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Los balcones de la calle El Trébol roban espacio a los viandantes. Álex López

El riesgo de ser peatón en Salamanca: las 10 razones que lo hacen incómodo e incluso peligroso

Pese a las peatonalizaciones, aceras muy estrechas, obstáculos, pasos de cebra con poca visibilidad o muy distanciados y semáforos que duran poco tiempo son algunos de los problemas que todavía sufren los viandantes

Ana Carlos

Salamanca

Lunes, 18 de noviembre 2024, 08:29

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Todas las personas somos peatones, lo que nos convierte en el eslabón más vulnerable cuando hablamos de movilidad. Es innegable que Salamanca cada vez cuenta con más calles peatonales con las que se busca facilitar el tránsito de personas. También se ha reducido la velocidad de circulación de los vehículos a motor. Pero lo cierto es que en numerosos puntos de la ciudad ser peatón sigue siendo incómodo e incluso peligroso. De hecho, en los últimos dos años los atropellos en la ciudad se han duplicado y dos de ellos han sido mortales.

Sin entrar en los aspectos más trágicos, vamos a analizar algunas de las dificultades con las que lidiamos cuando caminamos por la capital salmantina. El recorrido nos depara aceras en las que prácticamente no se cabe de lo estrechas que son, donde los morros de los coches invaden el espacio, pasos de peatones que no se ven y señales que no se respetan.

1. Aceras muy estrechas

A finales de 2024 seguimos encontrando (especialmente en los barrios periféricos pero también en otros lugares) numerosas aceras con unas dimensiones tan reducidas que se convierten más en una barrera arquitectónica que en un espacio peatonal.

Un ejemplo de ello es la calle Pico del Naranco en las proximidades del Parador. También algunas en el barrio de Pizarrales en la calle Limón y alrededores. Tanto en esta zona como en el Barrio Blanco, San José y Tejares se pueden encontrar casos similares, incluso con farolas en medio.

2. Coches que quitan aún más espacio en aceras angostas

El ejemplo anterior todavía puede empeorar cuando a estas aceras estrechas se le suma el aparcamiento de vehículos en batería.

En Garrido Norte, la falta de aparcamiento es acuciante. Pero la situación se agudizará con la próxima peatonalización de las calles Orquídeas, Nenúfar y Gladiolos para poder mejorar la accesibilidad de los edificios con la instalación de ascensores en la vía pública.

Como solución, en el paseo de los Robles se han reducido los carriles de circulación de vehículos a uno solo y se ha establecido el aparcamiento en batería. El problema es que los coches se acercan demasiado a las aceras y reducen el ya escaso espacio disponible como se aprecia en la primera imagen.

En la calle Cervantes, en pleno centro histórico, también los vehículos estacionados acaparan el espacio de los peatones.

3. Balcones que son obstáculos

Álex López

En la calle El Trébol, muy cerca de la plaza de Barcelona, los balcones de los pisos de la primera planta se comen gran parte de la acera. Desde Garrido Contigo señalan que «más de uno se los ha tragado» y que realmente suponen un problema.

No se puede privar a los vecinos de ese espacio de sus casas. Pero entienden que esos edificios también necesitarán en su momento ascensores. Por eso planean que la solución al problema pasará por peatonalizar la calle para que los peatones tengan más espacio.

4. Vehículos estacionados y efecto túnel

Álex López

El estacionamiento masivo de vehículos en batería también dificulta la visibilidad de los viandantes que pretenden cruzar. Esto se produce debido a lo que la DGT denomina el «Efecto túnel», es decir, un fenómeno por el cual una persona solo es capaz de procesar con precisión los sucesos que se encuentran en el centro de su visión. Y a mayor velocidad del vehículo, más se reduce esa zona de percepción central, de manera que se concentra la atención en un ángulo más reducido del espacio que estamos atravesando. Nos aislamos del entorno para concentrar la vista más lejos.

Con el espacio periférico más ocupado, los conductores tienen menos margen de reacción porque cuando ven a los peatones, los tienen casi encima, lo que hace peligroso para ellos cambiar de acera. Ese problema se detecta, por ejemplo, en el paseo de los Robles.

5. Pasos de cebra delante de las paradas de autobús

Si los turismos aparcados suponen un problema a la hora de que los conductores puedan ver aproximarse a los peatones a la calzada, aún lo es más la presencia de un autobús parado antes de un paso de cebra. Los peatones tampoco tienen visibilidad de los coches en esas circunstancias.

Son numerosas las paradas de bus situadas detrás de un cebra en toda la ciudad. En las imágenes de arriba hay varios ejemplos. Uno de ellos está en Alonso del Castillo con Abraham Zacut. En la avenida de Comuneros, además confluyen los estacionamientos en batería, un carril bici y la parada del autobús. En la calle Maestro Serrano, en el del barrio de San José, confluyen en una calle estrecha una parada de autobús en cada sentido junto al paso de cebra.

6. Semáforos que duran poco para los peatones

Álex López

Otra traba importante para los viandantes son los semáforos que dejan poco tiempo para cruzar. En general coinciden con vías con mucho tráfico y ofrecen un margen tan escaso que a alguien que tenga movilidad reducida o que no salga en el mismo momento en que se activan puede resultarle imposible llegar a la otra acera antes de que se ponga rojo.

7. Semáforos en ámbar

Para favorecer la fluidez del tráfico, algunos semáforos de la capital combinan el ámbar para los vehículos con el verde para los peatones, que tienen preferencia de paso. Para marcarla, en ocasiones el semáforo de los coches se pone momentáneamente en rojo antes de pasar al ámbar.

Sin embargo, no siempre se respetan como debiera y los más perjudicados son los más frágiles, los peatones. De hecho en Comuneros se produjo un atropello mortal por esta causa. La DGT recomienda eliminarlos.

8. Pasos de patones que no completan un cruce

Álex López

En ocasiones intentar hacer todos los cruces de forma correcta, utilizando sólo los pasos cebras, supone ampliar el recorrido de forma desproporcionada.

Su distribución por las calles con frecuencia dibuja laberintos que obligan a recorrer grandes distancias o no completan los cruces que naturalmente haría un peatón.

Es fácil entender por qué en muchos casos cruzamos por donde no están, especialmente si se trata de calles de poco tráfico. Su presencia pierde todo el sentido si no suponen una ventaja para los peatones. Ejempos de ello los hay por todas partes, aquí recogemos los de las calles Pico del Naranco y Gutemberg, y la plaza de Poniente del Arrabal

9. Largas distancias sin posibilidad de cruce

Álex López

En carreteras con rotondas, varios carriles y mucho tráfico, resulta inviable colocar un paso de cebra. Los viandantes tienen que hacer largas distancias sin poder cruzar. Se trata de una incomodidad notable que en ocasiones, como en el caso de las conexiones de los barrios de San José o El Zurguén con el polígono del Montalvo, sólo se puede solventar con la creación de pasarelas.

10. El desconocimiento de la señal S-28

Son numerosas las calles de la ciudad en las que figura la señal S-28 de tráfico que indica que se circula por una calle o zona residencial. La DGT detalla que estas vías están destinadas en primer lugar a los peatones. En ellas las personas siempre tienen prioridad, de fachada a fachada, e invadir el paso de los peatones puede suponer una multa de 200 euros y 4 puntos menos en el carné de conducir.

Sin embargo, ni peatones ni conductores están demasiado familiarizados con esta señal que supone también que la velocidad máxima de los vehículos está fijada en 20 kilómetros por hora.

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En esas calles, no se puede estacionar más que en los lugares designados por señales o por marcas. Los peatones pueden utilizar toda la zona de circulación y los juegos y los deportes están autorizados en ella, tal y como detalla la DGT. Eso sí, también establece que los peatones no deben estorbar inútilmente a los conductores de vehículos.

La máxima autoridad en tráfico apunta que estas vías deben estar acondicionadas de un modo especial que estimule un cambio en los comportamientos. Cosa que no siempre sucede, como es el caso de varias calles entre la avenida de Villamayor y la plaza del Oeste. Si en la calle sigue habiendo aparcamientos y aceras elevadas, los peatones no entienden como suya la calzada y los conductores tampoco respetan que la ocupen.

Incluso en zonas con una urbanización más adaptada y sin tráfico, los coches se siguen adueñando de un espacio que no les corresponde, como se puede comprobar en San Pablo y otras zonas del centro de la ciudad. Aunque en teoría los peatones vayan ganando espacios en la ciudad, todavía queda mucho por avanzar para hacer la vida del peatón más cómoda y segura.

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