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Para empezar, dejemos claro que 'Una perra andaluza' es una serie distinta a las demás. Ha sido distribuida por Filmin coincidiendo con el mes del Orgullo, pero tiene un clarísimo espíritu de webserie. Tanto que varias de sus tramas, personajes y hasta secuencias están heredadas del proyecto 'No te fíes, soy médica', otra serie con temática de despertares sexuales diversos donde la particularidad es que los personajes eran estudiantes de Medicina en la estupenda Sevilla.
De la misma forma, la serie hace bandera de los pocos medios con los que ha sido confeccionada, y es verdad que salta a la vista que se ha vivido del voluntarismo de las personas implicadas, aunque los créditos técnicos son más extensos de lo que parece. La imagen y el sonido están bastante bien (es lo primero que suele fallar en producciones de este tipo) y hasta mejoran según avanzan los capítulos. Aún así, es absurdo compararla con las superproducciones a las que estamos acostumbrados.
Viendo el teaser de la serie original de la que parte el proyecto, en 'Una perra andaluza' ha quedado muy desdibujado el hecho de que los protagonistas compartan la carrera de Medicina (lo que estudió el creador, Pablo Tocino). En los primeros episodios hay alguna referencia, pero se pierde rápido, acaba dando igual. Al ser tan coral —al final hay más de diez personajes principales— se hace muy dispersa, no llegamos a entender el núcleo de la amistad ni siquiera entre los primeros protagonistas (que podríamos decir que son Sara Perogil, Enmanuel García y Jota Palacios), a los que se van acoplando nuevos personajes sin que sepamos muy bien cómo. Trabajan en la serie varios actores y actrices a los que conviene seguir la pista, aunque, todo sea dicho, no se salva todo el reparto. A veces una concatenación de mal montaje —que en lugar de ocultar los errores, los amplifica—, mal acting y mal guion deja secuencias francamente catastróficas.
No obstante, dándole una vuelta y abriendo la mano, el equipo también reivindica la serie como imperfecta, igual que lo es cada uno de sus personajes. Hay varias ideas que quedan un poco a medias: por ejemplo, al principio se apunta a una sociología de los barrios sevillanos, pero queda un poco en tierra de nadie, sobre todo si no los conocemos al dedillo. El último capítulo nos deja tramas a medias y conflictos un poco artificiales para hacer de cliffhanger. También tiene varios tonos muy diferentes, por ejemplo, la historia del personaje de Sara Perogil tiene un tono más oscuro y profundo que, por ejemplo, el del personaje de Jota Palacios, castigado con las secuencias más intrascendentes del metraje, un poco viejas para estar en 2024. Y es que la temática LGTB se ha explorado mucho y muy bien estos últimos años con grandísimas series y películas, y en 'Una perra andaluza' hay lo que podríamos llamar, no sé, disparidad de madurez. Unas tramas parecen valientes y novedosas, mientras otras son tan tópicas que parecen del siglo pasado (quizás el hecho de usar material grabado hace años tenga algo que ver). Mención aparte merece el festín de culos, que probablemente bate algún récord mundial de abundancia de nalga por capítulo. Y eso está muy bien.
Como buena webserie —aunque hay que reconocer que es algo un poco más allá de una webserie— un alto porcentaje de la trama sucede en habitaciones. Habitaciones que tratan de contarnos cosas de los personajes con referencias exageradamente evidentes a la cultura popular. El personaje interpretado por Pablo Tocino (de nuevo, el creador de la serie) lee humildemente literatura rusa, mientras que el de Palacios tiene a Belle and Sebastian, Ariana Grande y 'Juego de tronos' en las paredes, y otra no puede contestar el teléfono porque está enfrascada en la lectura en inglés de 'La señora Dalloway'. Hay un montón de cameos en la serie, pero ninguno logra aportar nada realmente relevante, y suelen ser secuencias completamente prescindibles. Ni La Dani, ni Elizabeth Duval, ni David Sainz, ni Lluvia Rojo, probablemente culpa de los guiones. La planificación de las secuencias siempre es sota-caballo-rey, y por mucho que haya un par de personajes cinéfilos y un futuro cineasta, la serie no se ha hecho pensando mucho en la cámara. Hay que reconocer, en el lado positivo, el acierto de varias canciones de la serie, como la de Mucho, y sobre todo la de la intro, de los sevillanos Vera Fauna versionando el 'Me pongo colorada' de Papá Levante.
En definitiva, una serie radicalmente joven que exige su derecho a su espacio y a poderse equivocar todo lo que quiera, que muestra una pequeña parte de la juventud sevillana pasándoselo bomba, explorando unos personajes con problemas relacionados con la sexualidad y la identidad. Pero con demasiados altos y bajos y momentos francamente ridículos que son muy difíciles de salvar. En la siguiente temporada, con suerte más compacta, parece que la perra se hará totalmente andaluza, pues se explorarán otro puñado de provincias (aquí solo salen Sevilla y —de pasada— Cádiz). Todo un reto para un equipo que tiene ganas de sobra y, ahora sí, más experiencia.
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