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Todo tiene que tener un final para que pueda haber nuevos comienzos. Parece mentira, pero ha pasado ya medio año desde aquel final de octubre en el que iniciábamos el recorrido por los barrios y zonas, conocidas y por conocer, de Salamanca. Un paseo fotográfico a ambos lados del Tormes poniendo la mirada en la prosperidad y el abandono, lo hecho y lo que queda por hacer, lo monumental y lo urbano… En resumen, por las ciudades que tiene dentro de sí una ciudad y sus contrastes.
Al igual que un final, todo tiene un núcleo, un punto central en torno a lo que se mueve todo. El corazón de Salamanca es su Plaza Mayor. Las tertulias de los mayores, los móviles de los turistas, una historia en cada banco, las parejas, las soledades, las despedidas de soltero y las bicis de reparto. Lugar de paso y estancia, donde se cruzan e, incluso, conviven todos los estilos de vida de la ciudad.
La Plaza Mayor es el punto de partida, o llegada, de las calles más concurridas y transitadas del centro de la ciudad. La calle Toro, pasando por el Liceo, donde saluda Vicente del Bosque a cada viandante, bifurcándose hacia la calle Azafranal. Paralela a la calle Toro, la calle Zamora, con los soportales de la calle Isabeles, las pequeñas jardineras en las farolas e imágenes curiosas que nos deja el amor entre parejas mayores y jóvenes caminando casi a la par.
Del ágora salmantina también salen pasajes que nos llevan a la calle Espoz y Mina y esta nos lleva hasta la Plaza de los Bandos, ocupada por las carpas blancas de la Feria de Artesanía. O, si vamos en la otra dirección, podremos llegar al paseo de las Úrsulas y al Campo de San Francisco. O salir hacia la calle San Pablo, hasta encontrarnos a Colon señalando su viaje a lo desconocido.
En el centro de la ciudad podremos encontrar grandes y pequeñas esculturas y estatuas de diverso renombre e importancia. En el mencionado Paseo de las Úrsulas, encontraremos a Unamuno mirando hacia la que fuera su casa. Cercana a la calle Toro, a San Juan de Sahagún. Y así, entre el Rector y el Patrón, se levanta una Salamanca a la que, por muchas miradas que le echen, siempre le quedarán rincones por descubrir.
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