El mesón de Salamanca en plena Plaza Mayor que aguarda en su interior un museo de antigüedades
El restaurante Cervantes abrió sus puertas a mediados del siglo XX y se ha convertido en un referente para salmantinos y turistas que visitan la capital charra
Es una institución dentro de un monumento histórico. El Mesón Cervantes, ubicado en la Plaza Mayor de Salamanca, es un referente en la gastronomía salmantina tanto dentro como fuera de la provincia. Tito García comenzó su andadura en este establecimiento hace cincuenta años cuando entró a trabajar como camarero. En 1976, metió la cabeza en este restaurante, pero sus orígenes se remontan a un par de décadas antes. «Lo inauguró César Domínguez en los años 50, era como una casa de huéspedes que daba comida a los pobres», trata de explicar Tito.
A mediados del siglo XX lo que ahora es un reconocido restaurante, fue un comedor altruista para los más necesitados. «No fue hasta los años sesenta cuando le dan el permiso del Gobierno Civil porque los hijos le dicen que haga una fonda o algo similar», explica. Esos fueron los primeros pasos para convertir al Cervantes en lo que es hoy en día. Aunque buena parte de ese mérito lo tiene Tito, que cogió las riendas en el año 80. «Llevaba cuatro años como camarero, yo venía del pueblo y no era mi intención pero ninguno se animaba a cogerlo y me lancé», recuerda.
Se tiró a una piscina que ha ido llenando a base de esfuerzo, trabajo y tesón. Echa la vista atrás y nada tiene que ver los inicios con lo que define ahora al Cervantes. «Cuando empecé dábamos solo sandwiches, ensaladas y platos combinados. Ahora tenemos una carta super extensa», añade. Un cambio que no solo se ha reflejado en la oferta gastronómica sino también en el trabajo cotidiano. «Antiguamente, íbamos a la fábrica de hielo que está donde ahora el Baviera, traíamos la barra de hielo, la rompíamos con un martillo y así hacíamos el hielo», explica.
Una evolución que define como «bestial» y es que son cinco décadas las que han pasado desde entonces. Cincuenta años que han sobrevivido a distintas generaciones de clientes, cambios sociales, demográficos y a una Salamanca renovada. «Teníamos pandillas que venían a la hora del vino a mediodía y a la hora de las cañas a última hora de tarde. Esas pandillas se han ido perdiendo», asegura. El turismo se ha multiplicado y la ciudad universitaria suma cada año más estudiantes. «Aunque es cierto que los estudiantes antiguamente consumían más, tenían más poder adquisitivo y ahora la vida se ha encarecido», valora.
Las tres claves del éxito
Una reflexión que le da valor al paso del tiempo. Porque algunas cosas han desaparecido, otras han cambiado y otras se han introducido. Todo ello ha construido lo que es ahora el Cervantes pero, ¿por qué se le conoce? «Se nos identifica por la comida casera, un ambiente muy bueno y una decoración espectacular», resume Tito. Es una síntesis abreviada, pero desglosar cada una de estas características es lo que realmente da valor a este mesón.
«Se nos identifica por la comida casera, un ambiente muy bueno y una decoración espectacular»
La oferta gastronómica cumple con todos los paladares. Para aquellos que quieran tapear, una barra de pinchos «espectacular», una carta que permite comer «desde 20 euros hasta por 200 euros» y un menú del día en plena Plaza Mayor por 19 euros. «Todo casero», recarga. Se dispone a enumerar los cinco primeros y cinco segundos que han ofrecido hoy para demostrar esa calidad. «Todo lo que doy es fresco», asegura. Una parte del éxito relacionada con las destrezas culinarias que queda demostrada.
También resalta el buen ambiente que se genera en el restaurante. «Esto hay que vivirlo», resume. No es capaz de explicar con palabras la atmósfera que se construye en el comedor. «Aquí te terminas haciendo amigo del de la mesa de al lado y estoy muy orgulloso porque es algo especial y se lo digo a mi hijo: 'Esto no es de un día para otro, es el trabajo de muchos años'», asevera Tito. A una buena comida y un espacio acogedor, solo le falta una buen decorado. Y sí, también lo tienen.
Tito es amante de las antigüedades y solo hay que entrar en el local para darse cuenta de que ha trasladado su hobbie a su trabajo. «No os imagináis la cantidad de fotos y de vídeos que hacen al cabo del día», asegura. Y es que, llama la atención la cantidad de artículos ahora considerados 'vintage' que adornan las estancias. «Tengo esa afición desde los 14 años», comenta orgulloso Tito. «Muchos nos lo trae la gente que lo tenían en casa de sus abuelos y no saben qué hacer con ello y otras son cosas que he ido acumulando», añade.
Desde radios, televisiones, triciclos que cuelgan sobre la barra, relojes en las paredes e innumerables cuadros. Eso es el Cervantes. Un trocito de Tito entre las paredes de un establecimiento muy valorado. Por salmantinos, por comensales que vienen de cualquier punto del mundo ante las recomendaciones y también por la Guía Repsol que hace apenas unas semanas les otorgaba un Solete con Solera.
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La anécdota del Cervantes
A la luz de los tres balcones a la Plaza Mayor
Tres ventanas dan a la Plaza Mayor de Salamanca. Vistas insuperables que un hombre quiso reservar para su futura mujer. «Me reserva las tres mesas que dan a las tres vistas de la Plaza Mayor y la pareja se sienta en la del medio», comienza a contar Tito. Pasaba el tiempo y al ver que no se movían, el hostelero decide intervenir. «Les dije que se pasaba la hora y él insistía en que eran para ellos las tres», continúa Tito. La explicación se escondía bajo un acto romántico que a Tito no se le olvida. «Me dijo que conoció aquí a su novia y quería pedirle la mano también aquí», explicaba. Pero, ¿era necesario reservar las tres ventanas?. «Dijo: 'No quiero que ninguna persona brille en ninguna ventana como mi novia'». Un acto de amor que entra ya dentro de la historia del Cervantes.