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De todos los tamaños, formas y colores; de interés gastronómico, alucinógenas, tóxicas e incluso mortales. Una vez al año, la plaza de la Libertad se llena de setas. La muestra es el momento más popular de las Jornadas Micológicas de la la Sociedad Micológica Salmantina Lazarillo de Tormes (Somicolaza). Con ella este colectivo busca difundir entre la ciudadanía el conocimiento sobre estos seres vivos tan apasionantes como desconocidos.
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«¿Esta seta se come?» Esa es la pregunta más escuchada por los micólogos y que pone de manifiesto el enorme interés culinario que tienen. Pero el reino fungi, que es distinto al animal y al vegetal, es mucho más que gastronomía. Entre otras muchas cosas, setas y hongos descomponen la materia orgánica y se asocian a las plantas para ayudarles a absorber nutrientes y agua. Además, poseen una enorme cantidad de sustancias diferentes que en muchos casos se utilizan para hacer medicamentos.
«De entre todos los beneficios que tienen, que se puedan comer es el menos importante de todos», destaca Juan Carlos López Sanz, presidente de la Sociedad Micológica Salmantina Lazarillo de Tormes (Somicolaza).
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La exposición es una buena forma de transmitirlo, de generar curiosidad y poner sobre la mesa su interés científico. Pero la mayor parte de las setas tienen una vida bastante corta y tienen que ser recolectadas poco tiempo antes de exhibirlas. Por ello el día anterior socios acompañados por familiares, amigos y otras personas participan en la recogida que hace posible poder mostrar cada año una media aproximada de 200 especies.
La sociedad fleta un autobús de 60 plazas a las que se unen numerosos coches particulares con destino al coto micológico de la Sierra de Francia. En total, cerca de un centenar de personas, divididas en pequeños grupos, se distribuyen cuidadosamente en distintos hábitats de la zona, entre El Cabaco y Mogarraz.
En este entorno hay zonas de castaño y roble, de pino, y en cada una de ellas se dan variedades micológicas diferentes. A más diversidad, más posibilidad de encontrar especies distintas para enriquecer la exposición.
También hay algunos colaboradores que recogen setas en el acotado de Ribera del Cañedo, en las zonas de Valdelosa y Santiz, ya que en la dehesa crecen especies distintas. Sus aportaciones no se sumarán hasta el último momento antes de la exposición.
En torno a las 10 de la mañana del sábado comienza la búsqueda, aunque algunos madrugan un poco más. Acuden con sus preceptivas cestas y los correspondientes permisos. Y quienes no los tienen (en muchos casos parejas, familiares o amigos) van como acompañantes. El objetivo es conseguir muestras de todas las especies posibles. Pero no vale todo.
Cuidan que los ejemplares no estén pasados para que puedan aguantar en buen estado todo el domingo. Se esfuerzan en elegir los más bonitos y también por encontrar rarezas. Pero para no dejar el monte esquilmado saben que no pueden coger todo lo que ven.
Hay especies que son muy comunes y saben que todos los grupos las encontrarán, como puede ser el caso de la llamativa y venenosa amanita muscaria. Por ello tienen que valorar si están delante de un ejemplar más o si consideran que destaca sobre el resto y merece ser expuesta.
A primera vista parece que hay muchas setas, pero el presidente de Somicolaza afirma que este año el campo está algo seco. Si en ediciones anteriores han llegado a las 300 especies recolectadas para la muestra, este año serán muchas menos.
Tras unas horas de búsqueda y recogida, en torno a las 12.15 h. la actividad cambia. Muchos asistentes reponen energías con un tentempié antes de dirigirse a la Abadía de los Templarios, en La Alberca, donde se pasa a la siguiente fase. Los recolectores van depositando sus cestas en mesas para proceder a la identificación.
El biólogo y vicepresidente de Somicolaza, Juan Manuel Velasco, acompañado por otros miembros de la sociedad, como su presidente, son los encargados de esta parte del proceso. Poseen un gran conocimiento de las setas, pero también cuentan con el apoyo de libros, varias guías especializadas, para poder descubrir qué son algunos de los ejemplares más complicados de identificar. En unos listados impresos tienen recogidos los nombres y claves de cientos de especies que se pueden encontrar en la provincia.
Su tarea consiste en ver de qué seta se trata, registrarla en la lista y dotarla de una pequeña etiqueta con letras y números que permitirá saber qué es posteriormente. También tienen que seleccionar de entre todas las setas de la misma especie las que cuentan con las mejores características para ser expuestas.
Las setas junto a su etiqueta se pasan a otra mesa donde se envuelven en papel de aluminio y desde ahí se colocan en cajas en las que quedan clasificadas por mesas y órdenes que determinan el lugar que ocuparán en la exposición.
Las labores de identificación y clasificación en la cajas son largas. Por eso paran para disfrutar de una comida junto al resto de participantes y algunas personas más que se unen para festejar el trabajo realizado antes de proseguir alguna hora más.
Cuando termina todo el proceso quedan descartadas muchas de las setas recolectadas. Todas ellas se devuelven al monte para que tanto sus esporas como su materia orgánica prosigan cerca de donde se originaron y acaben allí su ciclo.
El propio día de la exposición la actividad es incesante. Hay que recoger las mesas, las setas y otros materiales para llevarlas a la plaza de la Libertad. Los distintos ejemplares se colocan en pies de madera, cada uno en la mesa que le corresponde y a la que llega fácilmente en las cajas organizadas.
Gracias a las etiquetas dadas el día anterior, resulta también sencillo acompañarlos de las correspondientes fichas identificativas que tiene la asociación y en las que se detallan características como si son comestibles (y su calidad en este sentido) o si son especies venenosas.
Además de las setas y hongos, en la muestra hay dos mesas con en torno a 80 o 100 líquenes. Es el legado de un socio ya fallecido que tenía gran conocimiento de los mismos y se encargaba de esta parte de la muestra. Ahora dos personas recogen a lo largo del año los ejemplares que se exponen. Los líquenes complementan la muestra porque son organismos formados por simbiosis de un hongo y, al menos, un alga verde o una cianobacteria.
El esfuerzo realizado toma forma y desde las 11 a las 17 horas salmantinos y visitantes pueden disfrutar de la exposición. Durante este tiempo la micología cobra protagonismo y permite que muchas personas descubran la importante labor divulgativa de la Sociedad Micológica Salmantina Lazarillo de Tormes.
Desde que se fundó en 1988, todos los años excepto en 2020 por la pandemia, Somicolaza ha organizado su muestra. Paseando alrededor de sus mesas, el público tiene la oportunidad de acercarse a los misterios del reino fungi. Disfruta de sus composiciones naturales y su belleza, curiosea sobre su toxicidad, y fantasea con duendes del bosque. Pero pocas veces se da cuenta del complejo trabajo que conlleva organizar la muestra.
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