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La líder salmantina de 'Los Alumbrados', la secta sexual que fue juzgada por la Santa Inquisición
Expedientes X salmantinos

La líder salmantina de 'Los Alumbrados', la secta sexual que fue juzgada por la Santa Inquisición

Francisca Hernández, beata franciscana, fue llevada hasta el tribunal del Santo Oficio por cometer 'perversiones' con sus fieles

María Rivas

Salamanca

Sábado, 28 de octubre 2023, 18:20

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En el siglo XV surge en España una corriente religiosa en forma de secta que fue, durante muchos años, objetivo de la Santa Inquisición debido a su origen herético y su vinculación con el protestantismo.

El epicentro de la conocida como secta de 'Los Alumbrados', cuyo dogma se basaba en asegurar que los placeres carnales y la fe en Dios eran compatibles, se encontraba en algunas ciudades de Castilla en 1511 pero no sería hasta 1525, tras el Edicto de Toledo, cuando adquiriría verdadera relevancia a nivel nacional.

A Salamanca, por su parte, los Alumbrados llegaron en 1515 y su líder fue Francisca Hernández, una beata franciscana nacida en el pueblo salmantino de Canillas.

Francisca Hernández, la divinidad que cometía 'actos pecaminosos'

Francisca invitaba a sus devotos al disfrute de las pasiones y ellos se arrodillaban ante ella como si de una divinidad se tratara y, además, realizaba actos pecaminosos con ellos bajo la «voluntad de Dios».

Francisca, ya consolidada como líder de la secta en Salamanca, conoció en la capital charra , en 1519, a Fray Francisco, un fraile riojano de la orden de San Francisco de Asís.

El fraile fraguó una estrecha y cercana relación con Francisca y, finalmente, Francisco acabó profiriendo más devoción a Francisca que a la propia orden; entre otras actividades, Fray Francisco «mamaba de sus pechos la leche del Espíritu Santo» o «derramaba su amor y ternura sobre ella ya que sus votos le cohibían hacerlo con otras mujeres».

Otro de los devotos más destacados de Francisca fue Antonio Medrano, con quien la beata mantenía una relación tan estrecha que el Tribunal del Santo Oficio les prohibió vivir juntos. La sentencia para Francisca fue un arresto domiciliario, mientras que a Antonio se le prohibió mantener contacto directo con ella. Como era de esperar, ninguno de los dos respetó la prohibición.

Francisca se quedó a vivir en Valladolid en casa de un matrimonio luterano y Antonio se mudó por 'motu proprio' a una vivienda cuya ventana, casualmente, estaba en frente de la de Francisca.

Antonio visitaba habitualmente a Francisca y era más que habitual que pasaran las noches juntos.

Estos hechos no tardaron en llegar a los oídos de la Santa Inquisición y se volvió a condenar a Antonio, esta vez, a su destierro de Valladolid. Para sorpresa de nadie, también incumplió esta orden.

Fragmento del 'Jardín de las Delicias'
Fragmento del 'Jardín de las Delicias' El Bosco

Por avatares de la vida, Antonio volvió a Salamanca y fue acusado de deshonestidades (siendo estas deshonestidades cometer actividades pecaminosas con mujeres y posibles herejías) y, finalmente, fue desterrado de Salamanca; esto acabó devolviéndole a su pueblo, Navarrete (La Rioja), donde retomó la labor de sacerdote.

Esto no cortó su vínculo 'inquebrantable' con Francisca y ambos religiosos se siguieron mandando misivas y objetos personales.

Antonio, bajo el foco de la Santa Inquisición

Numerosos pleitos con otros clérigos y denuncias de varias mujeres terminaron con la excomulgación de Antonio y con un nuevo encuentro con el Tribunal del Santo Oficio. Eso sí, a prueba de faltas suficientes y fehacientes, la sentencia de Antonio fue relativamente leve: el Santo Oficio le obligó a renegar de sus ideas y a no predicar en privado (por lo que pudiera ocurrir), así como la prohibición de dar la comunión a féminas y a pagar 100 ducados de multa.

Tras el Edicto de Toledo, la secta de los Alumbrados fue acusada oficialmente de ser una secta herética (por rechazar los dogmas de la Iglesia Católica, renegar de su autoridad y afirmar con rotundidad que podían establecer contacto directo con el Espíritu Santo).

Los Alumbrados aseguraban, además, que su conducta pecaminosa a ojos de la Iglesia era dictada y ordenada directamente por Dios, por lo que no era necesario que se confesaran.

En este nuevo contexto socio-religioso, Medrano es nuevamente llevado ante el Santo Oficio y, en esta ocasión, la pena sí fue mayor.

Acusado de un total de 35 delitos, Antonio Medrano fue torturado con la crueldad característica de la Santa Inquisición, lo que acabó logrando el objetivo buscado por el Santo Oficio: que Medrano relatara todas las experiencias de índole sexual vividas con Francisca.

Aunque los placeres eran carnales, Antonio defendía que se trataban de goces espirituales y que la intención de ellos era totalmente pura.

Fragmento 'El Jardín de las Delicias'
Fragmento 'El Jardín de las Delicias' El Bosco

Las 'perversiones' que se cometían en Los Alumbrados

Los inquisidores escucharon perplejos todos los actos que se cometían en los Alumbrados y, concretamente, con Francisca: la salmantina obligaba a sus fieles a cortarles la uñas de los pies, a vestirla y calzarla o a cocinar para ella y, todo esto, fue tachado de perversión por el Santo Oficio.

Además, Antonio, aseguró que si Dios no se hubiera encarnado en Cristo lo habría hecho en Francisca porque estar con ella significaba estar con Dios.

Torturas aplicadas por la Santa Inquisición para lograr la confesión del reo
Torturas aplicadas por la Santa Inquisición para lograr la confesión del reo ABC

Para más inri, Medrano no escatimó en detalles sobre «los maravillosos y admirables poderes que tenía Francisca para sanar los tormentos de la carne»; declaró, además, que tras haberle alejado de Francisca, él había seguido «sanando los tormentos de la carne», con otras féminas y, como no podía ser de otra manera, especificó cómo: «hablaba con muchas mujeres bellísimas, tanto beatas como doncellas«, luego las abrazaba y besaba y, ya en el camastro, se colocaba encima de ellas.

Antonio siguió confesando ante el tribunal que todos los encuentros con Francisca habían sido carnales y, estos, habían tenido lugar tanto en Salamanca como en Valladolid y, añadía, fueron numerosas las noches en las que se levantaba y acudía a la cama de Francisca a «retozar».

Durante el proceso judicial de Antonio, Francisca fue llamada a declarar y lejos de contradecir las afirmaciones de Medrano, confirmó que mantenía encuentros carnales con Antonio pero que, si lo hacía, era porque Dios se lo permitía. Se abrió entonces un proceso judicial contra Francisca.

Corría el 31 de marzo de 1528 cuando Francisca fue encarcelada por la Inquisición en Toledo; indignado y furioso ante este hecho, Francisco criticó con severidad a la Santa Inquisición durante una homilía, así como también al inquisidor general del momento, Don Alonso Manrique. El Santo Oficio no tardó en tomar cartas en el asunto y terminó por encarcelarlo a él también.

Lo cierto es que Francisca trató de eludir su condena acusando a personalidas relevantes de la época pero, por desgracia, la estratagema no surtió el efecto esperado.

Francisca fue condenada a estar enclaustrada por el resto de sus días en un convento benedictino y, su pista, se perdió para siempre.

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