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Hay quien se pasa el año esperando que llegue la semana donde el Recinto Ferial de Salamanca se llena de color, de luces fluorescentes, de niños ilusionados, de grupos de amigos y de algodones de azúcar. Y, en el otro lado, están los que viven entre 'cacharritos' durante buena parte del año. Son los feriantes los que hacen posible que, en el caso de Salamanca, cada mes de septiembre se abra en La Aldehuela el paraíso de la diversión, con lo que ello supone: viajes por toda España, una vida nómada, rutinas entre caravanas y muchas horas de trabajo para que esté todo listo.
«Nosotros empezamos en los Carnavales de Ciudad Rodrigo, a mediados de febrero o en marzo y a partir de ahí empieza nuestra temporada», asegura Héctor Morín, conocido como 'Juba', propietario de los coches chocones. La fecha del Carnaval del Toro marca el inicio de unos meses nómadas que se extenderán hasta octubre. Sin embargo, el resto de meses aunque no haya feria, continúa el trabajo. «Se hacen los trabajos de mantenimiento, revisar aparatos, vehículos, los camiones; descansas de la feria pero continúas trabajando», asegura Héctor.
Así, es la vida del feriante: el trabajo más intenso ocurre durante la época de disfrute del resto de los mortales y prepararse para ese momento durante el resto del tiempo. Son ocho años ya los que lleva vinculado a la feria, desde que se casó con su mujer, y después de haber estado en ambos lados -cliente y empresario-, lo tiene claro: «Es un trabajo muy bonito porque es muy familiar, eso es lo que me conquistó, que al final es un trabajo heredado desde los bisabuelos», comenta.
Esa familiaridad que envuelve a la feria para los que forman parte de ella fue uno de los aspectos que más cautivó a Héctor y que, antes de entrar dentro del sector, desconocía. «Además te reencuentras con muchos compañeros que hacen recorridos similares al tuyo y es un ambiente muy bueno», asegura. Hasta a los 'contras' les busca su parte positiva: «Es verdad que es un no parar pero al final viajar, conocer sitios nuevos, también es bonito», añade.
Eso sí, nada como «jugar en casa». Las fiestas de Salamanca entran dentro de sus fechas más especiales. «Me da mucha tranquilidad aunque también es una responsabilidad porque siempre intentas que el público disfrute, pero aquí aún más», apunta Héctor. No sólo es una parada agradable para él por la cercanía a su tierra, también para el resto de feriantes que valoran las condiciones del recinto ferial de Salamanca. «Es envidiable en cuanto a limpieza, la luz, el agua, todos los sitios perfectamente distribuidos», comenta.
Después de conocer multitud de espacios destinados para albergar la feria, es inevitable comparar. «Salamanca es uno de los mejores», sentencia. Y aunque presume de estas instalaciones, precisamente esa experiencia en distintas localizaciones también le permite captar ideas. «Por poner una pincelada, sería bonito que en el recinto ferial hubiera algún concierto», propone
Antes de ver todo perfectamente preparado y en funcionamiento, los feriantes tienen por delante un día de trabajo importante. Desde primera hora de la mañana comienzan los trabajos de mantenimiento y limpieza para tener listas las atracciones. Sin embargo, más allá de la feria, está la vida de los feriantes. «Es como la de una familia normal y corriente, se hacen las tareas del hogar habituales y se compagina con el trabajo», comenta. Héctor es padre de dos niñas y, con el comienzo del curso escolar, la organización es aún más importante. «En nuestro caso, soy yo el que viajo y mi mujer se queda con ellas», añade. Eso sí, los meses de verano ser hija de un feriante es una auténtica suerte: «Se levantan ya en la feria, y juegan todo el día con sus amigos, para ellas es 'la bomba'».
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