alberto cogieron el local en el 75. Ellos no llegaron a conocer a este matrimonio que abrió las puertas del Edelweiss puesto que, entre medias, otras personas lo regentaron. Sin embargo, aún hay quien todavía los recuerda. «Nosotros lo que sabemos es por referencias de los clientes de entonces», explica. Por eso, y por una joya que guardan en el interior del bar: una nieta les llevó un cuaderno donde aparecen algunos escrito de la época. «Fue sorprendente cuando vino y todavía hay gente que reconoce la firma de la señora, que era la que más tiempo estaba en el bar», indica Rosa Merino.

De ese pequeño álbum de recuerdos y de aquellos que los conocieron y aún los recuerdan, han podido conocer más del origen del bar que lleva medio siglo en sus manos. El matrimonio salmantino toma las riendas del establecimiento en un momento de inquietud en el país. «Mis padres lo cogen en el año 75, el año de la transición y es curioso ver cómo en las conversaciones en el bar había más convivencia entre distintas tendencias políticas que ahora», señala Alberto.

«La Rúa de ahora no tiene nada que ver con la de antes»

No solo ha cambiado la forma de concebir la política, también la céntrica vía en la que se ubican ha experimentado un importante lavado de cara. «La Rúa de ahora no tiene nada que ver con lo que era entonces», asegura Alberto. En aquellos años dependían de los profesores y estudiantes de las facultades cercanas y el fin de semana era el momento de cerrar. «Era una zona complicada y aprovechábamos los fines de semana para ir al pueblo y descansar», asegura.

La Rúa Mayor no era el turístico paseo que te lleva de la Plaza Mayor a la Catedral de Salamanca. No era ese idílico trayecto que ahora transitan miles de personas. Una zona manchada por la droga de los años ochenta que el bar Edelweiss ha visto evolucionar en positivo. «Yo llevo aquí toda la vida, desde los cinco años. A los 12 años ya estaba por aquí ayudando», recuerda. Toda una vida detrás de la barra haciendo que su nombre -Edelweiss es una flor alpina que simboliza resistencia- cobre sentido. «En mayo hicimos cincuenta años desde que mis padres cogieron el bar», asegura Alberto.

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Paladares internacionales conocen las patatas meneás

Medio siglo de tesón familiar que les hace conocidos por toda la ciudad. Su trayectoria y sus patatas meneás. Es su elaboración estrella y prácticamente desde que tomaron el Edelweiss ha sido la marca de la casa. «Empezamos en el año 78. Es típico del sur de Salamanca y de Ávila, mi padre lo ha comido en el pueblo toda la vida, no lo hemos inventado nosotros», asegura. Y en eso tiene razón, no lo han inventado pero sí han conseguido que sean especiales. «Tenemos cogidas las medidas para hacerlas», reconoce.

Mantienen la receta idéntica a entonces y asegura que la clave para haber cosechado al éxito no tienen tanto que ver con la forma de hacerlas sino más con los ingredientes. «Tiene que ser una patata cuidada porque no todas las patatas valen», añade. Una ración típicamente salmantina que ahora prueban paladares de todo el mundo. En una de las zonas más turísticas de Salamanca, el flujo de extranjeros visitan la capital y hacen parada en la terraza del Edelweiss es considerable. «Al final te entiendes con todo el mundo», apunta. Y es que no hace falta idiomas porque el lenguaje de la hostelería parece universal.

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  1. La anécdota estrella del Edelweiss

    Una muleta olvidada durante dos días

Con el tránsito que tiene el bar, no es de extrañar que algunos clientes olviden sus pertenencias en el interior y acudan rápidamente a recogerlas. Sin embargo, no siempre se regresa con tanta premura. «si lo que se les olvida es el paquete de tabaco, entonces sí», puntualiza Alberto. Pero en este caso, lo que quedó pendiente fue una muleta. Durante un par de días. «Cómo no vienes a buscar una muleta en dos días», añade entre risas. Y es que, al parecer, el orden de prioridades es tan personal como alternativo

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