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Antonio Pinto, regente de 'Zapattoni' en la calle Zamora. José Manuel García
Negocios de toda la vida

El zapatero de Salamanca que lleva seis décadas vendiendo calzado y no piensa jubilarse

Antonio Pinto, de 79 años, mantiene abierto Zapattoni en la calle Zamora, un negocio con cuatro décadas de historia

Laura Linacero

Salamanca

Lunes, 29 de septiembre 2025, 13:48

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Su teléfono fijo no para de sonar. «¡Si es que no me da tiempo a jubilarme!», exclama. La vida de Antonio Pinto no se entiende sin el zapato. «Llevo 61 años vendiendo zapatos en Salamanca», afirma con la naturalidad de quien ha hecho de su oficio su forma de estar en el mundo. Comenzó en 1964 en Calzado San Antonio, frente al Gran Hotel, y tres años después pasó a Cayuni, en Vázquez Coronado, donde permaneció casi una década. Más tarde trabajó en sociedad con otros compañeros hasta que se estableció por su cuenta en la calle Zamora, donde abrió Zapattoni, la tienda que el próximo mes cumplirá cuarenta años.

Un 15 de octubre de 1985 abría sus puertas. Recuerda aquellos primeros años en una de las calles más comerciales de la ciudad como un tiempo de bonanza. «La calle Zamora en sus tiempos fue muy buena, este sitio cuando abrimos los primeros años era estupendo», rememora. El presente es distinto, con la competencia de las grandes superficies y el cambio de hábitos de consumo: «Ahora ha bajado muchísimo porque la gente se va a los centros comerciales». A pesar de ello, conserva la confianza de sus clientes de siempre. «Mucho confían en mí, el 99% o el 98% sí», asegura.

El negocio ha requerido un sacrificio constante. «Fíjate, veinte años sin ir de vacaciones», dice entre cajas y encargos que aún desembala a diario. Con 79 años sigue al pie del cañón porque, como reconoce, lo que más le anima es la actividad. «Esto me mantiene vivo», confiesa. El comercio ha cambiado, la calle también, pero Antonio permanece tras el mostrador, testigo de generaciones de clientes que han crecido junto a su tienda.

La tradición viene de lejos. «Mi padre era zapatero, el hermano de mi padre era zapatero, el abuelo de mi padre zapatero», explica con orgullo, como quien sabe que nació «dentro de un zapato». Aunque en un principio no pensaba dedicarse a este oficio tras la muerte de su padre en 1962, el destino lo llevó a seguir el camino de su familia, convirtiéndose en la tercera generación que vive del calzado.

El gran obstáculo del comercio local

El relevo, sin embargo, es una asignatura pendiente. «Tengo tres hijos y ninguno de los tres han venido por el negocio. Han estudiado, han hecho carreras, uno está en Madrid, otro es funcionario de justicia», cuenta resignado. Reconoce que le insisten para que se jubile, pero él no lo contempla. «Me tienen mareado que me jubile, pero no me da la gana», dice tajante. Siente que mientras pueda trabajar y hablar con la gente, seguirá al frente de la tienda.

En estos años ha conocido también golpes personales muy duros. Quizás por eso insiste en que el trabajo es lo que le mantiene activo, el contacto diario con los clientes y la rutina de abrir cada día la persiana en la calle Zamora. Antonio Pinto no piensa en la jubilación. Rodeado de cajas y de zapatos, con la confianza de quienes llevan décadas comprándole, repite lo que ha sido su lema durante toda una vida: resistir. Y en Zapattoni, esa tienda que cumple cuarenta años, se sigue escuchando la voz de un zapatero que no se entiende sin su oficio.

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