
El único bar de Salamanca con calçots estrena solete Repsol
El Caracol del Bierzo tiene raíces catalanas aunque se fraguó en esta comarca leonesa hasta el traslado del matrimonio gerente a la capital charra
La necesidad de un cambio de aires. La ilusión de hacer de una afición un trabajo. El arrojo de dejar una gran ciudad y apostar por el entorno rural. La dedicación y el tesón de un matrimonio por levantar y hacer grande un proyecto que comenzó desde cero y que hoy celebra su primer solete Repsol. La historia de cómo pasó de ser una granja de caracoles en El Bierzo a ser el único bar de Salamanca que prepara calçots se remonta a hace algo más de una década. Begoña y Mario vivían en Barcelona -él es catalán y ella salmantina- y la vida les llevó a abandonar la gran ciudad para apostar por el entorno rural en la comarca leonesa.
Una decisión que les cambió la vida, tanto profesional como personalmente. Cambiar el ajetreo cosmopolita por la tranquilidad en el campo les dio la vitalidad para empezar un proyecto: una granja de caracoles en unas instalaciones de 6.000 metros cuadrados. «Empezamos a criar caracoles y viendo la posibilidad de la finca, pensamos en montar un chiringuito», explica Mario Castells. Comenzaron exportando la producción y pronto decidieron incorporar la parte hostelera a su faceta emprendedora.
Un merendero que se convirtió en todo un éxito para probar los caracoles que ellos mismos producían. Por las pistas anteriores, sabrán que hablamos de El Caracol del Bierzo, en el barrio de Tejares, y tras conocer esta historia, el nombre cobra sentido. «Tuvimos muy buena recepción por parte de la gente y trabajamos muy bien», apunta Manuel. En El Bierzo comenzaron a ofertar también su receta estrella y una de las razones por la que han cosechado su fama en Salamanca: los calçots.
Consiguieron levantar un espacio único en un entorno inigualable.«Era una finca muy bonita a la que pusimos mucho cariño», asegura el matrimonio. Sin embargo, un incidente les obligó a resurgir como el Ave Fénix. Un incendio arrasó el chiringuito y lo dejó hecho cenizas. «Todo pasa por algo, y después de eso lo dejamos aún mejor», asegura Begoña. Este suceso no les hizo tirar la toalla, al revés, se levantaron con más fuerza y continuaron haciendo de El Caracol del Bierzo una institución en la zona.
Los calçots aterrizan en Salamanca
Afortunadamente para los vecinos de Salamanca, decidieron traspasar su negocio a la capital charra. Begoña era salmantina y su apego por sus raíces y las ganas de volver a su tierra convencieron al matrimonio de que el Caracol del Bierzo continuara su camino junto al Tormes. «Encontramos este local que llevaba tres años cerrado y le vimos muchas posibilidades», indican. Durante un tiempo, convivieron los dos establecimientos, en El Bierzo y en Salamanca, pero tuvieron que decidirse. «Apostamos por esto», explican.
Eso sí, con la misma esencia. «Comprobamos en El Bierzo que el calçot tenía mucha aceptación y es nuestra bandera, es una diferencia respecto a otros restaurantes de la zona», añade Manuel. Un gran cartel rojo anuncia su plato estrella y una amplia terraza invita a pasar a probarlos. Aunque no sepas lo que son, ni cómo se comen. Para eso están Mario y Begoña. «A la gente le gusta porque es como una ceremonia, te pones tu babero, te ensucias y lo disfrutas.», aseguran.
Podría ser el espacio, podría ser la gastronomía, podría ser la atención pero seguramente sea la combinación de todo ello lo que les ha hecho merecedores de un solete Repsol. «No nos lo esperábamos, fue toda una sorpresa», asegura Begoña. Hace apenas una semana, el Caracol de El Bierzo recibía este reconocimiento culinario que el matrimonio acoge con orgullo. «Además de la comida, intentamos que el espacio -la terraza en un jardín- sea también agradable», añade Manuel. Una combinación de distintos factores que les han permitido colocarse en el mapa de una de las guías gastronómicas por excelencia.
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La anécdota estrella de El Caracol del Bierzo
¿Sabes cómo se comer los calçots?
El calçot es uno de los platos típicos de la gastronomía catalana y es poco común encontrarlo dentro de la oferta culinaria de la zona castellana y leonesa. Por ello, muchos de los comensales que acuden a El Caracol del Bierzo se preguntan qué es. «Aquí lo llaman puerros», comenta Manuel. Pero no, no son puerros, y tampoco se comen igual. «Cada vez lo conoce más gente, al principio había que explicarlo más», añade Begoña.
En ocasiones todavía tienen que hacer de maestros, o intentarlo. «Siempre preguntamos si saben cómo se comen y vino un cliente y nos dijo que sí que sabía», explican. Sin embargo, lo que ocurrió después les obligó a actuar: «Cuando vimos que lo estaba comiendo sin pelar, y masticando lo negro, fuimos corriendo a decirle cómo lo tenía que hacer», apuntan entre risas. A ellos ese día no se les olvida y al cliente seguramente tampoco cómo sabía el calçot sin pelar pero, sobre todo, una vez pelado.
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