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M.J. Carmona
Domingo, 1 de junio 2025, 19:11
El mar, los atardeceres rosados y una promesa hecha a su abuelo son algunos de los elementos que definen el universo creativo de Valentina Duarte Amundaray, arquitecta de formación y artista de vocación. Nacida en Venezuela y emigrada desde hace más de ocho años, Valentina encontró en el arte una forma de reconexión con sus raíces y de expresión de su identidad migrante.
Su proyecto artístico lleva un nombre especial: 'Santo Pepe'. Más que una firma, es un legado emocional. «Esta marca nació de esa necesidad de rescatar quién yo era después de estar ya 8 años fuera de mi país», afirma Valentina. El nombre proviene del apodo cariñoso que le daba su abuela y de una conversación con su abuelo, quien temía no dejar un legado. «Le dije que su nombre y su apellido vivirían a través de mi arte», recuerda.
Valentina creció en un entorno familiar unido y lleno de color, en una Venezuela cálida y vibrante. Su obra actual está impregnada de esa memoria sensorial: azules del mar Caribe, rosados del cielo al atardecer y la intensidad de un país que aún palpita en cada trazo. «Es honrarlo, es rescatarlo, es traerlo al presente», explica.
La nostalgia, lejos de ser un ancla, es su motor creativo. A través de su pintura, Valentina celebra su historia personal y colectiva, y ofrece un puente emocional para quienes también han vivido la experiencia de la emigración. 'Santo Pepe' se convierte así en una plataforma de resistencia poética y de reencuentro con lo que se dejó atrás.
Su estilo, que ella denomina 'Impresionismo Criollo', fusiona influencias culturales venezolanas con la experiencia del exilio. Es un arte profundamente emocional, con un lenguaje visual cargado de símbolos y espiritualidad. Algunas obras evocan la fe, la devoción o la esperanza, en un intento de representar lo que miles de personas sienten en contextos de pérdida, cambio y resiliencia.
En ese sentido, su arte también es un refugio: «Ha sido una forma de terapia para mí», confiesa Valentina. Le ha permitido explorar su mundo interior, sanar el desarraigo y reconstruir una identidad en tránsito. La pintura no es solo su lenguaje; es su espacio de sanación y de afirmación.
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Más allá del gesto individual, Valentina concibe su trabajo como una forma de crear comunidad. A través de su marca, busca generar vínculos con otros venezolanos y emigrantes, personas que, como ella, se encuentran lejos de casa pero cerca del recuerdo. «Me interesa que lo que hago pueda conectar con otros, que pueda tocar algo», confiesa.
Sus obras no son solo cuadros: son relatos compartidos, pedazos de memoria transformados en color. Su mensaje es claro: esperanza, belleza en la lucha, y orgullo por las raíces. «Cada obra es una invitación a levantarse después de las caídas», afirma.
Valentina se encuentra trabajando en una nueva serie de obras titulada 'Caídas', en la que plasma la sensación de vacío y el vértigo de las decisiones difíciles que marcan la experiencia migrante. «Es un cuadro que siembra esperanza», afirma, refiriéndose a la imagen central de figuras que caen, pero se buscan y se sostienen mutuamente.
Con esta serie, la artista representa la fragilidad de quienes deben abandonar lo conocido, pero también la fuerza que emerge en ese proceso. El resultado es una serie emocionalmente intensa, tanto para ella como para quienes se sienten reflejados en esas caídas y levantamientos.
Valentina planea presentar esta línea en una exposición de gran formato, con el objetivo de seguir profundizando en el diálogo entre arte, migración e identidad. La recepción del público ha sido especialmente significativa: personas de distintos países han encontrado en 'Caídas' un espejo de su propia historia.
Con 'Santo Pepe', Valentina ha logrado consolidar un espacio donde su historia personal se entrelaza con la historia de muchos. Su abuelo, su abuela, Venezuela y la experiencia migrante viven en sus lienzos. Y en ese acto de pintar, hay también una forma de sanar, de resistir y de celebrar. «Estoy tratando de habitar este lugar de una manera honesta, sin pretensiones. Estoy aprendiendo», dice. Pero su obra ya habla con voz propia: la voz de una
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