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Un puente de ayuda de Salamanca a Valencia: la historia de seis jóvenes en la DANA

Un puente de ayuda de Salamanca a Valencia: la historia de seis jóvenes en la DANA

Seis amigos de Macotera no lo dudaron, organizaron un viaje a Valencia para ayudar todo lo posible en el poco tiempo disponible. Juventud, divino tesoro

Sábado, 16 de noviembre 2024, 13:56

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«Los jóvenes tienen que escuchar constantemente cosas terribles sobre ellos». Estas fueron las palabras de Javier Ambrossi y Javier Calvo cuando recibieron el Premio Ondas por 'Las Mesías'. «Este premio es para la juventud de nuestro país. Valoramos su esfuerzo constante por ganarse la vida, su capacidad para hacernos aprender, mejorar e inspiramos y, sobre todo, su capacidad para trabajar en equipo, algo que hemos visto en Valencia estos días y que es de aplaudir».

Los aplausos tras el discurso resuenan todavía en los oídos de los presentes, su eco se escucha en las redes sociales. Los jóvenes, tan criticados e infravalorados; los jóvenes que tanto tienen que demostrar. Ese aplauso se extiende a Salamanca y a los muchos jóvenes que han tomado la decisión de ir hasta el lugar. Entre ellos, seis amigos de Macotera, cada uno con un lugar de residencia, que en el Puente de los Santos decidieron alquilar un piso en la provincia de Valencia y ayudar en lo que hiciera falta. Cargaron con varias palas y un carro lleno de productos de higiene y fontanería y simplemente se ofrecieron como voluntarios.

Son de Macotera, se reúnen en el municipio charro cuando pueden, pero viven en ciudades diferentes; Salamanca, Valladolid, Madrid o Canarias, con punto de encuentro su pueblo. En una llamada a seis reflexionan como si de un viaje de vuelta se tratase sobre lo que vivieron el fin de semana en Catarroja y Masanasa. «Nada cuadraba, coincidir los misos días, vuelo, viajes... pero al final lo hicimos. Un bombero amigo nuestro había ido y su mensaje fue claro: 'toda la ayuda que llegue es necesaria'».

No se lo pensaron, hicieron encaje de bolillos y en menos de una semana se plantaron en Valencia, donde lo que se encontraron parecía «irreal». «Lo primero que hicimos fue entrar en un polígono, donde había bloques y bloques de coches unos encima de otros. Era apocalíptico. Eran pisos, edificios solo construidos de coches. Ninguna imagen, ningún video es parecido a lo que ves con tus propios ojos cuando llegas. Hay momentos que no te lo llegas a creer», destacan.

Entre ese no creer, confiesan que dentro del caos, encontraron la forma de organizarse en plena calle. No solo a través de grupos de WhatsApp, telegram o redes sociales, sino por lo que se iban encontrando. Ayudaron a sacar agua de un garaje, abrieron por primera vez un negocio lleno de barro, repartieron botas de agua a aquellos que lo necesitaban, crearon una cadena humana para achicar agua y vaciaron un almacén de conservas de anguila, además de un centro de estética.

Las horas de comer también las llevaban organizadas. La fábrica Jamón Prim de Macotera les regaló embutido para que con algo de pan pudieran hacerse bocadillos. Sin embargo, informan de que no les hubiera hecho falta. «Agradecemos muchísimo que desde la fábrica se portaran tan bien con nosotros, aunque es cierto que cuando llegas allí ves que hay muchas personas regalando comida, desde los propios vecinos hasta voluntarios. Todo el mundo colabora con todo el mundo. Nos invitaron a merendar», explican. Y es así como Valencia no roza la normalidad, pero poco a poco encauza su camino cada vez más lejos de la destrucción, con humanidad.

Una humanidad que les llevó a sacar más de 2.000 cubos de agua de un garaje privado durante más de dos horas sin parar, una humanidad que les llevó a coger vuelos en apenas horas, que les hizo perder dinero para ayudar, que les hace volver allí cada día, al menos con su memoria.

«Nos hacía sentir incluso incómodos la cantidad de gente que nos daba las gracias continuamente»

«Es cierto que es una tragedia, que es muy duro, pero cuando llegas allí estás en una burbuja. Nos reímos mucho, entre nosotros y con los vecinos. Nos llamó la atención la actitud con la que trabajaban, no estaban derrotados, estaban con ganas de tirar hacia adelante, de recuperarse. Estaban agradecidos. Nos hacía sentir incluso incómodos la cantidad de gente que nos daba las gracias continuamente. Pero no era algo extraordinario, hicimos lo que teníamos que hacer», relatan.

La vuelta a la realidad

De repente, los dos días se acaban, la burbuja se rompe y hay que volver a casa: «La vuelta fue rara. Por un lado, te sientes bien porque has ayudado y has aportado tu granito de arena, pero por otro lado, piensas en todo lo que queda por hacer, en quien será el siguiente que vaya a ayudar, a poner su parte de trabajo».

Y es que lo peor está por llegar: «Será a partir de ahora cuando en vez de necesitarse dos palas se necesiten abrazos, la paliza física pasará y llegará la mental. Por eso animamos a todo el mundo a que acuda a Valencia, no sobra nadie. Queda mucho trabajo por hacer».

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