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José María Benéitez en la joyería Luís Méndez. Álex López

El artista contemporáneo que lleva medio siglo creando en libertad desde Salamanca

José María Benéitez es una leyenda viva del arte contemporáneo, zamorano afincado en Salamanca, repasa su trayectoria marcada por la ironía, el humor y la necesidad vital de expresarse mediante el arte

M.J. Carmona

Domingo, 31 de agosto 2025, 18:24

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José María Benéitez (Zamora, 1955) habla con una ironía fina que lo atraviesa tanto como artista como en la forma de pensarse a sí mismo. Su trayectoria, que supera cinco décadas, está marcada por una obsesión constante: mantener la libertad frente a un sistema del arte que, a menudo, encorseta, uniformiza y reduce la pintura a un objeto de mercado. Esa libertad, dice, no nació del azar, sino de una circunstancia vital que le dio independencia: «Yo trabajaba en una fábrica de marcos. Estaba dentro del mundo del arte, pero al mismo tiempo fuera. Y eso me permitió hacer lo que quería sin depender de vender un cuadro».

La frase, sencilla, encierra toda una declaración de principios. Mientras muchos artistas se ven empujados a producir al ritmo del mercado, Benéitez se permitió el lujo de ir a contracorriente, de crear sin la presión de la venta. Esa «liga periférica» en la que se ubica no es un lugar de resignación, sino de resistencia. Desde ahí ha construido una obra fragmentaria, irónica, llena de citas, retruécanos y dobles sentidos que invitan al espectador a mirar de otra manera.

Su carrera no se entiende sin la energía colectiva de los años setenta y ochenta. Recuerda con entusiasmo su paso por el primer grupo de artistas con el que publicó un libro y montó una galería, experiencias que marcaron su manera de entender el arte como un espacio compartido. No había un objetivo comercial, ni una estrategia de promoción. Había, sobre todo, un deseo de crear y de dialogar.

Aquella época fue también la de sus incursiones en el 'mail art' -envío de cartas entre artistas de todo el mundo- y la poesía visual. Frente a las corrientes dominantes del neoexpresionismo, Benéitez prefirió explorar un lenguaje de contención, reflexividad y humor. «Me interesaba trabajar desde lo pequeño, desde lo lateral. Buscar espacios de libertad lejos de las modas hegemónicas», explica. En ese gesto está ya contenida la semilla de su obra posterior: una pintura que se abre a lo fragmentario, a lo hipertextual, a la cita como forma de diálogo y cuestionamiento.

El DA2 y la memoria de una sala

La exposición en el DA2 en 2008 la recuerda como una oportunidad de desplegar su lenguaje en un espacio de gran escala. Sus cuadros, siempre de formatos pequeños, se repartían por la sala componiendo un mosaico visual abierto al «zapping» del espectador. Esa exposición confirmó algo que él ya intuía: que la pintura no debía ser entendida como una obra cerrada, sino como un dispositivo en diálogo con quien la mira.

Sin embargo, incluso en esa experiencia institucional, Benéitez mantuvo el mismo desapego que profesa hacia toda su producción. «Cuando la obra se cuelga, ya no es mía. Ha sido mi vida hasta ese instante, pero después adquiere otra vida propia. Yo me desentiendo». Esa distancia, lejos de ser un desdén, es un acto de honestidad: dejar que la obra respire sola, sin la sombra permanente de su creador. Es un desapego que recuerda a las ideas de Walter Benjamin sobre la pérdida del aura en la era de la reproductibilidad, pero en Benéitez hay algo distinto: no hay nostalgia, sino liberación.

Clases de creatividad: sembrar y recolectar

Más allá de la sala de exposiciones, Benéitez dedicó años a impartir clases a niños junto a un compañero. No eran clases de pintura al uso, sino talleres de creatividad. Su objetivo no era enseñar a copiar un modelo ni a dominar una técnica, sino abrir la puerta a la imaginación. «Era más importante que aprendieran a mirar de otra manera que a pintar un bodegón», recuerda.

Aquella experiencia, que se prolongó durante años y que compaginó siempre con su producción artística, dejó un poso que aún hoy lo emociona. En la entrevista lo confiesa con sorpresa y alegría: «Me encuentro con personas que fueron aquellos niños y me dicen que aquello les marcó, que les dejó huella. Eso es lo más grande».

La docencia, en su caso, no fue una renuncia al arte, sino otra forma de practicarlo. Sembrar semillas de creatividad en otros resultó ser tan significativo como su propia obra. Una experiencia enriquecedora donde el mismo volvió a ser niño de nuevo para así continuar creando con total libertad. Y quizá ahí resida otra clave de su forma de entender la pintura: como un acto compartido, abierto, que se expande más allá del lienzo.

El humor como arma y como refugio

En toda su obra late la ironía. Benéitez no se toma demasiado en serio a sí mismo ni a los grandes nombres del arte contemporáneo. Puede citar a Damien Hirst, Tracey Emin o Juan Muñoz y al mismo tiempo reírse de ellos, de sí mismo y del sistema que los rodea. «La ironía me permite reírme de todo. Hacer del arte un juego inteligente, no es algo serio y vacío», asegura.

Ese humor, lejos de trivializar, funciona como un mecanismo de resistencia. Le permite desmontar la seriedad impostada de ciertos discursos críticos y cuestionar la mercantilización de la pintura. Sus piezas, a veces, se presentan como carteles que anuncian su condición de objetos en venta. Pero la venta rara vez llega a producirse. Y él se ríe de ello.

Mirar con otros ojos

Hoy, cuando repasa su trayectoria, Benéitez se sabe parte de una tradición, pero también fuera de ella. Ni mejor ni peor, simplemente distinta. Su arte no busca respuestas, sino preguntas. Se construye desde la cita, el fragmento y el guiño, y se ofrece al espectador como un espacio de juego y reflexión.

Quizá por eso sus palabras finales resumen con claridad lo que ha sido su vida: crear arte como un tránsito, un juego serio pero sin formalismos, un lugar para reírse, para pensar y para compartir. Y siempre, por encima de todo, como un acto de libertad.

Exposición Poemas son dos en Luis Méndez Artesanos.

Álex López

Exposición Poemas son dos en Luis Méndez Artesanos.

Álex López

Exposición Poemas son dos en Luis Méndez Artesanos.

Álex López

Exposición Poemas son dos en Luis Méndez Artesanos

Álex López

Exposición Poemas son dos en Luis Méndez Artesanos

Álex López

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José María Benéitez expone actualmente en la joyería de Luís Méndez, hasta el próximo 2 de septiembre. «Poema son dos» es una muestra del colectivo artístico de El Cuchitril a partir de la obra de Benéitez, un libro escultórico «que no se puede abrir, tocar, ni leer, ni comprar». Un total de 25 artistas -y alguno más invitado personalmente por Benéitez- intervienen en cada una de las páginas: «Son piezas maravillosas, es un honor para mí y me emociona enormenmente», afirmaba. Entre las intervenciones destacan algunos artistas ya conocidos en este periódico; Tim Decoma, Pablo Sánchez Herrero, Cristina Aliste, Juana Ciudad y Raquel Barbero, entre otros.

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