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Luis Mateo Díez este lunes en la Biblioteca Nacional. Efe.
Luis Mateo Díez I Premio Cervantes

Un «pecador impecable» que aspira «a la nada»

«Todos mis personajes son héroes del fracaso», reconoce el creador del territorio de Celama horas antes de recibir el alto galardón de manos del Rey

Lunes, 22 de abril 2024, 15:57

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«Vivimos un exceso de realidad y de actualidad que nos atosiga y del que hay que refugiarse». Así lo cree Luis Mateo Díez, (Villablino, 1942) el magistral escritor y académico que recibirá este martes en la Universidad de Alcalá de manos del Rey la medalla y el diploma que le acreditan como ganador del Premio Cervantes 2023. Con inmejorable humor, el prolífico narrador se presentó en la víspera como «un pecador impecable» a quien le «acosa la realidad» y cuya gran aspiración es «la nada», una dimensión «realmente confortable».

«Vivimos en un momento de exceso de realidad y de actualidad, y eso es algo que solo se cura con la imaginación y refugiándose en el arte, lo que quiere decir refugiarse en los libros», dijo en un encuentro con informadores en la Biblioteca Nacional el autor de 'La fuente de la edad'. El creador del mítico territorio de Celama ha pasado «de ser un escritor premioso, muy lento, a uno muy prolífico y muy resistente». Escribe mucho, tanto, que tiene un buen puñado de obras en cartera, entre ellas una trilogía «que no sé si publicaré».

Reconoce que escribir es «una obsesión» y que ha sido el motor de su vida. Asegura estar en su «mejor momento como escritor», una vez que su vocación se ha convertido en «una verdadera necesidad». Pero es muy consciente del paso del tiempo. «Soy un escritor crepuscular y ojalá que toda mi obra tenga la armonía de la totalidad, porque eso supone ser un escritor ambicioso», dice sabiendo que «todo está predestinado al fracaso». «El fracaso ha administrado a todos mis personajes. Todos son héroes del fracaso, con el denominador común de una vida consecuente», resume.

El regocijo de pecar

«Fracaso es una palabra bonita, como el pecado, otra palabra preciosa. Los pecados mortales eran la esencia de las mejores cosas del mundo, y para mí era un regocijo confesarlos. Al hacerlo me refocilaba, porque he sido un pecador impecable» confiesa en público.

No aspira a la gloria ni a la eternidad. Tampoco al cielo o al infierno, «y eso que quizá estaría bien para el invierno», ironiza. «Mi verdadera aspiración es la nada, que es algo maravilloso, muy confortable», dice el laureado escritor que nunca se ha arrepentido de sus faltas y para quien «el pecado literario es el mejor de todos».

Confesó también que su fórmula para ir por el mundo se basa en tres cualidades aprendidas desde la infancia: «generosidad, discreción y sentido común». «Puedes andar por la vida con cierto honor si las tienes en cuenta», dijo.

Luis Mateo Díez en la escalinata de Biblioteca Nacional. E. P.

Con su rostro quijotesco, perilla incluida, y su humor cervantino, no desveló casi nada del discurso que leerá este martes en el Paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares, más allá de confirmar «que no será un rollo talaverano». «Será una reflexión sobre de dónde vengo como escritor. Dónde aparecí, quién me hizo ser escritor, qué pintó aquí, dónde estoy y qué veo de cara al porvenir, y de un presente que no existe, al estar invadido por el futuro». Ganar el Cervantes «es un límite a lo que podía aspirar como escritor y lo asumo con satisfacción y orgullo. No seré modesto, porque no es bueno tener la autoestima baja», aseguró el octogenario narrador creador de un territorio propio, como los García Márquez, Faulkner u Onetti.

Se acordó, sí, de quienes merecieron el Cervantes y no lo lograron. Tuvo un recuerdo muy sentido para uno de sus grandes maestros, Juan Eduardo Zúñiga, «un gran escritor que merecía de verdad este galardón. Se le negó a pesar de su grandeza y quizá fue por su discreción, que era bíblica».

Vestimenta pajaril

No le apura lo más mínimo tener que vestir el preceptivo chaqué que exige el protocolo cervantino. «Soy muy buen mandado, aunque eso no quiere decir que sea sumiso», advierte. «La entrega del Cervantes es un acto ceremonial en el que hay que aceptar las normas», dice alguien acostumbrado ya al chaqué por los actos de la RAE. «Me veo bien con estas vestimentas pajariles, que, además, disparan mi imaginación literaria». «Como el cinéfilo empedernido que soy, me acuerdo de Drácula yacente», dijo divertido y explicando que le gustan «mucho más los cristos yacentes que los crucificados que son aterradoras»

El dos veces ganador del Premio Nacional de Narrativa asegura que «no sería el escritor que soy sin tanto cine sin el espectador que he sido». Se remontó a su infancia para recordar a 'Marcelino pan y vino'. «Es una película de terror con ese niño abrazando el crucifijo. Cada vez que la veo me tiembla el alma».

Aseguró no tener manías de escritor, pero confesó que es incapaz de abordar una novela si no tiene el título -«que da toda la idea poética de la novela»- y que la frase final «se me apace a la mitad la escritura, incluso cuando aún no tengo resuelta toda la trama».

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