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Un momento del taller para mejorar refugios de insectos. Álex López

Los 'hoteles de insectos' en Salamanca: errores y aciertos de un 'fijo' de parques y jardines

Estas pequeñas infraestructuras son imprescindibles en cualquier renaturalización, pero muchos de ellos presentan deficiencias de diseño y mantenimiento que necesitan para que sean útiles y no solo un «adorno caro»

Ana Carlos

Salamanca

Domingo, 29 de junio 2025, 20:36

Ya sea por convicción o porque hay fondos europeos para ello, la manera de relacionarnos con el entorno y el concepto de cómo integrar o restaurar lo natural en las ciudades y espacios degradados está cambiando. Entre otras intervenciones de mejora, los Ayuntamientos amplían zonas verdes y colocan hoteles de insectos. También los centros educativos y otras entidades los usan estos últimos elementos como herramienta educativa o para simplemente mostrar que son amigables con la naturaleza. Pero no todo vale.

La Oficina Verde de la USAL ha realizado un taller con el objetivo de identificar las deficiencias más habituales de los refugios de insectos comerciales y la manera de hacerlos más funcionales. Ni todos los materiales que presentan en demasiadas ocasiones sirven para cobijar y permitir la reproducción de insectos como los polinizadores, ni se hace en estas instalaciones el mantenimiento adecuado para evitar la proliferación de depredadores y patógenos con el paso del tiempo.

Laura Baños y Félix Torres, profesores del Grupo de Investigación Básica y Aplicada en Hymenoptera de la USAL fueron los encargados de desgranar todos los detalles de estos espacios que pretenden albergar biodiversidad.

«La realidad es que la mayoría tiene un diseño muy deficiente en cuanto a materiales, estructura y ubicación», señala Laura, que hace hincapié en que además no se trata únicamente de colocarlos, sino de hacer seguimiento para comprobar que funcionan y hacerles un mantenimiento anual para evitar que dejen de ser viables para los insectos, e incluso les ocasionen la muerte. A su juicio, el problema es que con frecuencia se colocan sin un objetivo claro. Si se planteara se podrían solventar muchos de estos problemas.

Replicar estructuras naturales

Para empezar, los profesores se muestran críticos con la propia denominación de «hotel». Un hotel es un lugar donde se pasa la noche antes de seguir el camino. No es un lugar para vivir y mucho menos para sacar adelante a los hijos. Por eso prefieren la palabra «refugio», que es más adecuada para un espacio que pretende albergar a estos animales y permitir que se reproduzcan, especialmente abejas y avispas solitarias.

Para atraer a este tipo de himenópteros se necesitan materiales que imiten a las cavidades naturales que usan en el medio. Aunque el 70% de las abejas solitarias anidan en el suelo, donde construyen túneles o amasan el barro, las otras buscan madera putrefacta, árboles viejos, taludes y ramitas huecas, principalmente. Por ello lo ideal es replicar estas estructuras con materiales, longitudes y diámetros adecuados.

Así suelen elegir galerías con diámetros entre 3 y 8 milímetros y profundidades de entre 10 y 15 centímetros. Pueden ser agujeros hechos en tacos de madera, ramitas huecas o cañas de estas medidas; tablillas acanaladas e incluso pajuelas y tubos de papel u otros materiales. Pero siempre deben tener un tope al final.

Hay otros materiales que se ven con frecuencia en estas instalaciones, como piñas, cañas gruesas o sin tope al final, ramas gruesas o ladrillos que «son bonitos» pero a quien van a atraer es a opiliones, arañas, avispas sociales, tijeretas e incluso vertebrados. ¿Es a ellos a quienes queremos atraer? Una vez más, determinar el objetivo del refugio nos dará la respuesta.

La clave está en el objetivo

¿Para qué queremos el refugio de insectos? Laura Baños apunta que los usos principales es el monitoreo de la biodiversidad del entorno; el estudio de la ecología y el comportamiento de especies (conocer su reproducción y competencias); la conservación de polinizadores en medios degradados y la educación y la divulgación científica, es decir, ecopedagogía. Por ello antes de empezar hay que plantear la finalidad y con ello el tipo de insectos que queremos recibir.

Los profesores también insisten en que en muchas ocasiones para favorecer la biodiversidad es mejor invertir en otras estrategias, como sembrar plantas silvestres autóctonas con distintas época de floración para que los polinizadores tengan alimento durante el máximo tiempo posible; mantener árboles viejos en entornos seguros, plantar secos o dejar en el entorno troncos que puedan ser usados por los insectos.

«No hace falta una casa con tejado, nosotros somos los que las necesitamos», apunta Laura. Félix Torres añade que «colocamos estos refugios principalmente por autosatisfacción, para sentir que hemos hecho algo, aunque esté mal hecho».

Más de 40 años trabajando en este tipo de refugios

La USAL lleva cuatro décadas trabajando en refugios de insectos. Los primeros «nidos trampa» como los denominaban, fueron obra del departamento de Zoología en 1984. Desde entonces han aprendido mucho sobre ellos, muchas veces de los errores. Al principio simplemente buscaban conocer con ellos la variedad de abejas silvestres, pero con los años han desarrollado una fuerte conciencia ecológica hacia ellas.

«El declive de los insectos es real», lamenta Torres, que lamenta que es un problema que no se va a solucionar a base de colocar hoteles de insectos. Sin embargo, estos pueden ayudar a observarlos, conocerlos, estudiarlos, concienciarnos y ser «un granito de arena para nuestra propia educación».

Además, señala que tan importante como el refugio de insectos es su ubicación (mejor a un metro del suelo y con orientación Sur o Suroeste) y que alrededor cuente con vegetación natural, es decir, recursos para que sus habitantes puedan prosperar. De hecho, con rigor científico, si lo que se pretende es fomentar la biodiversidad de insectos, los profesores aseguran que lo mejor es dejar las plantas silvestres autóctonas y permitir que los insectos accedan a los materiales naturalmente. Por ello vuelven a insistir que el principal valor de estas infraestructuras es el didáctico y que cuando no se hace uso del mismo ni se cuida de su mantenimiento son solo «un adorno caro».

Aprendizajes del proyecto asilvestra

En esta línea, ambos profesores son los responsables del proyecto Asilvestra, dependiente del Vicerrectorado de Estudiantes y la Oficina Verde de la Usal. Ambos explican que su objetivo principal es proponer modelos de gestión alternativos para los espacios verdes y jardines urbanos de la Universidad, que puedan ser replicables a otros espacios públicos. De este modo buscan la mejora de la calidad de los mismos a través del fomento de la biodiversidad vegetal y animal.

Llevan trabajando en este proyecto desde hace ya tres años en los jardines de Peñuelas de San Blas y defienden que la verdadera renaturalización, como han hecho allí, pasa por cambiar en muchos lugares el césped por viboreras, malvas, borraja, llantén, diente de león, avena y otras plantas adventicias que necesitan muchos menos cuidados y agua, al tiempo que albergan más biodiversidad.

Asilvestra tiene tres pilares que van unidos: la investigación, la conservación y la educación. Por ello en este espacio tienen colocados varios refugios para abejas solitarias, algunos con tubos transparentes, que les permiten no sólo hacer un seguimiento a tiempo real de la reproducción de las distintas especies que los ocupan, sino hacer divulgación con los estudiantes y escolares que les visitan.

Refugios en todos los campus de la USAL

Los participantes en el taller de refugios tuvieron la oportunidad de ver en vivo cómo las abejas hacen y rellenan de néctar y polen las celdillas de las que nacerá la próxima generación. Como curiosidad, los profesores en sus investigaciones han aprendido que a estas abejas les encanta el polen de las encinas que hay en las inmediaciones del palacio de Congresos y también de las amapolas.

Durante el taller organizado por la Oficina Verde se consiguió llevar a cabo la mejora de dos hoteles de insectos de los 5 que recientemente ha recibido la entidad por la donación de otra universidad y que colocará en sus distintos campus una vez terminados. Así, tres de ellos se irán a Ávila, Béjar y Zamora, mientras que los otros dos se quedarán en las inmediaciones del Campus Unamuno y en la Facultad de Psicología.

Con ellos esperan ofrecer la oportunidad de observar y conocer a estos insectos, que son el paso necesario antes de aprender a amarlos y a protegerlos. Una necesidad que tiene que vencer al recelo que tiene la sociedad ante ellos, ya que los necesitamos para polinizar, para mantener un control biológico y un equilibrio de especies y servir de alimento de otras especies, entre otras cuestiones. Y eso tratan de enseñar también en talleres como este.

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