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Un militar ucraniano apunta con un lanzacohetes alemán hacia las posiciones rusas en el frente de batalla próximo a Odesa. EFE

Kiev endurece el control de los arsenales para disipar las sospechas de mercadeo

El Gobierno denuncia que Rusia difunde acusaciones de tráfico ilegal con el fin de dividir a los socios occidentales y frenar el envío de armamento

miguel pérez

Jueves, 28 de julio 2022, 21:13

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Una treintena de países se han convertido en proovedores de armas para Ucrania desde el inicio de la invasión rusa. Se trata de un ingente tránsito de material de guerra que ha cobrado una dimensión especial con la autorización por parte de Estados Unidos, Reino Unido, Alemania, Turquía, República Checa, Polonia o Francia a la exportación de arsenales más sofisticados y letales de los que se suministraban al comienzo de la crisis. Terroríficos en las manos equivocadas.

El abastecimiento no es libre. Está sujeto a controles de la OTAN, el Pentágono, la UE y Frontex, la Policía de fronteras europea. Y se encomienda finalmente a la buena fe de Kiev, que debe cumplir con un registro documental de todo el equipamiento bélico que entra en el país y su destino. Sin embargo, al hilo de los últimos envíos de sistemas tan temibles como los lanzacohetes HIMARS y la resistencia rusa a la exportación de cereal, que justifica entre otros motivos por el riesgo de que los ucranianos aprovechen la salida de buques para traficar con armas, la viceministra de Defensa, Hanna Malyar, anunció ayer que el Gobierno de Zelenski ha establecido un mecanismo de monitoreo de los envíos occidentales para despejar cualquier sospecha.

Es cierto que Moscú ha intensificado las acusaciones de contrabando y reventa de este armamento, lo que Kiev interpreta como un intento de dividir a los países aliados y frenar las exportaciones. «Las armas occidentales en nuestras manos son muy dolorosas para los rusos. Por lo tanto, el enemigo aprovecha cada oportunidad para desacreditar a las fuerzas armadas y socavar la confianza de nuestros socios», afirma Malynar, quien augura que a medida que los misiles hagan más mella en las tropas invasoras crecerá la difusión de rumores.

Los servicios de Inteligencia británico y estadounidense coincidían ayer en que las recién llegadas plataformas de lanzamiento múltiple han frenado el avance de los ocupantes en el Donbás por su mayor precisión y capacidad de fuego. Los mandos ucranianos calculan que con un centenar de equipos HIMAR en sus manos la guerra daría un vuelco absoluto.

Pero tampoco deja de ser una realidad que casi ningún gobernante occidental (o ninguno) pondría la mano en el fuego sobre dónde está o ha sido utilizado cada misil, cada pistola, cada mortero o cada caja de munición en los cinco meses que dura ya la guerra. El temor a que una parte del equipamiento acabe en el mercado negro es una constante desde el inicio del conflicto, pero ahora se ve reforzado por la mayor peligrosidad del armamento exportado y sus consecuencias catastróficas si cayera en manos de terroristas o de mafias. «Es ilusiorio pensar que en un contexto de guerra se puede controlar el destino de las armas», afirma el Instituto Flamenco de la Paz. Y más en la crisis ucraniana, donde el mundo se ha volcado como nunca.

Treinta años después del conflicto yugoslavo, todavía circulan de modo clandestino miles de pistolas y escopetas utilizadas por los combatientes. Los analistas consideran que lo mismo sucederá en Ucrania cuando acaben los enfrentamientos y una indeterminada cantidad de armas ligeras quede «en manos de cualquiera, o de organizaciones criminales». Es un horizonte posible. A diferencia de Afganistán –donde a pesar de todo también hubo problemas y EE UU nunca llegó a averiguar el paradero de partidas de misiles Stinger donadas a los combatientes antirrusos–, el Pentágono y los ejércitos aliados carecen de militares sobre el terreno que puedan realizar un seguimiento de los envíos en suelo ucraniano.

Rastreo

Esta labor queda a cargo de agentes locales, los satélites y el rastreo de las comunicaciones militares hasta donde lo permite la niebla de la guerra. Cuanto mayor secretismo mantenga el Estado Mayor ucraniano sobre la distribución del armamento en los distintos frentes, menor será la efectividad de Rusia en su estrategia de ataque. A eso toca sumar los problemas de gestión administrativa para controlar cada arma y la simplificación tecnológica de éstas a tamaños que facilitan su robo. Los expertos consideran que si Ucrania terminase convertido en un Estado «fallido», el tráfico ilegal se disparará en los Balcanes y Siria, y probablemente parte de las armas regresen clandestinamente a Europa. Aun así, Washington o Londres asumen los riesgos al entender que peor peligro representa la invasión rusa.

Los precedentes abundan. El fin de la antigua URSS desató un abundante movimiento clandestino de armas del Ejército. Sin remontarse tan atrás, con el inicio de la guerra del Donbás en 2014 también se realizaron saqueos en Crimea y el este de Ucrania, Unas 300.000 armas ligeras se perdieron entre 2013 y 2015. Solo se recuperaron 4.000. Ucrania precisamente heredó 2,5 millones de toneladas de misiles, obuses, minas y pistolas soviéticas tras su independencia. Gran parte de ese material acabó vendido a terceros países, sobre todo de África, por los propios militares.

«El tráfico de armas, efectivamente, es algo que vamos a vigilar de manera aún más fuerte. Existe el riesgo que vengan armas de Ucrania hacia la Unión Europea», declaró en una entrevista reciente con Efe el director ejecutivo de Frontex, Fabrice Leggeri. Los agentes están «muy atentos a nuevas rutas de circulación que pudieran desarrollarse». Los misiles Stinger y Javelin, así como los rifles y la munición, son naturalmente más difíciles de rastrear que una batería antiaérea S-300 pese a disponer de números de serie.

Lo mismo sucede, por ejemplo, con los drones suicidas Switchblades, de los que EE UU ha suministrado 300 unidades. «No nos están diciendo cada ronda de munición que están disparando y a quién y cuándo. Es posible que nunca sepamos exactamente hasta qué punto están utilizando los Switchblades», resume el secretario de Estado norteamericano John Kirby.

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