Secciones
Servicios
Destacamos
Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
Cruzas la puerta y los expositores que cubren las paredes te atraen como si estuvieran imantados. Para los fanáticos de este mundo, un museo y para aquellos que simplemente quieren un cuchillo para el día a día, un lugar para perderse entre tantas opciones. Afortunadamente, José Antonio Mariño se encarga de orientar después de más de tres décadas en la Cuchillería Yáñez, la más antigua de Salamanca. Tenía sólo dieciséis años cuando empezó y muestra de ello es una imagen que luce en un corcho junto a su maestro, Luis Rodríguez Arias.
En 1990 se metió de lleno en el mundo de la cuchillería. «No quería estudiar y tenía que ponerme a trabajar», explica. Y qué mejor lugar para aprender un oficio que un negocio que ya arrastraba sesenta años de historia. La Cuchillería Yáñez se fundó en 1930 por Severino Yáñez, un gallego exiliado de Cuba que inauguró en la calle Pozo Amarillo la casa donde afilar cuchillos y reparar paraguas en Salamanca. Al fallecer, fue su sobrino, Luis Rodríguez Arias quien tomó el relevó y este contrató a un jovencísimo José Antonio Mariño que, tras la jubilación del segundo propietario en 2001, se hizo con la tienda. «No eran familia pero después de tanto tiempo decía a todo el mundo que era su sobrino», recuerda Aurora, la mujer de José Antonio.
Negocios de toda la vida
Ubicada históricamente en lo que fuera una de las calles de referencia en el comercio salmantino, Pozo Amarillo, se trasladó hace cinco años a la calle Correhuela. Al vender el local para hacer pisos turísticos, la Cuchillería Yáñez se traslado a la perpendicular y adquirió un espacio más grande y reformado para «conseguir que el negocio siga vivo casi un siglo después de su nacimiento». Y, precisamente, cumplir esa promesa e ir contracorriente a la tendencia es lo que mantiene muy vivo a ese negocio centenario de la capital.
Mientras los comercios más tradicionales bajaban la persiana, este tuvo que cerrar sus redes sociales por el volumen de trabajo. Un negocio fructífero que, sin embargo, no tiene relevo. «A mí me gustaría contratar a otra persona pero para enseñar a afilar bien mínimo se necesitan cinco años», explica. Un trabajo manual que requiere de mucha práctica hasta llegar al nivel en el que se encuentra José Antonio y que en la actualidad, no parece tener continuidad. «La gente joven estudia y se están perdiendo los trabajos de electricista, fontanero o zapatero», insiste.
Una demanda creciente unida a una oferta cada vez más escasa -los profesionales del sector cada vez son menos habituales- hacen que la Cuchillería Yáñez esté en la palestra de empresas y particulares de Salamanca, por supuesto, pero también de toda España. «Me mandan cuchillos para afilar de todas las provincias», explica. En la ciudad, trabajan con la mayoría de los comercios salmantinos que requieren herramientas de corte.
También los vecinos saben dónde acudir para afilar o comprar un buen cuchillo. Muestra de ello son los últimos reconocimientos recibido en la Gala del Comercio de Salamanca celebrada el pasado octubre: 'Comercio favorito', votado por el público y en la categoría 'Trayectoria Profesional'.
Y traspasando las fronteras de la provincia, el mundo del jamón se abre de lleno ante este negocio. «Trabajamos con un 70% de los cortadores de jamón de España», explica. Y no nos miente. Al lado del mostrador varias cajas apiladas ya tienen destinatario. «Esta va para Desi Sebastián, campeón de España de Corte de Jamón. Esta otra la mando para Italia», enumera. Pedidos que reflejan cómo el entusiasmo de un pequeño negocio familiar centenario que nació en el centro de Salamanca es la referencia para los profesionales del sector nacionales e internacionales.
Aquellos que encuentran en la Cuchillería Yáñez un museo no exageran y es que en su interior se encuentra una auténtica mina de joyas para los coleccionistas de este tipo de herramientas. Piezas únicas hechas por un artesano de Albacete, un cuchillo japonés elaborado a mano dentro de una tirada de sólo 5.555 unidades en el mundo y, para José Antonio, la joya de la corona: una navaja de marfil y turquesa valorada en 400 euros. «Es especial porque el marfil está prohibido en la actualidad», añade. Tan sólo tiene un ejemplar en la tienda y, cuando lo venda, una parte de él se irá con esa navaja.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.