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Un voluntario junto a uno de los árboles platandos en El Zurguén. Álex López

Riegos estivales que sueñan convertir en bosque los árboles plantados en El Zurguén

Alrededor de 600 árboles, la mayoría encinas, robles, quejigos y alcornoques, resisten la canícula gracias a una cuadrilla de voluntarios de Fridays For Future se ocupan de cuidarlos las mañanas de los viernes

Ana Carlos

Salamanca

Viernes, 21 de julio 2023, 19:56

Convertir los sueños en realidad cuesta un gran esfuerzo. Al menos si lo que sueñas es crear un pequeño bosque en el talud de El Zurguén. Ladera arriba, ladera abajo cargadas con garrafas llenas de agua, un pequeño grupo de personas va regando los jóvenes árboles plantados. Los viernes a las 9 de la mañana, antes de que apriete el calor, ya están realizando esta labor sin la cual todo el trabajo anterior se perdería en un verano.

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La idea de repoblar este espacio surgió en el año 2020, cuando algunos miembros de Fridays For Future Salamanca aprendieron a sembrar y cuidar quercus (encinas, alcornoques, robles y quejigos). Unos meses después, tras la pandemia, pudieron empezar a realizar la plantación, en la que también participaron el Comité Antinuclear, Ecologistas en Acción y vecinos del barrio. Quedaban los sábados por las mañanas para sembrar y plantar. Más de 3.000 semillas y 1.000 plantones, calculan. Y no solo quercus. También han puesto escobas y algunos frutales.

Pero dejar los plantones y semillas en el suelo no es suficiente. Después hay que seguir cuidándolos. Durante unos años van a necesitar riegos en verano. Y a más calor, más importante es eso. Pero también hay que eliminar las hierbas que les rodean y retocar los alcorques para que tanto la lluvia como el agua que se les eche queden retenidas y calen hasta la raíz de cada árbol.

No todo prende ni todo sale adelante, especialmente en un terreno tan escarpado, pero calculan que, solo árboles, hay al menos 600 vivos. Y para conseguir que continúen creciendo hay que poner cariño. En eso se centran cada año durante los meses de canícula.

Organización por sectores

Organizarse no es sencillo. Chema Lorenzo, del Comité Antinuclear, explica que los senderos que dibujan triángulos en la ladera les sirven para delimitar las zonas en las que van a centrar su trabajo. En algunos de ellos la vegetación espontánea está muy alta. Son precisamente los más húmedos y los mejores para el desarrollo de los pequeños árboles.

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En muchos casos tienen que localizarlos. No están colocados de forma lineal, sino más orgánica, desordenados. Los protectores de plástico que los rodean ayudan a encontrarlos, pero hay que tener cuidado, porque en ocasiones hay avisperos en ellos.

Acondicionan los alcorques, riegan, dejan hierba seca sobre la tierra para que le de sombra y así optimizar el agua de riego… Cuando acaban con un árbol, a otro. Después a otro sector. Cada semana riegan en torno a la cuarta parte, unos 150. Lo que supone un riego al mes a cada ejemplar. Lo que pueden abarcar.

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150 árboles

son regados cada semana, lo que supone un riego al mes a cada ejemplar

Al principio, aseguran, había muchos más jóvenes implicados en la plantación y su mantenimiento. Pero ahora sobre todo va un pequeño grupo fijo de personas adultas comprometidas a las que se unen, dependiendo de las semanas, distintos jóvenes. «Lo suyo es que se implicaran más los vecinos del barrio», lamentan.

Cuentan con decenas de garrafas. Cuando están vacías, las recogen y las amarran para que no se las lleve el viento. Cuando no queda agua en ninguna, las rellenan de nuevo. Lo hacen en una arqueta de riego pública situada en el paseo de Las Dehesas. Cuentan para ello con permiso del Ayuntamiento de Salamanca.

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Mientras trabajan, siempre recogen plásticos, latas y otras basuras que se encuentran. Llevan un cubo para ello. En esta ocasión ha aparecido un objeto inesperado: una pila de dos senos que algún desaprensivo ha abandonado en la ladera en lugar de llevarla al punto limpio que se ve desde allí mismo. Resulta difícil entender a quien lo ha hecho.

Por suerte no suele ser lo habitual, aseguran. En los últimos años, desde que llevan poniendo árboles y manteniendo este espacio, han logrado que se reduzca mucho la aparición de basuras. Cuando las personas ven que alguien se preocupa por un espacio parece que anima a otras a no degradarlo. Los participantes en los riegos se sienten orgullosos de ese logro. Aunque, como hoy, se encuentren sorpresas.

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Plantas del Ayuntamiento

Enmarcada en las acciones del LIFE Vía de la Plata, hace unos meses el Ayuntamiento también realizó una plantación de árboles y otras plantas en la zona. La entrada de maquinaria pesada para hacer agujeros fue un disgusto para Fridays For Future y el resto de los implicados desde el inicio en el germen de este pequeño bosque. Parte del trabajo de los tres años anteriores se perdió. Y en el suelo todavía se ve la marca de los enormes e innecesarios hoyos rectangulares que se hicieron para instalar las nuevas plantas, así como otros rastros.

El tiempo poco a poco cierra cicatrices. Es cuestión de tiempo que el suelo se iguale y deje de notarse. Desde entonces, el servicio que se encarga de regar los nuevos árboles del Ayuntamiento también colabora regando los antiguos, lo que ayuda a mantenerlos. Aunque no saben por cuánto tiempo.

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Distintos miembros del grupo recuerdan que no es la primera vez que el Ayuntamiento de Salamanca pone árboles en la zona. De distintas remesas quedan algunos chopos agonizantes y otros ejemplares de especies como Moreras y catalpas.

Cuando los pusieron, las empresas concesionarias solo los regaron durante uno o dos años. Sin importar si el verano era más caluroso o las características del suelo de la ladera. Tiempo insuficiente, como ha podido demostrar la desaparición de casi todos. A los que sobreviven, los voluntarios les ayudan también con un poco de agua.

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Han tenido más suerte algunos árboles plantados y cuidados por los vecinos junto al Paseo de las Dehesas hace 20 años, cuando llegaron al barrio. A sus pies también hay plantas ornamentales.

Garrafas llenas a colaboraciones

Algunas de las personas voluntarias que van cada viernes a regar dedican a ello toda la mañana. Otras se marchan para cumplir otras obligaciones. Hay quien se incorpora más tarde. Todas contribuyen con la intención de dejar un legado verde a las generaciones venideras. Un bosque que sirva de refugio y herramienta para frenar la desertificación en este contexto de cambio climático.

Les hace ilusión ver cómo van creciendo los arbolillos. Sufren cuando alguna vez se han encontrado que alguien ha tronchado alguno. Charlan, intercambian conocimientos sobre frutales y huertos. Contemplan las aves que les sobrevuelan. Pasan un rato agradable e invitan a unirse a todo el que lo desee.

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Para terminar, vuelven a llenar las garrafas. El sol ya aprieta, pero comentan cómo han visto los árboles, se organizan para abrir y cerrar los recipientes y que siempre haya uno en el grifo.

Es importante dejarlas llenas, una parte de ellas junto a una peña y el resto en otra ubicación cercana. Eso les facilita avanzar en los riegos la semana siguiente. También sirve para que si alguna persona quiere echar una mano en cualquier momento, tenga agua a su disposición. De hecho hay un matrimonio del barrio que suele hacerlo.

Al final, crear un bosque, como criar un hijo, depende de toda la tribu. Del granito de arena que van aportando muchas personas a lo largo del tiempo.

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