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Los 14.158 perros censados actualmente en Salamanca y sus propietarios son afortunados. Tienen a su disposición 32 parques caninos distribuidos por toda la ciudad que suman una superficie de 150.974. En menos de una década el Ayuntamiento creó esta red de espacios que eran muy demandados y necesarios.
Gracias a ellos los canes que habitan en el entorno urbano cuentan con zonas de esparcimiento y paseo delimitadas con vallas en las que tienen la oportunidad de interactuar con otros animales, jugar, correr y olisquear a su aire y de forma segura sin necesidad de estar sujetos con la correa (excepto los considerados de razas potencialmente peligrosas). De este modo contribuyen al bienestar emocional y físico de los perros, ayudando a reducir el estrés y la ansiedad.
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Todos están dotados con papeleras para depositar las bolsitas con sus heces y fuentes bebedero que permiten que los animales calmen su sed cuando hace calor. Incluso tres de ellos (El Baldío, el del Túnel de la Televisión y el parque de Los Gozos y las Sombras) cuentan desde mayo del año pasado con duchas caninas para que se refresquen en verano.
Otra ventaja que tienen una buena parte de ellos es que cuentan en su interior con arbolado que ayuda a refrescar el ambiente en verano y hacen más agradable la estancia con su sombra.
En un recorrido por estos espacios un día cualquiera se puede comprobar que los parques caninos de la ciudad están limpios a pesar de que no todos los propietarios que los usan cumplen con la obligación de recoger las heces de sus perros.
El mantenimiento lo realiza la empresa encargada de la gestión de parques y jardines, tal y como informan desde el Ayuntamiento: se encarga de la limpieza del arenero y utilizan un spray para desinfectar y evitar malos olores, lo que garantiza que se mantienen unas buenas condiciones higiénico-sanitarias para perros y personas. Además, si los usuarios ven en ellos desperfectos, pueden avisar a través del teléfono 010, según se informa en carteles colocados en estos recintos.
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A pesar de todos estos esfuerzos no todos estos espacios se encuentran en el mejor de los estados posible. En algunos de ellos, como los de los parques de Valhondo, en Pizarrales, y San Enrique de Ossó, en Capuchinos, es frecuente encontrar enormes hoyos excavados por los perros y que deberían ser tapados para evitar accidentes.
Excavar es un acto natural para los perros, pero cuando se convierte en una actividad compulsiva o destructiva, podría indicar problemas subyacentes como ansiedad o estrés y los propietarios de los animales deberían tratar de controlarlo. Sin embargo la realidad demuestra que algunos les permiten hacerlo hasta tal punto que hay algunos agujeros incluso con más de 40 centímetros de profundidad en los que pueden accidentarse tanto los canes como las personas.
En las zonas con más presión por la densidad de perros que soportan también se aprecian los suelos muy erosionados. Es un problema que a muchos usuarios no les pasa inadvertido. Se quejan porque afirman que eso supone que cuando está muy seco, sobre todo cuando hace mucho que no llueve y hace calor, se levanta mucho polvo que queda en suspensión y resulta muy desagradable respirarlo.
Algunas personas argumentan que ese es el motivo por el que algunos dueños de perros prefieren no usar estos recintos y sacan a sus perros a hacer sus necesidades a zonas verdes no habilitadas para ellos.
Un ejemplo es el parque de Picasso. A pesar de tener dos parques caninos en las inmediaciones, la presidenta de la asociación Comuneros-Alto del Rollo, Marisa Martín, lamenta que «llevan perros, los dejan sueltos, hacen pis, defecan y sus dueños, miran para otro lado». También hay quejas similares en la plaza del barrio Vidal, cuyo parque canino huele mal en verano según los vecinos.
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Los suelos dañados, además de perder la hierba, repercuten negativamente en el resto de la vegetación de estos espacios. En algunos de ellos se puede apreciar la presencia de raíces de árboles al descubierto, un problema que poco a poco va a más. Eso sucede, por ejemplo, en el Parque de Valhondo y en el parque de San Enrique de Ossó, junto a la trasera del cuartel de Ingenieros.
Cuando las zonas caninas están en cuesta la erosión del suelo es más rápida y el arrastre de tierras a otras zonas ocasiona otros problemas. En la Chinchibarra, la tierra y las hojas de los árboles se amontonan en la parte baja del recinto, sujetas por la valla que soporta su peso. Esta acumulación en aumento podría llegar también a dañar el vallado.
En la plaza de la Concordia la tierra de este espacio era arrastrada hasta el lateral del Centro Municipal Integrado Julián Sánchez El Charro. El Ayuntamiento optó por colocar pavimento drenante para sujetar el suelo. Se trata de un material muy interesante porque no refleja el calor, es absorbente, permite el crecimiento de hierba y reduce la temperatura.
Pero en este lugar en concreto no parece ser el más adecuado. No queda rastro de la hierba preexistente en casi ningún sitio. Ya tiene muchos agujeros que con su dureza pueden ocasionar graves daños en las patas de los animales, incluso a las personas. Y en conjunto, el resultado estético no es agradable.
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En este parque se puede constatar otro importante problema que preocupa a Barrios por el Clima: en las zonas caninas hay un creciente número de árboles dañados. Afirman que durante mucho tiempo el único fluido que reciben estos árboles es la orina de los perros. El exceso de nitrógeno amoniacal que soportan por este motivo es tóxico. Está matando a los árboles, aseguran.
En este recinto en concreto hay varios frutales y un magnolio que han muerto. Al otro lado de El Charro, en cambio, los árboles están sanos, lo que demostraría que esa es la causa de su muerte, afirman.
También en La Chinchibarra se puede apreciar que muchos de sus pinos están perdiendo muchas acículas y amarilleando, incluso los cipreses están quedándose pelados en la parte inferior.
Expertos en botánica e ingeniería agrónoma consultados señalan que sería importante analizar el suelo para comprobar su estado y que se podría suavizar el impacto mediante riegos frecuentes para diluir los residuos orgánicos.
Desde el Ayuntamiento aseguran que estos espacios se riegan excepto cuando hiela en invierno. Pero Barrios por el Clima considera que en caso de que se esté haciendo, no se hace con la frecuencia necesaria en vista de los resultados.
Argumentan que, además, estos no son los únicos espacios en los que se da este problema. Dan otro ejemplo: el recinto junto al Túnel de la Televisión. También hay un árbol muerto y otros que apenas crecen. Tanto en este parque como en la Chinchibarra se han colocado pequeñas vallas que impiden a los perros acercarse al tronco mismo de los árboles, pero dado que las raíces van más allá y los fluidos les llegan por la tierra, no creen que sea la solución.
Preservar las áreas verdes en los parques para perros no solo enriquece la calidad de vida de las mascotas, sino que aporta un entorno saludable para las personas. Todo ello fomenta la convivencia, el bienestar animal y la conexión con la naturaleza. Eso sin contar con los beneficios ambientales de los árboles y el resto de la vegetación en relación al cambio climático.
Por ello desde Barrios por el Clima defienden que invertir en su cuidado y mantenimiento es esencial para garantizar que tanto perros como dueños puedan disfrutar de un lugar seguro y agradable, con una vegetación sana donde amos y canes puedan refugiarse a la sombra de los árboles en verano.
En este sentido señalan como ejemplo positivo el parque de El Baldío, el área de recreo canino más grande de la ciudad (con 115.280 metros cuadrados). Si bien es cierto que por sus dimensiones y su ubicación soporta mucho menos presión que el resto de los recintos caninos de la ciudad, también tiene un buen mantenimiento.
Este parque puede servir de inspiración, y se debe mirar que se hace en otras ciudades para facilitar la convivencia sana de árboles y perros en otras ciudades. El reto de mejorar revierte en beneficio de todos los ciudadanos.
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