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Oriano y Davide, los primos italianos que llevan el Canaletto José Manuel García
Bares con historia

La céntrica cafetería de dos primos italianos que vieron en Salamanca el cambio de aires soñado

El Canaletto, ubicado en la calle Azafranal, se ha convertido desde hace dos años en un establecimiento de pinchos típicos pero con «la alegría italiana»

Laura Linacero

Salamanca

Sábado, 14 de septiembre 2024

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No estaba previsto que ninguno de los dos acabara en España, mucho menos en Salamanca y aún más inimaginable que terminaran trabajando en una cafetería de la capital bajo el nombre de 'Canaletto'. Sin embargo, el destino fue así de caprichoso con dos primos italianos que, motivados por la necesidad de un cambio de aires, encontraron en la calle Azafranal un segundo hogar. «Mi primo lo cogió en octubre de 2022 y un mes más tarde, me vine con él», comenta Oriano, uno de los camareros del local. Animado por el coraje de Davide, se aventuró en este proyecto que, aunque ya estaba en funcionamiento, le faltaba «la alegría italiana».

Una actitud que desprenden con cada cliente habitual que cruza la puerta del bar. No les hace falta preguntar para saber que pedirán 'lo de siempre'. «Intentamos atender siempre con una sonrisa y estar de buen rollo», aseguran. Un optimismo que contagian desde el primer café de la mañana hasta el último pincho de la tarde. «Trajimos nuestra experiencia de Italia y al final, adaptarse fue fácil porque tenemos una cultura muy similar», asegura. A pesar de que la hostelería es parecida en ambos países mediterráneos, los ritmos cotidianos sí son algo distintos.

Los desayunos tranquilos, el café con leche pausado y el dar vueltas a un solo con hielo mientras se pasa las hojas de la revista no es una costumbre muy italiana. «Nos sorprendió la calma con la que se desayuna aquí, un italiano se conforma con un café y se va corriendo y aquí se disfruta más ese momento», apunta Oriano. Un hábito español que acogen con cariño aunque aseguran que les gustaría poder introducir algo más de sus costumbres en la cocina a pesar de que «es muy complicado cambiarle el ritmo al español».

El condicionante trajín comercial de una céntrica calle

Precisamente, al observar que lo que ya estaba asentado en el bar con el anterior dueño funcionaba, los cambios fueron mínimos. «Tenemos los mismos pinchos aunque ojalá un día nos de por ofrecer además un poco de italiano», sonríe. Aunque lo plantean como una esperanza, lo cierto tal y como ellos mismos reconocen es que lo que demandan sus clientes da poca opción a la innovación. «Trabajamos mucho con la gente de las tiendas, de oficinas o que pasan por aquí a por un café o un pincho», aseguran.

Los meses de julio y agosto son especialmente duros y algo más «tristes» con las vacaciones de los salmantinos y un turismo más condicionado. El movimiento comercial también les influye en el servicio, aún más en una calle tan céntrica. «Cuánta más actividad haya, mejor», asegura. A pesar de que algunas cierran, otras abren y ese es el dinamismo que más se nota. «Siempre que se abre un negocio se ve más alegría», comenta.

  1. Anécdota estrella del 'Canaletto'

    Una carta de tierras vascas

A los de todos los días por su nombre y con el pedido ya en preparación antes de cruzar la puerta. Y a los que, por casualidad encuentran el Canaletto, intentar que la próxima vez no sea una decisión casual sino a conciencia. Es lo que ocurrió con un matrimonio vasco que un día se sentó a desayunar. «Siguieron pasándose toda la semana de vacaciones por las mañanas a desayunar y por las tardes a tomar un vino», comenta. Esa frecuencia hizo que la confianza fuera cada vez mayor con el paso de los días. «Nos vacilaban pidiéndonos un 'calice' que es como se dice 'copa' de vino en italiano», recuerda Oriano.

Las vacaciones llegaron a su fin y esa fugaz pero intensa amistad también se fue con sus maletas. Sin embargo, a los días llegó una carta de agradecimiento por la atención y que reflejaba, precisamente, esa relación trazada. «Fue una sorpresa muy bonita y ahora la tenemos enmarcada en el bar para que se quede ese recuerdo y esperar que todo el mundo que pase por aquí sienta lo mismo», concluye. Unas líneas torcidas en un folio que, sin embargo, reflejan que su propósito se ha hecho realidad: contagiar de alegría a todo aquel que se apoye en la barra del Canaletto.

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