La farmacia de Salamanca de mediados del siglo XIX que conserva el botamen inscrito en latín
La farmacia de la plaza Poeta Iglesias es la más antigua de Salamanca que aún conserva la tradición familiar con una cuarta generación al frente
Es la farmacia con tradición familiar más antigua de Salamanca. Son cuatro generaciones las que han dado continuidad a la farmacia de la Plaza Poeta Iglesias y, aunque ha pasado más de un siglo desde que abriera sus puertas, parece que no ha transcurrido el tiempo por ella. Las estanterías abrazan un local inmune a los años. «Hemos procurado siempre mantener el estilo tradicional tal y como la hemos conocido siempre», comenta Pura Estella. Ella, con una jubilación activa, es la cuarta generación de esta institución en la capital.
«Mi bisabuelo fue quien la fundó pero no estaba en esta ubicación, sino en lo que ahora se llama Isla de la Rúa», explica. Mientras Pura relata la historia de su farmacia, enseña una foto de su bisabuelo datada de 1860 recién graduado. Muestra el retrato en blanco y negro, la imagen del principio de una saga de farmacéuticos que han trabajado para honrar esa primera generación. «Mi abuelo también fue un hombre muy conocido en su momento, era presidente de Cruz Roja y ayudaba mucho a la gente», explica.
Preservar ese espíritu ha sido una de las constantes en la farmacia, por eso, a pesar de que la dinámica del sector ha variado mucho desde entonces, tratan de mantener el recuerdo de sus orígenes. «Conservamos el botamen, que es una cerámica francesa del 1700 y pone el nombre del medicamento en latín», añade. Eso que ahora es decoración y en su momento fue parte de la funcionalidad de la farmacia, llama la atención de aquel que cruza la puerta. «Es el sabor que da a la farmacia, curiosamente llama más la atención a los turistas que a los salmantinos», comenta Pura.
Los visitantes se sorprenden al cruzar la puerta como si de un viaje en el tiempo se tratara. «No tiene ningún mérito por mi parte, simplemente lo hemos mantenido», explica Pura. Sin embargo, el hecho de haber conservado su esencia ya tiene una valía. El interés por mantener la lámpara antigua, el reloj que ya no da la hora pero sí da sentido al tiempo y la mesa camilla que, aún conservada en la rebotica de la farmacia, guarda secretos de una época lejana pero aún latente. Testigos de una familia de trabajadores que han destinado su vida a ayudar, cada uno en un tiempo distinto pero todos ellos con un propósito común.
Los tiempos de antes y los tiempos de ahora
Más de un siglo de vida. Todos los acontecimientos de la historia reciente han sido vistos por esta farmacia. Algunos con mayor repercusión y otros con menos. El bisabuelo de Pura vivió los efectos del cólera, con brotes importantes a finales del siglo XIX en Salamanca. El abuelo de Pura batalló con la búsqueda de la penicilina. «Contaba que había que hacer verdaderos sacrificios para conseguirla», explica. Y ella se ha enfrentado a la pandemia que paró el mundo. Lo define como «horroroso». Una situación que puso en jaque a la ciudadanía y obligó al sector sanitario a exprimir al máximo sus capacidades.
«La covid ha sido lo más duro de mi trayectoria como farmacéutica»
«Fue muy duro, sobre todo por la escasez que había. Tuvimos que ir a Zamora, Valladolid a Zaragoza a buscar mascarillas en almacenes que sabíamos que tenían», recuerda. A pesar de las décadas que ha estado detrás del mostrador, esos meses fueron los más complicado de su trayectoria profesional. «La gente estaba enferma de otras cosas que no eran covid y necesitaban atención, dimos la cobertura que pudimos pero fue muy difícil», explica. Una farmacia que también ha funcionado como un servicio de atención al paciente, hasta en los momentos más críticos.
Las tertulias en la rebotica con Unamuno
Rebotica: habitación trasera de una farmacia que sirve de desahogo. Así lo define la RAE. Sin embargo, su función va más allá. «Aún está la camilla original de mi abuelo y las sillas de madera donde se sentaban a hacer tertulia», explica. La farmacia de la Plaza Poeta Iglesias aguardaba en su interior conversaciones comprometidas e intercambio de opiniones bajo la confidencialidad que implicaba cruzar a su interior. Por allí, pasaron algunas personalidades de renombre como Unamuno, a quien el abuelo de Pura le dejó la toga. «Mi abuelo era doctor en Farmacia y Unamuno le pidió por carta manuscrita la toga. La original está en la Casa de Unamuno y nosotros tenemos una copia», explica. Un espacio que guarda y desprende historia bajo el nombre de Farmacia Estella Hoyos.