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Tres generaciones. Una misma zona, transformada. Dos locales distintos. Una cocina casera y tradicional. Y ochenta años de historia. Casi un siglo desde que la cafetería Sevilla abriera en la Plaza del Campillo, cuando esta aún ni siquiera existía y todo a su alrededor era una consecución de casas bajas en una zona considerada «el extrarradio» de Salamanca. «Mi padre cogió el primer traspaso en el año 1945 por 17.000 pesetas», recuerda Julio, la segunda generación del bar que, aunque ya jubilado, no abandona la costumbre de acercarse al local que ahora atiende su hijo José.
A mediados del siglo XX, abría sus puertas con la idea de convertirse en un bar de toda la vida. Y vaya si lo ha conseguido. «Nos trasladamos a un local de enfrente, en la calle José Jauregui, porque iban a derribar las casas bajas para empezar a construir», comenta. Ese fue el principio de la revolución de un barrio que cambio completamente y pasó de ser considerado las afueras de la ciudad al pleno centro. «Alojaron a la gente temporalmente en la cárcel vieja de Salamanca para tirar todas las casas», explica.
La cafetería Sevilla ha sido testigo de una transformación radical que ha pasado de ver desde sus ventanales parar a una línea de autobús a niños corretear en el parque actual. Julio tiene sus primeros recuerdos ya en el segundo local. Con siete años ya estaba entre bandejas sin saber que, unos años después, sería él quien tomaría las riendas y mucho tiempo después, su hijo. «Yo estuve 43 años con mi padre hasta que se jubiló, y luego pasé el relevo a mi hijo José que lleva ya cinco años con él», añade.
Asumió el legado coincidiendo con el inicio de la pandemia, un momento especialmente duro para la hostelería. Sin embargo, no se vino abajo sino que le sirvió de impulso para seguir haciendo del Sevilla la rutina de los vecinos. «Vienen ahora los hijos de los niños que venían con sus padres», comenta José emocionado. Y es que algo han tenido que hacer bien para que varias generaciones hayan seguido sus pasos. «Mi nieta me dice que cómo puedo conocer a tanta gente», ríe orgulloso. Esa gente que, en su momento, veían cada día a Julio detrás de la barra.
La cocinera de la cafetería el Sevilla era una institución. «Comenzó con mi abuela cuando tenía dieciséis años y se ha jubilado conmigo», comenta emocionado José. Toda una vida en la cocina para hacer del Sevilla ese bar de pinchos donde degustar la gastronomía casera de toda la vida. Ese tesoro tan preciado, sin embargo, no se ha ido con ella tras su jubilación sino que lo ha dejado como herencia. «Nos enseñó para tratar de seguir haciendo lo mismo», comenta Inma, la mujer de José.
Es ella, junto con otra cocinera, quien se encarga ahora de la cocina y, no sólo sigue a la perfección esas recetas -porque los clientes ni siquiera han notado el cambio- sino que también mantiene la esencia de este tipo de gastronomía y, definitivamente, del bar. «Quiero que la gente cuando venga sienta que es nuestra casa, y ellos estén como si fuera la suya», explica. Eso es lo que resume el éxito del Sevilla y explica sus ocho décadas en la hostelería salmantina. Bueno, eso y sus empanadas. «La gente nos la pide para llevar», asegura José.
Y es que esas empanadas tan aclamadas por sus clientes guardan un secreto: «Se la dio un panadero de Alba a mi abuela hace setenta años, y se sigue haciendo exactamente igual», añade José. «¡Para qué vamos a innovar! Queremos que quien las coma ahora recuerde ese sabor de cuando venían con sus abuelos de niños», apostilla Inma.
Uno de los primeros recuerdos que tiene Julio de cuando sus padres tenían el bar es el furor que se formaba alrededor de la televisión. Entonces, no era habitual contar con este dispositivo en las casas y bajar a ver «la familia Telerín o las corridas de toros» era todo un evento en el vecindario. «Recuerdo cómo se llenaba el bar para ver los toros, incluso la gente se quedaba fuera mirando a través de los ventanales», comenta. Se ve a él mismo, de niño, subido al frigorífico sin perder detalle a la televisión. «Ahora tenemos cuatro o cinco teles en cada casa», compara. Un cambio más que refleja que lo del Sevilla, es historia de Salamanca.
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