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Antonio Garrido
Madrid
Martes, 3 de octubre 2023, 00:50
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Hace 2.000 años, la cordobesa colina de los Quemados fue testigo de varias batallas con proboscidios o mamíferos placentarios procedentes de África. Por aquel entonces, los elefantes actuaban como auténticos tanques de guerra. Su imponente presencia en batalla era sinónimo de poder y victoria. La colina, situada en las inmediaciones del río Guadalquivir, fue la zona donde se asentaron los tartessos, los primeros pobladores de Córdoba, y donde tuvieron lugar las batallas entre las tropas romanas y cartaginesas.
Más de dos milenios después, en 2020, justo unos días antes de que el Gobierno decretase el estado de alarma por la covid-19, los arqueólogos hallaron durante una excavación de urgencia un carpal de la pezuña derecha de un elefante de grandes proporciones, muerto entre finales del siglo IV y mediados del I antes de Cristo. Un hallazgo que no ha visto la luz hasta hoy, puesto que los investigadores han estado estudiando las circunstancias en las que murió el elefante.
La importancia del hallazgo es tal que, aunque los expertos invitan a ser cautos hasta que los investigadores de El Silo -el almacén arqueológico de la provincia cordobesa- lo confirmen, podría tratarse de uno de los elefantes que utilizaron los ejércitos de Aníbal o Julio César, puesto que hay testimonios escritos de la presencia de paquidemos en guerras de la antigüedad llevadas a cabo en tierras íberas que enfrentaron a cartagineses y romanos. Entre ellas, las famosas guerras púnicas.
Junto al carpal del elefante, también se hallaron 17 bolaños africanos que eran disparados por catapultas en las mencionadas batallas entre las dos potencias de la época, además de armas varias, fíbulas, monedas y molinos de distintas épocas.
En este mismo lugar se descubrieron en anteriores excavaciones un busto del emperador Claudio, datado entre los años 41 y 54, y una copa de arcilla roja muy común en la época final de la Edad del Bronce. Ambas piezas se encuentran expuestas en el Museo Arqueológico de Córdoba.
Curiosamente, el importante hallazgo llegó como consecuencia de las obras para instalar en el hospital provincial un equipo especializado destinado a detectar y tratar el cáncer, donado por el empresario Amancio Ortega. La máquina cedida por el magnate textil e inmobiliario era un acelerador lineal para el tratamiento precoz de diferentes tumores, que requería estar montado en un búnker bajo tierra por seguridad.
«La empresa que estaba instalándolo descubrió estos restos. Por ello contrató a una empresa de arqueología que es la que realizó esta pequeña excavación», asegura Adolfo Molina, delegado del Gobierno en Córdoba. Un hallazgo que certifica que la provincia tuvo un enorme potencial territorial en época tartésica y que, por tanto, la profundidad de sus tierras aún esconden reliquias históricas por descubrir.
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