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A un lado de la puerta, la Salamanca de los años 30 y al otro, ya en el siglo XXI. Esa es la sensación generalizada al entrar en la tienda de semillas de la calle San Justo. Un rincón de la capital que ha permanecido como si de una máquina del tiempo se tratase, y así lo describe Julián, el que regenta ahora el negocio y representa a una tercera generación en el sector. Y es que, después de casi un siglo, el local que inauguró su abuelo en 1931 para darle prácticamente el mismo uso que ahora, está exactamente igual.
Dos básculas en el mostrador que se mantienen intactas, -incluso una de ellas aún la utiliza-, una estantería que ha sabido conservar y adaptar desde entonces, un cuadro que recoge tan sólo unas pocas especies «comparadas con las que hay ahora» e incluso algún detalle que aunque ahora no resulta práctico forma parte de la esencia. El bisabuelo de Julián adquirió ese local en 1918 y al fallecer, fue su abuelo quien lo convirtió en lo que es ahora. «Todo sigue exactamente igual que entonces, este trocito es lo que queda del barrio de entonces», comenta Julián.
Negocios de toda la vida
Para él, no es sólo un negocio familiar, es mucho más. Son las tardes corriendo de la casa de sus abuelos a la tienda, las horas atendiendo conversaciones entre los comerciantes, la ilusión al descargar los sacos siendo niño y sentirse útil ayudando a sus tíos. Con cinco años, no sabía que cincuenta años después no formaría parte de un juego sino de un sustento de vida. «Yo estudié derecho, pero por distintas circunstancias tanto mi hermano, -en otra tienda en Salamanca-, como yo, continuamos con este negocio», explica.
Representan así a una tercera generación que ha sabido dar vida a un negocio en el que no sólo trabajan el cultivo de plantas sino también de recuerdos. «Viene gente que ahora tiene 80 años y en su momento venían con sus padres y te cuentan los recuerdos que tienen y anécdotas de entonces», comenta Julián. Y es que todo sigue igual a pesar de haber cambiado.
Porque aunque no lo parezca por la apariencia, la evolución en el mercado sí es evidente para conseguir esa supervivencia después de tantos años. «Ahora tienes más cosas, antes no tenías tanta variedad», asegura. En uno de los cuadros que tiene de una colección francesa de los años 40 apenas aparecen una veintena de flores, «ahora hay muchas más», confiesa. «Te tienes que ir adaptando: antes era más gente de la provincia u hortelanos de Salamanca que venían para plantar en la huerta y tener de dónde surtirte, ahora va más el estilo profesional, de decoración o de entretenimiento con los huertos urbanos», explica.
De un recurso de supervivencia a un pasatiempos, ese es el balance extrapolable también a sus más de 90 años de historia. Y es que Semillas Marcos ha sido testigo de los hitos históricos recientes más importantes y ha conseguido mantenerse en pie en todos ellos. «En los años 40 era la época del racionamiento y todo era muy medido», asegura. Él no lo vivió pero sí es un mensajero de aquello que le contaba su abuelo: «Aquí se ha vivido la República, la Guerra Civil, la Dictadura...y todo eso influía en la tienda de una manera u otra», apunta.
Incluso un episodio de la historia más reciente que también afectó al desarrollo del negocio. «En la pandemia, por ejemplo, también se experimentaron cambios: el confinamiento donde no se vendía nada y luego el boom al poder salir para coger suministro por si nos volvían a encerrar», añade. Un capítulo más en un negocio que, como si de una novela histórica se tratase, conserva la misma portada aunque las páginas cuenten un relato que, lamentablemente, tiene complicado un 'continuará...'
Julián cuenta la historia de Semillas Marcos con orgullo. Como bisnieto y nieto de emprendedores que decidieron apostar por el negocio familiar. La foto de su abuelo en la tienda la conserva en su ordenador, la tiene bien localizada y accede a ella rápido. Una instantánea en blanco y negro de Luis Marcos, apoyado en el mismo mostrador donde ahora se apoya Julián, pero él con boina, corbata y una bata. Su abuelo, que se había dedicado al alquiler de coches y, de hecho, incluyó ese servicio en 'Comestibles Luis Marcos' que sumaba a la venta de lentejas, alubias o garbanzos.
También aceite, y aún conserva el grifo como surtidor. O un hierro donde se colgaban embutidos que también mantiene intacto. Y, por supuesto, las semillas de siembra. El sector que realmente perduró al paso del tiempo sobre todo después de la guerra cuando logró esa especialización y se dedicó prácticamente en exclusiva a ello. Una herencia que han sabido aprovechar sus nietos y que, lamentablemente, tiene poco recorrido. «Da pena que esto se rompa, pero no queda otra», lamenta Julián consciente de que no habrá una quinta generación que siga este legado.
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