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Teresa junto a su marido y a su hijo en el local ubicado en la calle Conde de Cabarrús. José Manuel García
Negocios de toda la vida

La última alfarería de Salamanca que aún perdura: «Es una tradición familiar centenaria»

Alfarería Hernández tiene su origen en Cespedosa de Tormes donde, además, otros miembros de la familia continúan con el legado compartido

Laura Linacero

Salamanca

Lunes, 13 de octubre 2025, 12:40

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El padre de Teresa solía decir que no sabe hace cuánto comenzó la tradición alfarera de la familia Hernández. Ella asegura que ya venía de su abuelo, y también su bisabuelo. Una dinastía centenaria entorno al barro que comenzó en Cespedosa de Tormes. Entonces se trataba de una necesidad. Las tinajas almacenaban el agua -«en esos años no había grifos», añade Teresa- y los utensilios de cerámica eran los justos e imprescindibles. Poco tiene que ver con la actualidad, excepto una cosa: el apellido Hernández.

Habla de los años en los que su padre -quien falleció con cincuenta años- ejercía la profesión. «Antes los hornos eran de leña, cocían ocho o diez horas, molían el barro con la mula, lo cribaban todo a mano y se vendía con la caballería porque tampoco había coches», comenta Teresa, orgullosa de la pasión por el barro que ha heredado de su progenitor . Recuerda aquel año en el que compró un motocarro para hacer las ventas. «Eso era lo más de lo más», asegura. Entonces centraban la producción en el pueblo y muchas familias se dedicaban a la alfarería, ahora sólo quedan ellos.

«En Salamanca tenemos este pequeño taller y mis hermanos en el pueblo hacen el torno y tienen los hornos», comenta Teresa. En la capital charra, Alfarería Hernández se encuentra en la calle Conde de Cabarrús y el escaparate invita a entrar a descubrir más piezas. «La gente no es consciente del valor que tienen las piezas hechas a mano», lamenta. Pillamos a Javier Hernández, el marido de Teresa, elaborando una rana que pondrá a la venta o llevará a alguna feria de artesanía. «El barro necesita una cocción, pero el esmalte necesita dos», indica.

Ahora prácticamente la mayoría de las piezas tienen esmalte porque se busca la belleza en la utilidad. «Lo que más se vende son las piezas de vajilla», explica. Poco antes de dar esta información, una mujer entraba preguntando por un plato para dar la vuelta a la tortilla. Y es que, dentro de lo decorativo como pueden ser los adornos que hacen, está la base que dio origen a la alfarería: la funcionalidad. Antes exclusiva, ahora complementaria, pero siempre recurrente.

Los obstáculos de las profesiones artesanales

No sólo la técnica, el resultado y el uso ha cambiado a lo largo de los años de vida de Alfarería Hernández. También su proyección de futuro. «Cada vez es más complicado, nos cobran los mismos impuestos que si fuéramos una gran empresa, y somos un pequeño negocio familiar», lamenta Teresa. Las exigencias burocráticas sumado a los gastos multiplicados complica la supervivencia. «Antes en las ferias de artesanía, los artesanos íbamos gratis, ahora en la mayoría tienes que pagar», recuerda.

No son los únicos que perciben el desgaste. La disminución de compañeros en este tipo de ferias también constata la situación. «Muchos que conocíamos de las ferias ya dejaron de ir», asegura. Un negocio en el que, además, tampoco hay relevo generacional. «Nosotros somos cuatro hermanos, y ningún hijo quiere. Es que es imposible», asegura. Se emociona al pensar que el día de mañana Alfarería Hernández no sume a su larga lista otra generación. «Hay que innovar en todos los negocios, y eso no es malo, pero cada vez lo ponen más difícil», lamenta.

Y ahora, ¿dónde se compran los botijos?

Está es una pregunta cada vez más complicada de contestar. En la Alfarería Hernández conservan una parte en la tienda dedicada exclusivamente a botijos. Varias baldas donde se exhiben estas vasijas de barro. «Cada botijo tiene una historia. Está el botijo trampa, que sale por más de un agujero o el botijo de pozo que se llena por abajo», explica Teresa. Ahora parece que vuelen a ponerse de moda como un elemento decorativo aquellos utensilios que, hace años, salvaban el día a día.

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