La tapicería más antigua de Salamanca que viste los muebles del hospital
Tapicería Gene lleva más de medio siglo abierta y mantiene vivo un oficio artesanal en peligro de desaparecer
En un pequeño taller de Salamanca, entre telas, máquinas de coser y el olor inconfundible de la espuma y la madera, se conserva intacta la esencia de un oficio que cada vez menos manos practican. Tapicería Gene, en la calle Benito Pérez Galdós, nació hace algo más de cincuenta años de la mano del tío de Juan Manuel Rodríguez, quien la regentó durante décadas hasta su jubilación. «La tuvo él unos 42 años y yo llevo ya 10 al frente», cuenta Juanma, que empezó en el oficio con apenas 15 años.
El fundador aprendió el oficio en una fábrica de sofás y pronto se animó a abrir su propio taller. «Tapizaba los hoteles de Salamanca, como el Gran Hotel, el Monterrey o el Colón de Béjar», recuerda su sobrino. Hoy, Juanma continúa ese legado con encargos que van desde muebles de casas particulares hasta proyectos de envergadura: «He hecho todo lo que hay tapizado en la Torre de Clavero y tapizo también para el hospital clínico».
El taller recibe encargos de todo tipo: asientos de coches o motos, sillones, sillas o piezas únicas que requieren horas de trabajo manual. «Cada mueble es distinto aunque parezca igual, y se tarda años en aprender este oficio», afirma. La tapicería, asegura, es un trabajo en el que cada vez hay menos profesionales: «Ahora mismo quedamos tres tapiceros en Salamanca. La gente joven prefiere estudiar y no aprende oficios». En su caso, el relevo generacional ha sido posible, pero no siempre ocurre así: «Tengo dos hijos, ahora dicen que quieren ser tapiceros, pero son pequeños… ojalá quisieran seguir, como yo hice con mi tío».
No son sólo muebles
Muchas de las piezas que llegan al taller tienen un valor sentimental incalculable. «Hay muebles que vienen de varias generaciones. La gente los tapiza porque les tiene mucho cariño, y devolverlos a la vida es muy gratificante». Dar una segunda vida a piezas que en su momento fueron importantes, y quiere seguir sumando años de historia. Ese es el mayor reconocimiento del que presume, que varias generaciones sigan confiando en sus servicios. «Mi tío se ganó su confianza, a mí me han visto desde pequeño y también he conseguido mantener esa relación con los de siempre y con los nuevos clientes», asegura Juanma.
«Ahora tengo unos dos meses de lista de espera»
Así debe de ser porque el negocio, que presume de ser la tapicería mejor valorada de Salamanca, sigue acumulando trabajo: «Ahora tengo unos dos meses de lista de espera. Me gusta hacer las cosas bien, aunque se tarde más». Los clientes de toda la vida, que ya confiaban en el taller, han visto cómo el negocio pasaba de una generación a otra, y ahora son los hijos y nietos de aquellos primeros clientes quienes acuden con sus encargos.
Y, a pesar de que la profesión se reduce a pasos lentos, Juanma confía en que la tapicería no desaparezca: «Siempre habrá algo que tapizar». Y en Tapicería Gene, cada puntada sigue contando una historia.
Algo más que un taller
No es solo un taller, es mucho más. Es el rincón donde su tío empezó, donde él de pequeño le miraba con admiración, donde de adolescente quiso empezar a seguir sus pasos y donde hoy, al frente de la tapicería, no esconde el profundo orgullo que siente por su maestro. «Sigo teniendo cosas de él porque le tengo mucho cariño». Nada más entrar al taller, se pueden ver las fotos y recuerdos que Juanma conserva de su tío: «Era cazador y tenemos fotos con su perro, con la furgoneta que usó durante años… todo lo guardo he dejado». El pasado y el presente de una tapicería histórica que ansía un futuro.