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Barcelo consulta un catalógo entre dos de las vasijas policroamadas que exhibe en la Pedrera. Pau Fabregat
Arte

El alfarero Barceló en la casa de Gaudí

La Pedrera acoge la mayor retrospectiva sobre las arcillas, barros y terracotas del cotizado artista mallorquín / «La cerámica es la madre de la pintura», asegura el modelador de miles de piezas desde sus primeras vasijas elaboradas en Mali hace tres décadas

Miguel Lorenci

Barcelona

Viernes, 8 de marzo 2024, 17:44

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El alfarero Miquel Barceló entra en la casa del alarife Antoni Gaudí. La Pedrera, el sinuoso e icónico edificio de Gaudí en el corazón de Barcelona, acoge la mayor muestra dedicada a las cerámicas, terracotas y barros del artista mallorquín (Felanitx,1957). Reúne un centenar de piezas, 80 de cerámica, barro y arcilla, algunos cuadernos vinculados con ellas, más de 15 pinturas y una escultura de bronce que ocupa el patio del Paseo de Gracia de La Pedrera.

'Todos somos griegos', es el título de la muestra, tomado de una frase del poeta romántico inglés Percy Bysshe Shelley, fascinado como Barceló por la cultura griega en la que se enraíza la muy mediterránea obra del mallorquín que realiza un viaje «del Neolítico al siglo XXI».

Organizada por la Fundació Catalunya La Pedrera y en cartel hasta el 30 de junio, la muestra dispone de forma cronológica unas obras que cubren tres décadas, desde las primeras terracotas africanas de Barceló, hasta su producción más reciente. Unas piezas que entiende como «una extensión y una forma extrema de la pintura». «La cerámica es la madre de la pintura. Es la pintura amplificada. El proceso de cocción: petrificar lo que era blando (como la pintura) lo reviste de relevancia», asegura.

Composición con vasijas de arcilla atravesadas. Pau Fabregat

Pintor, escultor y dibujante, Barceló comenzó a crear con barro en 1994 en una larga estancia en Mali. El incesante y fuerte viento le impedía pintar y dibujar, cubriéndolo todo de polvo. Esta dificultad le indujo a experimentar con la arcilla, abriendo una vía central en su obra. Creó un conjunto de terracotas, inicio de una larga andadura alfarera. El barro y la cerámica serían los materiales de su monumental retablo en la capilla de Sant Pere de la Catedral de Palma de Mallorca, en la que se evidencia la influencia y el diálogo que sostuvo con Gaudí.

Había llegado Barceló a Gao tras una larga travesía desértica en un viejo Land Rover junto a su amigo Javier Mariscal. Alquilaron una casa para una temporada en un paraje que fascinó al mallorquín, que pasaría luego unos cuantos inviernos en el país de los dogones, dibujando al aire libre los áridos paisajes de la región hasta que el vendaval se lo impidió.

Maestras malienses

Barceló rememora cómo se convirtió en alfarero «por accidente cuando no había manera de pintar». También que sus maestras «fueron las mujeres», porque en Mali el modelado, que se hace con una mezcla arcilla y excrementos de vacas o asnos, siempre fue un trabajo femenino.

En África creó obras muy frágiles pero cruciales en su trayectoria. A partir de entonces la cerámica es tan importante para él como la pintura o el dibujo. «Es muy ancestral y muy moderna a la vez», dice destacando su carácter dual, efímero y duradero al tiempo. «Es como si hicieras frescos sin necesitar ni el edificio ni al arquitecto. Tiene una modernidad extrema», sostiene. «Cuando desaparecen los imperios, se destruyen las obras de arte y se incendian palacios y monumentos, queda la cerámica. De la antigua Grecia no se conserva casi ninguna pintura, pero sí su cerámica», apunta.

Una de las 80 piezas cerámicas de la muestra. Pau Fabregat

De vuelta a Mallorca, trabajó en un tejar y desarrolló un lenguaje propio a partir de la cerámica. Decoró vasijas de formas tradicionales con imágenes de frutas, verduras, pescados, crustáceos y moluscos, y creó esculturas con formas de animales o cráneos. Adquirió el tejar en la localidad mallorquina de Vilafranca de Bonany y desde 2009 tiene allí un taller de cerámica que está ampliando. Ha creado más de cuatro mil piezas con muchos de sus motivos recurrentes, formas botánicas y zoológicas de la tierra y el mar.

Caricias y hostias

Prefiere la arcilla cocida con leña, un material «sensible» capaz de recoger «las caricias y las hostias de la mano del artista». «En cada pieza está tu huella, como la de un crimen, algo que no ocurre necesariamente en la pintura», dice. Cree que el barro «es el material que mejor recoge los defectos y las imperfecciones».

Barceló en su taller de alfarería y cerámico en un imagen del documental 'Traços de fang'. J.M. Civit

Enrique Juncosa, mallorquín como Barceló, escritor y antiguo subdirector del Museo Reina Sofía, es el comisario de esta retrospectiva para la que ha contado «con el entusiasmo y la complicidad del artista». La ha dividido en siete espacios: 'Mali', 'Tallers', 'Catedral de Mallorca', 'Paso doble', 'Quaderns', 'Vilafranca de Bonany' y 'Tòtems'. Juncosa concibió la muestra para un espacio sinuoso como el de La Pedrera, muy amplio y con paredes curvas.

Barceló empezó a exponer a finales de la década de 1970 y consiguió pronto un gran reconocimiento internacional, en plena eclosión de los nuevos expresionismos. Visceral y reflexiva a la vez, su orgánica y matérica obra recrea la vida y el tiempo. Niño mimado del galerista Bruno Bischofberger, su reconocimiento no ha dejado de crecer, como su cotización, y hoy es global. Le ha permitido exponer en salas y museos de Londres, París, Roma, Viena, Tokio, Boston, Montreal, Ciudad de México o São Paulo. Se formó en la Escuela de Artes y Oficios de Palma antes de ser admitido en la Escuela de Bellas Artes de Sant Jordi de Barcelona que abandonó pronto , como la Ciudad Condal. Mantiene un profundo vínculo con Mallorca, pero ha vivido y trabajado de forma intermitente en Barcelona, Portugal, Palermo, París, Ginebra, Nueva York, Himalaya y Mali.

Barceló ante de dos medallones con animales marinos Alice Brazzit

Además del gigantesco retablo cerámico para la Catedral de Mallorca (2007), ha afrontado encargos públicos de gran escala, como la cúpula del Mercat de les Flors de Barcelona (1986) o la Sala XX de los Derechos humanos y de la Alianza de las Civilizaciones de la sede de las Naciones Unidas en Ginebra (2008). Lector voraz desde niño, ha ilustrado la 'Divina Comedia' de Dante Alighieri, 'Fausto' de Johann Wolfgang von Goethe y 'La transformación' (antes 'La metamorfosis') de Franz Kafka.

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