El ictus no da tregua en Salamanca y afecta a más de mil personas al año
Durante los últimos tiempos se ha registrado un gran aumento de casos, y los expertos insisten en la necesidad de reconocer los síntomas para poder actuar con rapidez
El brazo no responde, la lengua se traba y la mitad del rostro se duerme. Son unos segundos que descolocan, que muchos no entienden y que algunos dejan pasar pensando que se les pasará enseguida pero, en realidad, son señales claras de un ictus. Cada minuto que pasa sin actuar puede dejar secuelas irreversibles, y por eso reconocer los síntomas a tiempo es la mejor forma de evitar complicaciones.
Aunque solemos asociarlo con personas mayores, el ictus cada vez afecta a más gente joven. El estrés, el tabaquismo, la hipertensión o una vida demasiado sedentaria están detrás de muchos casos, y algunos podrían evitarse con pequeños cambios como dormir bien, moverse más y hacerse revisiones de vez en cuando. Aun así, el ictus también sorprende a veces a personas con hábitos saludables recordando que, por desgracia, nadie está del todo a salvo.
En Salamanca, el ictus es una urgencia cada vez más común. En los hospitales se atienden más casos cada año y los servicios sanitarios siguen notando ese aumento. Detrás de cada número hay personas que, de un momento a otro, ven cómo todo cambia. Y no hace falta mirar las estadísticas para darse cuenta de que es algo que cada vez afecta a más familias salmantinas y que ya forma parte del día a día de los hospitales porque en muchas ocasiones los casos y las personas afectadas están muy cerca.
En Castilla y León pasa algo parecido. La comunidad concentra una buena parte de los casos que se registran en el país y los hospitales han tenido que adaptarse para poder atenderlos con rapidez. En los últimos años se ha avanzado mucho en detección y tratamiento, y a pesar de que el número de pacientes sigue creciendo, cada vez se habla más de este tema, lo que ha ayudado a que se reconozca como una prioridad dentro de la atención sanitaria.
Asimismo, a nivel nacional, el panorama no es muy diferente. El ictus sigue siendo una de las enfermedades más atendidas en los hospitales españoles y su incidencia no deja de aumentar. Y, como en el caso anterior, aunque la medicina ha avanzado bastante y los tratamientos son cada vez más eficaces, las cifras siguen siendo muy altas. De esta manera, se está ante un problema de salud importante que continúa creciendo y que necesita una respuesta rápida y unos recursos suficientes para reducir su impacto.
Saber reaccionar puede salvar vidas
El ictus suele avisar con algunos síntomas, pero el problema es que muchas veces nadie es capaz de reconocerlos como tal. De repente un brazo se queda sin fuerza, la cara se tuerce o cuesta pronunciar las palabras. También puede aparecer un mareo fuerte, visión borrosa o una sensación rara, como si el cuerpo no respondiera bien. Y esas podrían ser las señales de que algo no va bien y que nunca se debe esperar para «a ver si se pasa».
En ese momento lo más importante es actuar rápido. Llamar al 112, explicar lo que ocurre y seguir las indicaciones de los sanitarios hasta que llegue la asistencia médica. Bajo ningún concepto hay que intentar conducir ni moverse por cuenta propia. Y, además, es vital poner atención a cómo van evolucionando los síntomas porque cada minuto que pasa puede marcar la diferencia entre recuperarse o quedarse con secuelas. Ante la duda, siempre es mejor pasarse de precavido que llegar tarde.
De esta manera, es imprescindible saber reconocer estas señales y estar preparados para actuar. La reacción no solo depende de quien sufre el ictus, sino de todos los que están a su alrededor. Informarse, aprender los signos y mantener la calma puede hacer que la ayuda llegue a tiempo, multiplicando las posibilidades de recuperación y reduciendo riesgos porque en estos casos, cada segundo cuenta, y la prevención y la rapidez son tan poderosas como la medicina.
Tras el ictus, comienza otra lucha
Quienes han pasado por un ictus no están solos porque en Salamanca hay personas y profesionales que dedican su día a acompañar a los pacientes en su proceso de recuperación. Y eso es justo lo que hace la Asociación Salmantina de Daño Cerebral Adquirido (ASDACE), una entidad sin ánimo de lucro situada en la Plaza de San Vicente y que trabaja para mejorar la calidad de vida de quienes han sufrido un daño cerebral, como el ictus, y también la de sus familias.
Su objetivo es mantener y reforzar las habilidades físicas, emocionales e intelectuales de las personas afectadas favoreciendo, tanto su rehabilitación, como su integración social. Para ello, ponen en marcha distintos programas y servicios que ofrecen una atención integral y personalizada, como los talleres de memoria, manualidades o informática, espacios de escucha, orientación y apoyo emocional...
Pero, además, ASDACE también es un punto de encuentro y desahogo. Ayuda a las familias a reducir la carga física y emocional que suele acompañar a este tipo de situaciones y fomenta las relaciones personales entre los afectados para evitar el aislamiento. Además, trabajan para facilitar la reinserción socio-laboral buscando que cada persona pueda recuperar, en la medida de lo posible, su autonomía y su día a día.
Aun así, nadie está realmente preparado para un ictus. En un instante todo cambia y, sin embargo, también surge una fuerza que muchos no creían tener. La prevención y la rapidez en la atención siguen siendo esenciales, pero lo que viene después, lo que ocurre fuera del hospital, es igual de determinante. Y este recorrido recuerda que, aunque la vida pueda detenerse por un momento, también ofrece la posibilidad de volver a empezar, de valorar lo que se tiene y de descubrir unas fuerzas que nunca nadie se imagina que estaban allí. Porque detrás de cada historia de ictus hay coraje, paciencia y la certeza de que, aunque cambien las circunstancias, siempre se puede seguir avanzando.
