Secciones
Servicios
Destacamos
Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.
Compartir
Un sótano que se usa como almacén es el destino actual de un fragmento importante de la historia de la ciudad, la que fuera su primera iglesia de referencia antes de la construcción de las catedrales. Se trata de los restos de la parroquia de San Juan el Blanco, un templo extramuros del que no queda más que un arco que sobrevive oculto en un portal del paseo de Rector Esperabé. Un lugar impropio para un bien que está protegido y que forma parte de uno de los episodios clave de Salamanca, para el que se ha pedido una actuación que no se produce y que recupere este vestigio como se han recuperado otros restos arqueológicos de la capital.
Lo que queda de aquel templo es poco más que un arco, según los documentos municipales, el que estabaI en el portada de la iglesia de San Juan el Blanco. De estilo románico y datado en el siglo XIII, fue una de las primeras grandes iglesias de la ciudad y uno de los pocos vestigios del estilo en la capital.
Según el catálogo de edificios protegidos, se trata de una «primitiva parroquia extramuros en la repoblación de la ciudad» que constituye el último fragmento de la construcción, lo que le otorga un «valor testimonial». Lo que se conserva es un arco de grandes dovelas y con inscripciones, dentro de un portal en la calle Santa María la Blanca. Más allá de lo poco que queda, su importancia radica en la historia del edificio.
Aunque a nuestros días no ha llegado más que este arco, su historia es fascinante. En la reciente excavación arqueológica realizada en el edificio vecino en la misma calle, han aparecido parte de las trazas de lo que pudiera ser la iglesia de San Juan el Blanco, según la tesis arqueológica municipal. Otros atribuyen estos restos al Hospital de Santa María la Blanca, construcción del siglo XVI que se levantó precisamente sobre los restos de una parroquia, que sería la de San Juan.
Pero, ¿qué pasó con el templo? La construcción fue arrasada por una de las mayores crecidas que ha sufrido la ciudad en su historia, la de San Policarpo. Tuvo lugar la noche del 26 al 27 de enero de 1626. Tras un enero de copiosas nieves y lluvias, se produjo una gran crecida del Duero que se trasladó al Tormes. Aquella noche se saldó con 142 muertos en Salamanca como consecuencia de la gran avenida.
El desbordamiento se produjo por un aumento repentino del caudal durante cinco horas que afectó a un millar de viviendas levantadas en la vega del Tormes y a numerosas infraestructuras, entre ellas, el Puente Romano y el convento de San Esteban: el agua llegó a lo que ahora es su parte trasero. El río alcanzó también a los conventos que tenían extramuros diferentes órdenes como los Premostenses, Carmelitas, las Agustinas descalzas y los Trinitarios, que quedaron destruidos o dañados En textos de la época se relata como un monje carmelita sacó a hombros a las monjas cuando ya se llegaba el agua al pecho.
La fuerza del agua rompió el puente en dos y anegó todas las casas fuera de las murallas, el barrio de curtidores prácticamente desapareció y las huertas de la vega quedaron cubiertas por la arena fluvial; sólo resistieron los templos de San Lázaro y Santiago. Entre los afectados, el Hospital de Santa María la Blanca, que por entonces ya había ocupado el lugar del templo de San Juan el Blanco que, en 1256, ya resistió una crecida.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para registrados
¿Ya eres registrado?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.