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Olor a excrementos e insoportables chillidos. Este es el día a día de los vecinos de Salamanca que viven en las zonas invadidas por los estorninos, una plaga alada cada vez más nutrida y duradera que la ciudad combate con medios excepcionales. Hasta 15.000 de estas aves anidan en la ciudad y se ceban con los parques más céntricos, como Carmelitas y Alamedilla, donde hacen la vida imposible a los vecinos, que soportan sus graznidos, pero también los métodos para combatirlos: cohetes y grabaciones de otras aves y de los propios estorninos a un volumen tan ensordecedor como el que consiguen los auténticos.
Desde el consistorio reconocen que es un problema de difícil solución y los vecinos de las zonas más afectadas están desesperados. Hace años que su presencia es evidente y no pasa desapercibida por un sonido estridente, el de sus graznidos. Para los no familiarizados, se pueden escuchar en esta información en todo su esplendor.
La sospecha es que los estorninos han venido, y puede que para quedarse. Los cambios en el clima y en sus costumbres han reducido sus migraciones y cada vez pasan más tiempo en la ciudad y se concentran en mayor número. Uno más de los efectos del cambio climático en Salamanca, donde se ha retrasado la plantación de flores tras el año del verano más prolongado en el que ha hecho calor de abril a octubre.
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El control de los estorninos se encuentra este mes de octubre en pleno apogeo. Según los datos del Ayuntamiento de Salamanca, su número ha alcanzado un pico de 15.000 ejemplares este mes y obliga a desplegar un dispositivo especial que no es barato: 4.366,51 euros al mes durante todo el año, sin coste adicional de la campaña intensiva.
Los operarios tienen identificados unos 30 dormideros en quince zonas de la ciudad. Se va actuando en unos u otros según el comportamiento de las aves, que están presentes en todas las zonas arboladas de la ciudad, pero que se concentran especialmente en el parque de La Alamedilla, el paseo de Carmelitas, la avenida de Portugal y el paseo Doctor Torres Vilarroel.
Pero su presencia está totalmente extendida en Salamanca: Plaza del mercado viejo; plaza del barrio Vidal; plaza de Colón; plaza de Carmelitas; plaza de Barcelona; paseo de San Vicente; paseo de Carmelitas; parque de Picasso; parque de La Alamedilla; esquina calle Valencia; esquina avenida Portugal con avenida de Italia; entorno Dominicos; campus universitario; calle Velázquez; avenida de Torres de Villarroel; avenida de Portugal; avenida Reyes de España; la Salle; plaza Julián Sánchez el Charro; Cuesta de San Blas y plaza del Mercado del Comercio son algunos de los lugares donde se ha intervenido.
El comportamiento de las grandes bandadas que anidan en la ciudad es muy invasivo. Cubren tejados y antenas de las viviendas, ocupan los árboles de las grandes zonas verdes de la ciudad y sus excrementos ensucian calles, aceras, bancos y mobiliario urbano allí donde se concentran, provocando fuertes olores. Pero lo peor son sus graznidos.
Un simple paseo por el bulevar peatonal de Carmelitas o atravesando La Alamedilla da idea de la magnitud del problema. Miles de pájaros se posan sobre las ramas y chillan, a escasos metros de las viviendas. Abajo, el suelo está lleno de sus deyecciones. El ruido es ensordecedor y el olor, muy desagradable. Allí donde el pavimento es de tierra, se mezcla con los excrementos formando un pegajoso fango.
«Todas las noches vienen a tirar petardos, ¿para qué? Para nada. Los espantan, pero vuelven«, se queja un empleado de una cafetería en el paseo de Carmelitas. »Y cómo nos dejan la terraza y lo molestos que son sus graznidos«, añade.
Para espantarlos, se ha decidido recurrir a unas patrullas. Para la disuasión de estorninos se utilizan graznidos de córvidos (urracas y cuervos) y sonidos de alerta de los propios estorninos. En cuanto a los sonidos de rapaces, el servicio ahuyentador no especifica la especie de la que se trata, sin embargo, son altamente efectivos.
Este año también se están utilizando cohetes y punteros láser para intentar expulsar a las bandadas. Las patrullas recorren los puntos más críticos en un camión que va desplegando los recursos. Según el consistorio, el sistema da buenos resultados y su número esta semana se ha reducido a 9.200 ejemplares.
Sin embargo, el uso de pirotecnia o la reproducción de grabaciones de los propios sonidos de los estorninos forma una molesta sinfonía que no satisface a los vecinos de las zonas con mayor población de estas aves, que cambian graznidos naturales por otro grabados y zambombazos casi a cualquier hora del día.
Desde el consistorio asumen que no hay una solución totalmente eficaz y que va a ser difícil expulsar por completo a los estorninos de Salamanca. En esta campaña especial, además de reforzar el personal, no hay fecha para poner fin a las medidas excepcionales. Se está a la espera de que la climatología colabore y que la caída de las hojas en los árboles siga reduciendo la población.
En el pasado, Salamanca ha recurrido al uso de aves rapaces para combatir las plagas aladas, especialmente la de los estorninos. Desde hace más de 20 años, los halcones anidan en la Catedral gracias a un proyecto del grupo de Salamanca de la Sociedad Española de Ornitología (SEO- Birdlife). En el año 2000 se instaló la primera caja-nido, que supuso recuperar para la ciudad el vuelo de los halcones peregrinos y su introducción en el ecosistema urbano. Su presencia se ha convertido en permanente y, durante años, mantuvieron a raya a todo tipo de aves. Se cuenta con otras dos cajas, en Villamayor y en la comandancia de la Guardia Civil, pero no ha sido suficiente para frenar la invasión de los estorninos.
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