De laboratorio en la República a coworking, el cambio de una fábrica de Salamanca con historia
El edificio, de 1874, fue primera estación de impulsión de agua, industria química y sede de una empresa de muebles antes de sufrir el abandono: tras una profunda rehabilitación es una moderna y estilosa oficina
Hay ocasiones en las que conservar es algo más que proteger, y el de la fábrica de colas es uno de los mayores ejemplos por la historia que atesora el edificio, levantado en una época y para un cometido, pero que está vivo y listo para otros usos gracias al impulso de alguien que no quería que se perdiera en el olvido.
Levantado a finales del siglo XIX, ha sido fábrica de muebles y de elementos químicos, fue propiedad de un presidente de Gobierno de la Segunda República, su fábrica es obra de prestigiosos arquitectos, presume de una de las pocas chimeneas de piedra de Salamanca y de un asombroso aljibe, flirteó con el abandono y ahora luce como sede de un moderno coworking y oficina de una joven empresa de ingeniería que apostó por recuperar, respetar y asegurar el futuro del edificio.
Su actual inquilino, Sergio Calabrés, de Calabrés & Tomé Ingenieros, es un inquieto emprendedor que vio en un edificio semiabandonado lo que nadie, la oportunidad de demostrar lo que era capaz de hacer. Cuando llegó hasta el lugar, llevaba años sin uso; en su interior, los restos de su última actividad como fábrica de muebles, mucha suciedad y escombros.
Esta construcción es en realidad un contenedor de historias, de muchas historias. Levantado hace más de un siglo, el proyecto data de 1874, no ha dejado de cambiar y adaptarse, un proceso del que no faltan las muescas del paso del tiempo que le dan carácter.
Fue proyectado por el arquitecto municipal José Secall como estación de elevación del agua desde el Tormes, parte del primigenio sistema de suministro de la ciudad; unía el río con el antiguo depósito de San Mamés (el antiguo depósito donde ahora está el Museo del Comercio) a través del Camino de las Aguas.
Cuando se levantó el edificio, allí prácticamente no había nada más. Ya en pleno siglo XX, el edificio experimentó una ampliación obra de otro arquitecto de renombre, Santiago Madrigal, para adaptarlo a una nueva función: fábrica de productos químicos y farmacéuticos.
La factoría fue propiedad, entre otros, del que fuera presidente de la segunda república José Giral. Giral fue catedrático en la Universidad de Salamanca entre 1905 y 1920, cuando se marchó la ciudad y vendió sus negocios, entre otros, una farmacia en la Plaza Mayor y este edificio.
Giral fue catedrático de Química Orgánica de la Facultad de Ciencias a principios del siglo XX. Destacado republicano y amigo de Azaña, fue consejero de Estado y ministro en varios gabinetes y, finalmente, presidente del Consejo de Ministros de la Segunda República en 1936. Se exilió tras la guerra civil, primero a Francia y luego a México, donde falleció en 1962.
Para entonces, la fábrica entraba en años de declive y oscuridad. Su última función fue albergar una empresa de muebles y así es como se la encontró Sergio Calabrés cuando, en 2019, topó con el edificio y decidió poner en marcha su rehabilitación.
A pesar de estar protegido y en el catálogo de la ciudad, su estado era lamentable. Su característica chimenea tenía el coronamiento roto y la fábrica estaba rodeada de maleza y otras construcciones.
Se auscultó la chimenea antes de reconstruirla con ladrillos de Horcajo Medianero, proceso en el que se descubrió una curiosa inclinación de unos grados.
El edificio en sí era estable. En el interior, se despejaron todos los tabiques con los que se había hecho su distribución para dejar a la vista las vistosas cerchas y bobedillas de su techo. Se cambió la carpintería, respetando la imagen: el material original es ahora el cerramiento de los despachos.
Para la decoración se han utilizado maquinaria y elementos antiguos, parte de ellos encontrados en el edificio cuando se accedió. Se rehabilitó el acceso principal, por una escalera. La planta principal cuenta con un recibidor, una sala de reuniones y un despacho principal que ocupan una de las naves. En la segunda, gemela, se encuentra un espacio tipo coworking totalmente diáfano.
El impulsor del cambio considera terminada su etapa y el edificio está a la venta, pero todavía guarda sorpresas para quienes quieran continuar con el trabajo. Su planta baja espera turno para la rehabilitación y podría convertirse en más despachos o en un espacio cultural. Y en su sótano se encuentra una joya oculpa: bóvedas y un aljibe de cuando el edificio sirvió para la impulsión de agua. Un lugar que, acondicionado, merece ser visitado.