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El puente de Rando, en la ruta de las trashumancia y los arrieros en Salamanca, se ha salvado de un incierto futuro gracias a una actuación del Ayuntamiento de San Esteban de la Sierra que lo ha rehabilitado tres años después de que entrara en la lista roja del patrimonio en riesgo de la asociación Hispania Nostra.
El puente, datado entre finales del siglo XVII y XVIII, llevaba cerca de 300 años operativo, pero había empezado a deteriorarse desde comienzos del siglo XX. El abandono y el paso del tiempo hicieron mella en su conservación y hace unos meses acabó en la lista roja salmantina, como numerosas construcciones, desde un antiguo molino a monumentos BIC al borde de la desaparición.
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La zona más afectada en su deterioro es la parte del arco y la calzada que se encuentra sobre él, la cual ha sufrido el vandalismo y las diversas crecidas del río. Así llegó hasta el pasado 2021 cuando, en octubre, Hispania Nostra lo incluyó en la lista roja del patrimonio que corría riesgo de desaparecer por su mal estado.
El puente carecía de protección alguna, al no estar declarado BIC ni monumento ni contar con figura administrativa que asegurara su conservación. Por ello, la asociación avisaba de su posible pérdida total de la construcción. Con su desaparición, se perdería una seña de identidad de una región y modos de vida de los arrieros y trashumantes que pasaron por esta calzada.
Sin embargo, a comienzos de este mes de febrero Hispania Nostra lo retiró de la lista de los monumentos en riesgo. El ayuntamiento de San Esteban había llevado a cabo labores de rehabilitación del puente, para las que reutilizó las piedras desprendidas que se hallaban en buen estado y otras han sido sustituidas por piezas nuevas. Se ha reforzado también el pavimento del puente. Las obras han sido revisadas y aprobadas por Medio Ambiente de la JCYL y queda pendiente instalar un pretil con barandilla, a la espera de una nueva subvención. La diferencia salta a la vista.
El puente se sitúa en la antigua calzada de Béjar y es de construcción muy peculiar. El elemento central, un arco escarzano de 10 metros de luz y 3,30 metros de anchura, presenta un intradós perfectamente abovedado e impermeable a filtraciones; así como un estribo sobre la masa granítica en la margen derecha y manguardia de limpia pila de sillares en la izquierda.
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El riesgo de avenidas llevó a la original solución de cuatro airosas alcantarillas adinteladas con sus tajamares triangulares en ambas caras, que permanecen, hoy en día, prácticamente incólumes. La calzada, de consistente balasto de cuarzo lechoso apelmazado, con 4,30 metros de anchura, discurre hacia el puente sobre un admirable muro de contención en perfecta sillería, describiendo una curva de 100 grados en suave pendiente que permite ralentizar el desplazamiento de carruajes pesados. Anteriormente existía otro puente medieval, del que subsisten algunas hiladas de sillarejo.
Se trata de un lugar lleno de historia. En el lugar donde se emplaza el puente existió un poblado altomedieval, de lo que dan cuenta sarcófagos tallados en canchales graníticos a ambas márgenes del río. No obstante, el poblado fue deshabitado poco después del inicio de la Edad Moderna; aún así, el lugar continuaría siendo zona de paso ya que dicha calzada es un ramaje de la Cañada Soriana Occidental que la une con Tamames y el Campo Charro.
De época medieval subsisten algunas hiladas de sillarejo, ya que dicho puente debió sufrir ruina frecuente por las diversas crecidas del río Alagón. De este modo, hacia finales del siglo XVII y comienzos del siglo XVIII, se decidió edificar una obra de mayor consistencia, el actual puente.
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